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LA EXCELENCIA EN LA COMUNICACIÓN

La comunicación excelente se consigue combinando acertadamente poderes y contrapoderes. El poder de la palabra, sí, pero también el contrapoder del silencio. La historia está llena de discursos fallidos, de oportunidades perdidas, de alocuciones trascendentales pronunciadas en momentos importantes de un país, de una empresa, de una asociación o de un liderazgo en las que no se supo combinar acertadamente el poder de la palabra con el contrapoder del silencio.


Pero, aun dominando ambos, ese poder y ese contrapoder no son suficientes para alcanzar la excelencia en la comunicación si no van acompañados del poder de la emoción, emoción que a su vez necesita del contrapoder de la escucha, la gran olvidada en el proceso comunicativo.

¿Cuántos líderes acabaron perdiendo su condición de tales porque no tuvieron en cuenta la escucha y no supieron emocionar? Capitanearon equipos y sociedades a ciegas hasta perder el privilegio de su condición, y es que nadie es líder porque esa persona lo decida, sino porque logra convencer a los demás de que deben dejarse conducir por quien los despierta, los activa y los hace mejores, estimulándoles con las palabras, escuchándoles atento en silencio, emocionándolos con sus proyectos, haciéndoles sentir que crecen y que son mejores bajo su dirección y liderazgo.

¿Y por qué no le damos valor a la comunicación? Porque no nos enseñaron a hacerlo en las escuelas y en las universidades.

Hablamos como nos enseñaron nuestros padres, y agradecidos estamos. En la escuela aprendimos palabras nuevas y conceptos desconocidos hasta entonces. Pero de las cuatro habilidades imprescindibles para comunicar —LEER, ESCRIBIR, HABLAR Y ESCUCHAR— solo nos enseñaron las dos primeras, salvo excepciones.

Dejemos que sean los maestros Mario Vargas Llosa, Jorge Wagensberg y Carlos Fuentes quienes nos ilustren acerca de estas cuatro habilidades básicas:

LEER: «Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el colegio La Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio. [...] La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño, y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura».1

MARIO VARGAS LLOSA

ESCRIBIR: «Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía, pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo: prolongando el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras».2

MARIO VARGAS LLOSA

HABLAR: «En los diez primeros años de escuela quizá solo merezcan la pena dos cosas: ejercitar el lenguaje (leer y escribir en varios idiomas, el lenguaje matemático, el musical, el dibujo...) y entrenar el hábito de la conversación y la crítica.

Para ello hay que hablar y crear. Para crear, agítese antes de usar: agítense las ideas, agítense los métodos, agítense los lenguajes».3

JORGE WAGENSBERG

ESCUCHAR: «Un escritor tiene que escuchar, porque si no, no sabe cómo habla la gente. Anoche, por ejemplo, pasé dos horas o tres firmando libros en la feria de Buenos Aires. Pero, sobre todo, para oír a la gente, para ver qué piensa. Y, más que nada, yo les pregunto a ellos».4

CARLOS FUENTES

No haber aprendido a hablar y a escuchar, además de a leer y a escribir, nos ha conducido, salvo excepciones, a una debilidad comunicativa bien patente. Eminentes médicos e ingenieros, intelectuales de cualquier especialidad de renombre mundial, brillan apenas con luz tenue en cualquier intervención pública porque se encuentran en realidad en inferioridad de condiciones, salvo que descubrieran a tiempo que tenían la comunicación como asignatura pendiente.

Gabriel García Márquez sostiene que el mundo se divide en dos tipos de personas: los que saben contar historias y los que no saben. Ya sean historias personales, literarias, románticas, empresariales, educativas, políticas, religiosas, recreativas o de cualquier tipo, el mundo se divide en realidad entre los que ya descubrieron el poder de la comunicación y se aprestan a conocerla, aprenderla y dominarla, y los que para su infortunio siguen sin darse cuenta de que casi todo en la vida se mueve bajo el impulso de esa energía esencial.

LEER, ESCRIBIR, HABLAR, ESCUCHAR

Solo es posible comunicar bien si dominamos estas cuatro habilidades.

Las técnicas para saber hablar mejor y escuchar activamente están descritas en este libro.

PALABRA, SILENCIO, EMOCIÓN, ESCUCHA

Solo la combinación perfecta entre estos cuatro auténticos jinetes de la comunicación nos hará ganar la disputada carrera de la excelencia comunicativa.

Eres lo que comunicas

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