Читать книгу Crisis de estatalidad y violaciones a derechos humanos - Luis Daniel Vázquez Valencia - Страница 5
Cómo entendemos al Estado
ОглавлениеEl reconocimiento de los derechos humanos como derechos positivos se centra en el Estado. Además, tanto las violaciones como la garantía y protección de los derechos humanos también se centran en el Estado. Si de algo se puede acusar al discurso de derechos humanos es de ser estadocéntrico. El problema no es precisamente ese, sino en la serie de preguntas que se abren: ¿cómo hacer que el Estado reconozca los derechos de las personas? ¿Cómo para que no los violente? ¿Cómo para mejorar las garantías y protección de los derechos?
Demos un paso atrás con otra pregunta, la que nos interesa responder en esta sección: ¿cómo se entiende la idea del Estado en este libro? Considerando las tres posibilidades en las cuales se puede pensar al Estado —desde una mirada macro, como estructura político-económica que establece las pautas de distribución del poder político y económico; como un régimen que establece los criterios para acceder y ejercer el poder político; o como gobierno integrado tanto por todas las posiciones de toma de decisiones políticas vinculantes como por la burocracia (Vázquez, 2019)—, en el libro se analiza al Estado a nivel intermedio; es decir, como régimen (en específico, las reglas de ejercicio del poder político) y como el conjunto de posiciones políticas, instituciones y procedimientos constitutivos de ese ejercicio del poder político.[2]
En la medida que se parte de ese nivel, un aspecto clave es que el Estado es siempre un ente fragmentado; es decir, se trata de una entelequia que sugiere, al mismo tiempo, unidad y fragmentación. Se habla del Estado, pero en su interior hay múltiples actores estatales con relaciones de cooperación, indiferencia y conflicto. Por ello, es sencillo comprender que el Estado sea, al mismo tiempo, el principal violador de derechos humanos y la posición donde se centran las expectativas de garantía y protección de los mismos derechos.
Cualquier mirada fragmentaria del Estado pone en cuestionamiento la idea de un Estado unificado y monopólico. Cuestiona su definición clásica como autoridad que se ejerce sobre una población en un territorio determinado. La definición que suele considerarse como prototipo de la idea estatal es la weberiana: “por Estado debe entenderse un instituto político de actividad continuada, cuando y en la medida que su cuadro administrativo mantenga con éxito la pretensión al monopolio legítimo de la coacción física para el mantenimiento del orden vigente.” (Weber, 2004, pp. 43-44). Sin embargo, el error de esta lógica es tomar al Estado europeo como el prototipo de la construcción estatal. La guerra, la coerción y la acumulación están en el centro del nacimiento de los Estados, específicamente del europeo (Tilly, 1990), mas no de todos los Estados.
Lo que siguió a ese nacimiento fue la administración y el monopolio de la violencia (o al menos un intento) (Weber, 2004). Esto tampoco sucedió en todos los Estados de África, ni de Asia, ni de América Latina. De hecho, la centralización, el monopolio de la violencia, las prácticas burocráticas impersonales y la construcción de legitimidad en el Estado actual son más bien limitadas y constantemente impugnadas (De Heredia, 2017, p. 29). Por ejemplo, Estados como los africanos se construyeron desde el esclavismo y la colonización (De Heredia, 2017); a la par que muchas de las prácticas locales, con sus tonos grises entre lo legal y lo ilegal, se estructuran por los campos políticos inherentes a la idea de Estado en esas regiones (Agudo, 2014, p. 12). En suma, no hay una sola estructuración de la idea de orden estatal, ni el orden estatal europeo se reprodujo en otras regiones del mundo. De aquí que figuras que fueron observadas como antiguas y preburocráticas por Weber en Europa, como el neopatrimonialismo o el sultanismo, en realidad pueden tener mucha más cercanía con lo que actualmente sucede en nuestras regiones.
Para Joel Migdal (2001), la aproximación weberiana al Estado es poco adecuada porque genera muchos límites analíticos. Él propone pensar al Estado a partir de imágenes y prácticas. Mientras que las imágenes son las representaciones de las instituciones mediante las cuales se ejerce la autoridad y la dominación (Migdal, 2001, p. 16), las prácticas son las rutinas de los actores estatales y agentes que refuerzan las imágenes (Migdal, 2001, p. 18). La representación geográfica de los Estados a través de mapas es un ejemplo de las imágenes con lo que se construye una idea de control territorial. Mientras que las prácticas de esa imagen serían los controles migratorios o la emisión de pasaportes. Si las imágenes homologan a todos los Estados (como sucede con las fronteras territoriales), las prácticas los diversifican, aunque puedan existir patrones comparables. El tercer componente de la propuesta teórica de Migdal es el concepto de campo retomado de Pierre Bourdieu. Para el autor, la construcción de la dominación a partir de la relación entre las imágenes y las prácticas se da en el marco de un campo en disputa en donde los elementos simbólicos cobran tanta relevancia como los materiales. En el caso del Estado, esta disputa proviene de la tensión inherente entre la necesidad de mostrar un poder y organización unificado; y las prácticas que se encuentran siempre fragmentadas. Con esta propuesta se tienen varios de los elementos constitutivos de lo que se ha denominado la teoría relacional del Estado, la cual se centra en la construcción de la dominación estatal, lo mira a partir de las prácticas estatales (la construcción estatal desde la lógica cotidiana), y tiene como punto de partida la fragmentación estatal.
Durante los debates iniciales para construir un marco teórico común, uno de los aspectos más complicados fue responder a la pregunta ¿cómo mirar al Estado, a las diferentes expresiones estatales? Ya se ha adelantado que el Estado está atravesado por la tensión unidad-fragmentación, pero esta no es la única. El Estado es también un instrumento de dominación y una expectativa fundada de bienestar o, en términos de derechos humanos, es un violador y un garante de derechos. El Estado también se encuentra conformado por relaciones de coerción y consenso, de violencia y legitimidad, y por procesos de construcción y de dominación. Finalmente acordamos que el Estado se puede mirar, al menos, a partir de estas cinco expresiones:
1 La administración profesional del gobierno por medio de instituciones y procedimientos estatales, lo que habla de la calidad democrática, o de la falta de ella.
2 El derecho y su cumplimiento, en donde puede incluirse el fenómeno de la impunidad.
3 El grado de conformación del interés público en confrontación con los intereses privados en el contenido de las decisiones políticas vinculantes, lo que se puede observar por medio de la rendición de cuentas (información, argumentación y sanción).
4 La provisión de bienes públicos.
5 La capacidad efectiva del control territorial.
Vistas estas cinco expresiones de la dimensión estatal, es importante mencionar que no se está analizando cualquier tipo de Estado, sino un Estado democrático. Reconociendo que esta no es la única formación estatal (puesto que en la historia han existido Estados monárquico-absolutistas, monárquico-constitucionales, totalitarios, autoritarios, de partido hegemónico), pero en la medida que se pretende observar lo que sucede en México, el libro se concentra en las dimensiones observables de un Estado democrático a la mexicana.