Читать книгу Más allá del dolor - Magdalena Ierino - Страница 11

Оглавление

CARTA 3

Una tarde de domingo

Querida Graciela:

Me parece escucharte: “Muy lindo el episodio del nene, ¿por qué no pasó lo mismo con el accidente que tuvimos en mi familia?”. Ya sabes que no tengo respuesta, como tampoco la tengo para tanto dolor como hay en el mundo, ni siquiera para mi propio dolor, pero creo que los milagros ocurren todos los días y cuando son espectaculares como este que te conté nos remiten a otra realidad, a otro sentido. Cuando Jesús pasó por esta tierra curó a muchas personas pero no a todos. Esas curaciones, esas intervenciones milagrosas, que suceden aún hoy, pueden estar hablándonos de otra realidad, pueden estar invitándonos a pensar que quizá lo que vemos, sentimos y sufrimos no es todo sino solo una parte, como la punta de un iceberg.

Recuerdo otros porqués que he escuchado y para los cuales tampoco he tenido ni tengo respuesta, aunque este que te voy a comentar era totalmente distinto al tuyo.

Una tarde de domingo estaba atendiendo la portería del Monasterio cuando llegó una chica. Había venido desde Olavarría en busca de algunas respuestas para su vida. La invité a pasar a la capilla para que dialogara con el Dueño de Casa. Estuvo allí un ratito y luego regresó a donde estaba yo. A veces, el Dueño de Casa nos pide que traduzcamos lo que Él quiere decir. Normalmente, sobre todo en el verano, los domingos pasa mucha gente por aquí y también suele haber bastantes llamados telefónicos, pero ese día, como si hubiera estado previsto, y sin duda lo estuvo por Alguien, nada interrumpió el diálogo que María Teresa, que así se llamaba nuestra visitante, necesitaba, y pudimos hablar sin interrupciones. Maite comenzó a contarme los cuestionamientos que en ese momento se movían en su corazón. Ella es profesora en varios colegios de Olavarría y en la escuela que funciona en la Cárcel de Sierra Chica que está muy cerquita de aquí. Muchas personas como sacerdotes, religiosos, catequistas, profesores… van regularmente a dar allí sus clases o para un acompañamiento espiritual para que los internos puedan encontrar un sentido nuevo a sus vidas y, si salen, puedan reintegrarse a la sociedad. Tratan de cumplir el mandato del Señor: estuve preso y me visitaron (Mt 25, 36) y se conmueven, lógicamente, con lo que allí se vive y con las historias que escuchan.

Maite se estaba planteando algo mucho más profundo:

Yo he tenido una familia, padres, hermanos que me quieren y a los que quiero, me han dado una educación, me han transmitido la fe, tengo un trabajo que me gusta, amigos, salgo, me divierto ¿y ellos? Algunos tienen mi edad e incluso menos, ¿qué han tenido? Palizas, padres alcohólicos, abusos, abandonos, muchos no conocen a sus padres, fueron despreciados, han vivido en la marginalidad, les ha tocado todo lo sucio, lo feo, y ahora están allí, encerrados, algunos de por vida, ¿por qué? ¿Por qué yo tuve y tengo tanto y ellos nada?

Por supuesto que para estos porqués tampoco tenía respuesta. La escuché, que es lo que ella, como la mayoría de la gente, necesita más. A veces basta verbalizar los cuestionamientos y, al escucharnos a nosotros mismos ante otro, se aclara un poco el panorama. No recuerdo qué le dije pero seguramente traté de animarla para que siguiera dándoles lo que sabía y podía, dejando a Dios hacer el resto. Nunca se sabe lo que una palabra, una sonrisa, un consejo, un gesto de simpatía puede hacer en los demás.

Las desigualdades cuestionan, claro que sí. Mientras muchos niños no conocen otra realidad que la guerra y sus vidas están constantemente amenazadas, otros niños se aburren ante una pila de juguetes. Mientras mucha gente no tiene lo indispensable para vivir, otros no saben en qué gastar su dinero. Sí, el mundo es un muestrario de desigualdad en todo sentido. Y hay un “¿por qué?” que crece en la humanidad, y muchas personas como tú, Maite y yo misma nos cuestionamos ante lo que es tan injusto y parece tan sin sentido.

Creo fundamentalmente dos cosas: que Dios existe y que Él es justo y bueno. También creo, como una ampliación de lo anterior, que Él tiene una respuesta para todos nuestros “por qué” y que, mientras no estemos en condiciones de que nos dé su respuesta, nos da muchos elementos para que construyamos el futuro donde quizá comencemos a vislumbrar esa respuesta. Dios podría resolver todas las injusticias, pero ha puesto eso en nuestras manos. Confía en nosotros, nos ha dado la capacidad de sentir como propios los dolores de los demás, y nos da muchos dones para que construyamos un mundo más justo. Nos ha hecho sus colaboradores, si nos sustituyera dejaríamos de ser libres y esto es algo que Él quiere salvaguardar a todo precio. Además, Él tiene en María, su Madre y nuestra madrecita, una eficaz colaboradora. La Virgen está especialmente atenta a lo que sus hijos aquí en la tierra, necesitan. Muchas veces su actuación es, como en el caso del niño de Tandil, inesperada, otras actúa cuando se lo pedimos si lo que pedimos es lo que realmente necesitamos para lo que Él más quiere, nuestra realización como personas y nuestra felicidad eterna.

Uno puede, como nos ha pasado muchas veces, enojarse, desilusionarse, abatirse, deprimirse. Hay que dar tiempo al dolor, pero después hay que poner manos a la obra, hay que seguir viviendo, salir, leer, buscar, preguntar a otros. Y también compartir con otros. No vamos solos en el camino de la vida y el poder ayudar a los demás nos ayuda a nosotros a descubrir o vislumbrar un sentido que quizás, al principio, en la fuerza del dolor, no podíamos ver. Te propongo un camino. Yo no tengo todas las respuestas, “ni me la creo” como dice el papa Francisco, pero tengo ciertas claves de lectura que me permiten vislumbrar el sendero. Mi entrenamiento, si se puede llamar así, se basa en la lectura de la Biblia y también de otros muchos libros que me ayudaron a ir descifrando, tratando de comprender, a tientas y a locas, por dónde podía ir la cosa, vislumbrando un sentido, a levantarme cuando me daba, y me los doy bastante seguido, un resbalón y a seguir adelante, que no es poco.

La Biblia trae muchas historias, algunas no son historias reales sino pequeños cuentitos con los que Dios quiere enseñarnos algo de Él. Y me parece un camino válido, por eso te lo comparto. Yo lo he recorrido y lo sigo recorriendo tenazmente día tras día de estos casi treinta años viviendo en el Monasterio. Como algunos de estos personajes, como ti misma, interpelé a Dios y, como no me conformo con el silencio, decidí buscar, quizá enojada, pero decidida, en la espera de encontrar una pista, un sentido, no siempre fácil ni inmediato. A veces puede parecer inútil, no encontramos nada y caemos en el desaliento, pero las respuestas que realmente interesan en la vida no se consiguen en un buscador de Internet ni con un clic de la computadora. La vida no viene con manual de instrucciones ni es como esas comidas rápidas que se ponen en el horno de microondas y ya está. La vida es artesanal, es una aventura personal y diferente para cada ser humano, pero es bueno conocer por dónde han ido y van otros. Saber que otros lo han intentado y salido adelante permite estar abiertos a las sorpresas del camino.

Si el que tiene todo en sus manos es Dios, quizás habría que empezar por intentar conocerlo, ¿no te parece? ¿Viste cuando un amigo o alguien que conocemos bien hace alguna cosa que no entendemos? Decimos: “¿Qué le pasó? Él no es así. Alguna razón debe tener para actuar así”. Y después cuando nos enteramos o nos lo dice, respiramos aliviadas: “¡Yo sabía que algo así debía haber pasado! ¡Ahora te entiendo!”. Bueno, con la vida o con las cosas difíciles que nos tocan vivir puede pasar algo así. Si Dios no actúa de otra manera, alguna razón debe haber. Convendría aprender un poco más de Él para ir captando por dónde puede ir la historia, ¿te parece? Ten a mano tu Biblia porque la necesitamos para el camino.

Mientras, te dejo Tarea para el hogar, como cuando íbamos a la escuela. Ya sabes que sigo teniendo mi corazón docente:

¿Te has preguntado alguna vez lo que se preguntaba Maite? ¿Ves las cosas buenas que hubo y hay en tu vida? ¿Te parece posible intentar conocer algo más de Dios?

En la próxima empezamos.

Magdalena

Más allá del dolor

Подняться наверх