Читать книгу La epidemia de COVID-19 en las residencias para personas mayores - M. Enriqueta Fernández Izquierdo - Страница 27
II. De lo estrictamente sanitario a lo socio sanitario. Del envejeciendo fisiológico al envejecimiento patológico
ОглавлениеTradicionalmente la vejez se ha relacionado con la enfermedad y la dependencia, además, en los ciudadanos mayores, en un sinfín de situaciones personales y colectivas, resulta difícil referirnos a necesidades sanitarias estrictas y exclusivas, ya que la frontera de lo considerado estrictamente sanitario se desdibuja, emergiendo necesidades que no se resuelven con servicios sanitarios, aunque sean de especial tecnología y complejidad. Es, en esta encrucijada, cuando las organizaciones deben ofrecer servicios que den respuesta a las necesidades y expectativas de los ciudadanos mayores. Es decir, no solo se trata solo de curar, sino también de cuidar, de acompañar, de aliviar, de prevenir y de escuchar. Así surge lo sociosanitario.
La salud de los mayores ha mejorado en las últimas décadas y de hecho los informes del IMSERSO establecen que el 40% de los mayores declara tener buena o muy buena salud, mientras que sólo un 20% declara tener mala o muy mala salud.
La salud percibida definida como la valoración global de las percepciones que las personas tienen sobre su estado de salud, refleja mejor que el estado de salud objetivo la capacidad o incapacidad de las personas para desenvolverse en su vida cotidiana. Es evidente que la evaluación que la personal hace de su estado de salud depende de factores socioculturales, pero también de características psicológicas e individuales.
Pues bien, sabemos que las personas mayores aceptan ciertos síntomas, limitaciones o enfermedades como propias su envejecimiento fisiológico, lo que les lleva a tener una salud percibida más positiva de lo que cabría esperar si se tiene en cuenta sus tasas de morbilidad objetivada por los profesionales sanitarios. Esto podría explicar el que exista una relación negativa entre salud percibida y edad, hasta la edad de 52 años, y a partir de entonces la edad no influye de forma significativa en la salud percibida.
Hasta el momento, la medicina se ha mostrado bastante eficaz en combatir la muerte y alargar la vida, pero no ha podido devolver en muchos casos el funcionamiento de las habilidades perdidas, ya que la Encuesta de Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud del INE establece que el 35% de los hombres y el 65% de las mujeres mayores de 65 años presentan algún tipo de discapacidad, que es severa en el 50% de los casos. Es decir, en España una tercera parte de los nueve millones de personas mayores de 65 años necesitan algún tipo de ayuda, cuando se pasa la frontera desde el envejecimiento fisiológico, fruto del proceso biológico normal, al envejecimiento patológico.
Otra cuestión es analizar si la esperanza de vida, que ha aumentado considerablemente en las últimas décadas, ya que a comienzo del siglo pasado era de 40 años, casi como desde el comienzo de la humanidad y actualmente ronda los 70 años y ha de ser vista no solo como un hecho biológicos de supervivencia, sino que se han de analizar si realmente los años ganados se viven en buena salud o, si por el contrario, los mayores están pasando cada vez más años con discapacidad o limitaciones.
En España la expectativa de vida llega a los 85 años, habiendo contribuido a ello no sólo la ciencia médica, sino también la organización sanitaria, la salud pública, y sobre todo las condiciones de vida y del trabajo, la cultura, la educación, la consolidación de derechos y la alimentación. Importante es hablar de la esperanza de vida de quienes alcancen los 65 años, que se sitúa en 16 y 20 años más para vivir, según sean hombres o mujeres respectivamente. La mujer española tiene asegurada una viudedad media en 4 y 8 años, como consecuencia de su menor mortalidad. Es la feminización del envejecimiento, ya que mujeres viven más tiempo, pero en ellas son más frecuentes las discapacidades.