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El papel de la antipsiquiatría
ОглавлениеNo es la radicalidad de la denuncia, sino el ámbito de actuación, lo que sitúa la antipsiquiatría inglesa fuera de las reformas psiquiátricas, más allá de sus indiscutibles contribuciones teóricas y su influencia sobre la opinión pública. Después de experiencias iniciáticas, como Villa 21, un intento de reforma realizado por David Cooper en el interior de un hospital psiquiátrico del nordeste de Londres59, las experiencias antipsiquiátricas asistenciales, las «comunidades terapéuticas» (entre otras, la más paradigmática: Kingley Hall, de Ronald Laing) se definen como marginales al sistema de salud —algo sin duda relativamente fácil cuando la atención está cubierta por el que entonces era uno de los modelos sanitarios más avanzados y socialmente progresistas de occidente— y fuera de todo consenso ciudadano.
En realidad, la antipsiquiatría se convierte en un término ambiguo que para la opinión pública representa hasta finales de los años setenta a todos los movimientos de contestación y reforma, desde el SPK (colectivo socialista de pacientes de la clínica de Heilderbeg, que predica la insurrección armada60) hasta las máquinas deseantes de Deleuze y Guattari61, de Gentis a Octave o Maud Mannoni, de Jervis a Basaglia, de las experiencias inglesas a las denuncias de la situación asistencial durante la represión franquista, y muy pronto, con el surgimiento de los procesos de reforma psiquiátrica, en un movimiento contracultural, que pone en cuestión la propia enfermedad mental y la psiquiatría. Crítica global e ideológica de la psiquiatría, que ha servido para dinamitar los límites entre razón y locura, en la conciencia de la época. Al igual que para evidenciar la importancia de las contradicciones sociales, de la alienación, en la producción de la enfermedad mental.
La antipsiquiatría importa, más allá de sus grandes tesis vindicativas, por las aportaciones a la fenomenología existencial que realiza Laing62, fundamentalmente en El Yo dividido, al considerar los estados esquizoides como el resultado de una «inseguridad ontológica» debida a una constitución defectuosa del yo (que no logra conjugar la pluralidad de los papeles que debe desempeñar con la radical continuidad propia de la experiencia personal) y la constatación del carácter social de la subjetividad (en consecuencia: la hipótesis del origen social de la inseguridad ontológica que da lugar a la esquizofrenia); además de los estudios sobre relaciones familiares (Laing, Cooper, Esterson), relaciones institucionales analíticas (Mannoni) y el de las instituciones manicomiales, en especial, con Basaglia y los autores de Psiquiatría Democrática, como veremos a continuación63.