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Máximo a su hermano.

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10 de julio.

He corrido una porción de conventos. Nunca había visto tantas monjas, mujeres amables, en resumidas cuentas, con una dignidad sencilla y una urbanidad púdica que tienen gran encanto.

Después de muchas comparaciones y reflexiones, creo que vamos a decidirnos a meterla en la Casa de Sión, que es la que parece más propia para ella. Los estudios no son allí malos y la admisión de pensionistas se hace con menos pretensiones aristocráticas que en el Sagrado Corazón, por ejemplo.

Elena, por otra parte, está delicada desde ayer, y el médico ha aconsejado que se le haga guardar cama. Es, sin duda, la consecuencia del cambio de aire y de vida.

Su existencia no es alegre, siempre sola con Polidora... y el diablo sabe qué es lo que Polidora podrá decirle en aquel cuarto lóbrego de un entresuelo, cuya ventana da a un patio, rodeado por todas partes de casas de cinco pisos.

He propuesto que se le haga pasear por París, antes de enjaularla entre las rejas de Sión; pero hay que esperar que esté vestida decentemente y libertada para siempre de aquellas galas enmohecidas en un armario, y que llevaba, sin duda, la señorita de Boivic hace treinta años.

Amar es vencer

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