Читать книгу El campo de la psicología educativa en Colombia: génesis y estructura - Álvaro Ramírez Botero - Страница 12

Estructura y habitus

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A lo propuesto por Giddens (1998) sobre la dualidad de estructura y la interacción entre el agente y la sociedad se empalma la propuesta de Bourdieu (2007). Esto ocurre en la medida en que ambos superan los enfoques sociológicos sustancialistas y deterministas, y con su trabajo proponen una síntesis en la que producen una ontología de las prácticas sociales desde una perspectiva relacional (Jaramillo, 2011).

Por esta razón, la perspectiva relacional, a la que aportan estos dos autores, se perfila como opción para comprender el proceso de la emergencia de la psicología educativa como campo, tomando distancia de las posiciones marcadamente positivista o idealistas:

La teoría de la práctica en cuanto práctica recuerda, contra el materialismo positivista, que los objetos de conocimiento son construidos, y no pasivamente registrados, y, contra el idealismo intelectualista, que el principio de dicha construcción es el sistema de las disposiciones estructuradas y estructurantes que se constituye en la práctica, y que está siempre orientado hacia funciones prácticas (Bourdieu, 2007, p. 85).

En esta línea, se trata de tomar distancia de la concepción de estructura que deja por fuera el aporte que hace a la práctica la historia del individuo y del grupo, y se aboga por una forma de análisis que no mezcla la agencia con la estructura (Jaramillo, 2011). En este sentido, Bourdieu (2007), en su propuesta de trabajo, usa como estrategia, para no caer en el subjetivismo, la constante remisión a la práctica. Para ello, es fundamental que en este análisis se estime la existencia de dos tipos de productos:

• Los productos objetivados que se relacionan con las estructuras.

• Los productos incorporados de la práctica histórica que se relacionan con los habitus (Bourdieu, 2007, p. 86).

Los productos objetivados relacionados con las estructuras, corresponden a los referentes desde los que se desarrollan las acciones y los productos incorporados, no funcionan como referente sino como formas de hacer, formas establecidas para la acción.

Los habitus, para Bourdieu (2007), poseen unas características que otros sociólogos, que se mencionaron anteriormente, atribuyen a las instituciones. Un punto importante es que aporta unas finas consideraciones que nutren la diferenciación entre lo fijo y específico de la estructura y lo general de la institución. Lo que, además, permite el diálogo con la concepción del imaginario social instituyente de Castoriadis (1997):

Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones que pueden ser objetivamente adaptadas a su meta sin suponer el propósito consciente de ciertos fines ni el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente ‘reguladas’ y ‘regulares’ sin ser para nada el producto de la obediencia a determinadas reglas, y, por todo ello, colectivamente orquestadas sin ser el producto de la acción organizadora de un director de orquesta (Bourdieu, 2007, p. 86).

Lo anterior está en relación con elementos que otros pensadores abordados atribuyen a las instituciones como generadoras de organización de prácticas. Pero, de manera clara, se establece una diferencia en el aspecto de atribución a las instituciones, pues se consideran como impulsadoras de reglas generales, como marcos generales para la acción. Esto también puntualiza algunos elementos para comprender, en la perspectiva de Bourdieu (2007), lo referente a la estructura y el habitus:

El mundo práctico que se constituye en la relación con el habitus como sistema de estructuras cognitivas y motivadoras es un mundo de fines ya dados, modos de empleo o procedimientos por seguir, y de objetos dotados de un ‘carácter teleológico permanente’, como dice Husserl, herramientas o instituciones, y eso se debe a que las regularidades inherentes a una condición arbitraria (en el sentido de Saussure o de Mauss) tienden a aparecer como necesarias, incluso como naturales, por el hecho de que están en el principio de los esquemas de percepción y de apreciación a través de los cuales son aprehendidas (Bourdieu, 2007, pp. 87-88).

En la perspectiva de Castoriadis (1997), el imaginario social instituyente se plantea como una suerte de campo, en términos de Bourdieu, que funciona como una sede de creación para los colectivos humanos que, a la vez, proporciona unas coordenadas de creación, en las que están contenidas las interacciones entre diferentes campos. De esta forma, también se atribuye un principio generador de origen social: un espacio de creación social histórica, que se expresa así:

La sociedad es creación, y creación de sí misma autocreación. Es la emergencia de una nueva forma ontológica –un nuevo eidos– y de un nuevo nivel y modo de ser. Es una cuasi totalidad cohesionada por las instituciones (lenguaje, normas, familia, modos de producción) y por las significaciones que estas instituciones encarnan (tótems, tabúes, dioses, Dios, polis, mercancía, riqueza, patria, etc.) (Castoriadis, 1997, p. 4).

Esta nueva forma, ese eidos, que es generativa, lo que pone en evidencia es una lógica que si bien establece unos marcos, al igual que el habitus, no es una determinación. Esa forma ontológica también alude a las regularidades, a un modo de ser, que funciona como una condición objetiva, en la medida en que pertenece a los productos incorporados de las prácticas históricas. Al respecto, se puede notar esa resonancia en Bourdieu (2007):

En una palabra, siendo el producto de una determinada clase de regularidades objetivas, el habitus tiende a engendrar todas las conductas ‘razonables’, de ‘sentido común’, que son posibles en los límites de esas regularidades y únicamente ésas, y que tienen todas las probabilidades de ser positivamente sancionadas porque se ajustan objetivamente a la lógica característica de un campo determinado, cuyo porvenir objetivo anticipan; al mismo tiempo tiende a excluir ‘sin violencia, sin arte, sin argumento’, todas las ‘locuras’ (‘eso no es para nosotros’), es decir todas las conductas condenadas a ser sancionadas negativamente por incompatibles con las condiciones objetivas (pp. 90-91).

Desde esta perspectiva, se encuentra que en la constitución de un campo, en el caso de la psicología educativa, en el proceso de consecución de su autonomía, en la definición de su objeto y de sus métodos, se franquean antiguos límites. Todo esto trae como consecuencia el establecimiento de leyes propias y de técnicas, fruto del repliegue de la psicología sobre sí misma y sobre la educación. Además, implica la participación del profesional, del psicólogo, en una nueva forma.

Se debe agregar que, como parte de ese repliegue sobre la psicología, se genera una producción al interior de la misma psicología; esto significa que esta va a estar dirigida a los psicólogos profesionales y a aquellos que se encuentran en formación. Lo anterior conduce al establecimiento de habitus, en la medida en que se estructuran formas de hacer psicología educativa, sancionadas socialmente de manera positiva. Y así, rodeada por la psicología y la educación, la práctica de la psicología educativa se nutre del aparato organizativo que se requiere para el proceso de su institucionalización.

El campo de la psicología educativa en Colombia: génesis y estructura

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