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Institucionalización: de la acción social a la interacción y razón práctica

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La mirada al proceso de institucionalización como el previo a las instituciones invita a tener en cuenta una perspectiva sociológica. Pero el enfoque de lo económico ofrece aportes que permiten pensar una homología con el proceso por el cual se institucionalizan las acciones económicas, aquellas que permiten al individuo satisfacer sus necesidades materiales, esto es, observar que las instituciones funcionan como soluciones. Sin asumir que son estas las que van a definir los órdenes institucionales, se puede entender que se institucionalizan aquellas prácticas que de hecho satisfacen alguna necesidad.

En este sentido, desde la sociología, la institucionalización se entiende como el resultado de la tipificación recíproca de acciones entre actores, que una vez se estabilizan y consolidan, dan origen a las instituciones (Berger y Luckmann, 2001). Desde esta mirada, para el proceso de institucionalización es indispensable la participación de varios actores, en los que se pueda presentar la tipificación recíproca de acciones: “La institucionalización aparece cada vez que se da una tipificación recíproca de acciones habitualizadas por tipos de actores. Dicho en otra forma, toda tipificación de esa clase es una institución” (Berger y Luckmann, 2001, p. 76).

En este punto aparece una relación que contribuye a la aproximación del problema y que se debe estimar en este trabajo: la relación entre el concepto de legitimidad y el fenómeno de institucionalización (De Freitas y Guimarães, 2007). La comprensión de que las instituciones generan el marco de legitimidad para la acción social las relaciona directamente con la acción, con la acción social.

La acción social, en Weber (1997), se comprende como aquella acción humana que está en relación con los otros, que se dirige a los otros. Esto implica que puede haber acciones individuales que no están dirigidas a los demás y que no corresponden a acciones sociales, como las acciones correlativas a las de necesidades biológicas. Las instituciones, mediante el marco que generan, aprueban o no una acción; desde su marco se establecen unos criterios de lo que es correcto en el obrar. Cuando las acciones son ejecutadas, ya no es un asunto de presupuestos, sino del obrar en relación con los otros. En este punto es posible enmarcar el problema de la reflexión por la acción social en la razón práctica6 (Wieland, 1996).

Por su parte, desde el institucionalismo económico, North (1993) plantea que

Las instituciones son las reglas del juego en una sociedad o, más formalmente, son las limitaciones ideadas por el hombre que dan forma a la interacción humana. Por consiguiente, estructuran incentivos en el intercambio humano, sea político, social o económico (p. 13).

Esto no está lejos de lo desarrollado por los sociólogos clásicos (Durkheim, Marx, Parsons, Weber) y por Berger y Luckmann. También la afirmación de North permite conservar una relación directa con el planteamiento de Weber (1997) sobre las denominadas “formaciones sociales”, que pueden ser económicas, políticas o sociales. Y con Berger y Luckmann (2001) se encuentra una similitud al expresar la función de las instituciones: “La función principal de las instituciones en la sociedad es reducir la incertidumbre estableciendo una estructura estable (pero no necesariamente eficiente) de la interacción humana” (North, 1993, p. 16).

Asimismo, desde el institucionalismo económico, Ostrom (2000) propone la investigación sobre las instituciones desde la gobernanza ambiental y el análisis de los sistemas socioecológicos, en los que aborda lo referente al uso de los “bienes comunes”. Centra su atención en las formas eficaces que existen para regular el uso de estos bienes, lo que da lugar al interés por las instituciones informales, las que pueden ser más eficaces que el mismo Estado en la regulación del uso de los recursos naturales como el agua.

La otra vertiente de trabajo sobre el tema se encuentra en el institucionalismo sociológico (Álvarez-Uría y Varela, 2009; Berger y Luckmann, 2001; Bourdieu, 2005 y 2007; Giddens, 1998), con material que analiza los procesos de institucionalización, las instituciones y sus funciones.

Desde la sociología, Giddens (1998) plantea que, para estudiar el orden en la sociedad, se debe tener en cuenta el espacio-tiempo, porque si se puede comprender la manera como los sistemas sociales logran ligar el tiempo y el espacio, la presencia y la ausencia, se van a poder comprender los principios estructurales que funcionan como principios de organización.

En el nuevo institucionalismo, las posiciones estructuralistas y voluntaristas clásicas han encontrado un acercamiento a través de propuestas que valoran la equidad entre la estructura y el agente. Es el caso de lo desarrollado por Giddens (1998), junto con March y Olsen (1989), que se han constituido en referentes para el institucionalismo sociológico y para los análisis de la interacción social de los individuos en la cotidianidad.

Este problema, que en la actualidad es constitutivo para la sociología, ha permitido la búsqueda del equilibrio dinámico entre estructura y agente. Esto implica hacer el tránsito desde la consideración llana del problema de la acción social, hasta pasar a contemplar el asunto de la interacción social. Esta concepción se instala como un eco de la distancia que se toma con el artificio metodológico de la diferenciación entre el observador y lo observado. Este alejamiento va a permitir la introducción de la idea de construir significado en las interacciones, a lo que se agrega que ese significado lo construyen tanto los científicos sociales como las personas en su cotidianidad.

El campo de la psicología educativa en Colombia: génesis y estructura

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