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MI ENCUENTRO CON EL PADRE MANUEL MAJADAS

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Llegamos al aeropuerto y mi idea de que el viaje iba a ser con un grupo de frikis se acababa de confirmar. Me encontré con una situación que no solo cubría mis expectativas, sino que las superaba. Nada más llegar me pidieron que me pusiera una etiqueta en la solapa de color naranja fosforito para que se me viera bien. En dicha placa venía escrito en letras grandes Escuela Bíblica, y debajo mi nombre, Luis Álvarez. Por si cabía alguna duda de que el raro que llevaba semejante señal era yo, lo iría anunciando así por todos los lados. No tenía una sensación tan rara y estúpida desde que iba al colegio. Etapa que, por cierto, espero no volver a repetir en ninguna de mis reencarnaciones, si es que estas existen.

Nunca me he decantado a favor o en contra sobre la existencia de la reencarnación, pero sí que manifiesto abiertamente que me daría mucha desgana reencarnarme si eso supusiera tener que volver a la escuela. La etapa de mi vida que menos me ha gustado y que recuerdo como una tortura mental diaria.

La famosa frase de Manrique que dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, puedo asegurar que no se aplica a mi vida cuando rememoro aquellos años.

En mi infancia pensaba que ir a la oficina sería como ir al colegio, pero siendo mayor. ¡Para nada! Jamás he tenido un domingo por la tarde, antes de ir al despacho al día siguiente, la sensación tan horrorosamente nostálgica que sufría los domingos pensando en que tenía que volver al colegio la mañana del lunes. Y para qué te voy a contar cuando iba a empezar el colegio en septiembre. No tengo que decirte más.

Respecto a lo que estaba viviendo en el aeropuerto, uno siempre piensa que una situación no puede ir a peor. Es lo que yo creía viéndome con una imagen tan ridícula con mi pegatina en una cola de cuarenta personas desconocidas, algunas españolas y la mayoría de Panamá, todas con una sonrisa impostada intentando ser agradables.

Pasado el check-in, que por cierto duró un par de horas porque solo podíamos pasar por una fila de grupos, llegó el momento de ir hacia la puerta de seguridad.

Unos meses atrás estaba viajando por el mundo con los miembros de la banda Queen, acompañando a Brian May y Roger Taylor a estrenos de We Will Rock You, al gran concierto que Nelson Mandela dio en Ciudad del Cabo y a presentaciones de patrocinios en Londres, y, en cuestión de días, por un revés de la vida, me veía haciéndolo como lo que parecía una excursión escolar.

Cuando estás acostumbrado a volar solo y no esperar colas de grupos, esas horas para hacer check-in me hacían adivinar lo que podía ser el viaje al completo. ¡Un tostón!Y fue entonces cuando se produjo el encuentro por primera vez con el padre Majadas. Te cuento la situación.

Había dos personas colocadas en nuestro camino hacia las puertas de seguridad, una enfrente de la otra, pidiéndonos que los que lleváramos el distintivo de la Escuela Bíblica pasásemos entre ellas como si fuese un «callejón humano» del colegio, donde te obligaban a atravesarlo para darte collejas.

Justo cuando estaba a punto de traspasar la puerta, me detuvo un hombre calvo con gafitas de intelectual y me dijo:

—¡Hola! Soy el padre Majadas. Tú eres el número dieciocho. Por favor, pasa por aquí.

Inmediatamente después le dijo a Daniela, que venía detrás.

—¡Hola! Soy el padre Majadas, y tú eres la número diecinueve. Por favor, pasa por esta puerta.

Así, sucesivamente, fuimos pasando uno detrás de otro hasta completar los cuarenta que viajaríamos juntos. Se notaba que muchos del grupo ya conocían al padre Manuel Majadas, o, mejor dicho, como a él le gustaba que le llamasen, padre Majadas. Todos manifestaban un verdadero afecto hacia él. Parecía una buena persona, pero durante los doce días que duraría el viaje a mí lo último que me apetecía era dedicar tiempo para averiguarlo.

Una sensación interior me decía que tenía que haber hecho caso a mi instinto y no haber emprendido el viaje. Cierto es que lo ocultaba por no aguar la fiesta a mi hija y al resto de pasajeros que venían con nosotros. Siempre he sabido que todas las personas en este mundo son genios en algo, y nuestra genialidad radica en descubrir dónde está la de los demás.

Por eso, por dentro me picaba la curiosidad de intentar averiguar dónde estaba la genialidad de este padre al que la mayor parte del grupo le manifestaba un cariño tan especial. Siempre intento no prejuzgar a las personas.

No juzgues para que no seas juzgado, porque con el juicio que hagas se te juzgará a ti y con la medida que midas se te medirá a ti.

SAN MATEO

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