Читать книгу La Reforma Psiquiátrica - Manuel Desviat - Страница 11

La psiquiatría anti-institucional: la reforma psiquiátrica italiana

Оглавление

En el principio fue Gorizia. Mito fundador de la reforma psiquiátrica italiana, experiencia a partir de la cual todo comienza. El Hospital psiquiátrico de Gorizia y una figura carismática, tempranamente muerta, Franco Basaglia. Era finales de 1961 cuando, después de trece años de médico psiquiatra en una clínica universitaria, Basaglia toma posesión del cargo de director del manicomio de la pequeña ciudad de Gorizia, una provincia fronteriza con la antigua Yugoslavia de poco más de 130 000 habitantes. Junto con un grupo de psiquiatras (Jervis, Slavich, Pirella, Casagrande) convierte, en un primer momento, el hospital en una comunidad terapéutica, luego, consciente de los límites, propone devolver a la sociedad al enfermo mental, desmontando la institución, el manicomio.

Esta es la acción de subversión institucional que algunos médicos, psicólogos, sociólogos, enfermeros y enfermos han propuesto y provocado en un hospital psiquiátrico —escribe Basaglia en 1968, prologando L’Instituzione negata—, al poner en tela de juicio, en el plano práctico, la condición misma de internamiento. Basándose en las experiencias extranjeras (en particular la inglesa de Maxwell Jones), procedieron —mediante críticas sucesivas— a la negación de la realidad de la institución psiquiátrica, poniendo en evidencia la posición ambigua de una comunidad que, en tanto que microsociedad, quiere constituirse sobre bases prácticas y teóricas opuestas a los valores dominantes64.

La institución psiquiátrica, la institución total, en el sentido que le da Goffman en Internados65, «es una institución de la violencia que tiene por finalidad la invasión sistemática del espacio personal del enfermo». En palabras de Basaglia:

[…] un enorme receptáculo lleno de cuerpos que no pueden vivirse, y que están allí en la espera de que alguien les tome, para hacerles vivir de otra manera, en la esquizofrenia, la psicosis maniacodepresiva o el histerismo: definitivamente cosificados66.

Quedan pronto atrás las técnicas innovadoras de tipo institucional, reducidas a simple camuflaje de los problemas, ante la lucha contra la exclusión y la violencia institucional, la demolición del manicomio y el traslado de la crisis del enfermo mental a lo social. La psicopatología se pone, de momento, entre paréntesis. La práctica psiquiátrica se convierte en acción política. El psiquiatra, testigo de excepción de la realidad engendrada, «puede ser cómplice o activista para su destrucción», parafraseando Basaglia al Jean-Paul Sartre del prólogo a ese magnífico libro del psiquiatra Frantz Fanon, Los condenados de la tierra67. Ni víctimas ni verdugos. Todos somos cómplices.

Son tiempos de cambio. En Italia, la tradicional fórmula de gobierno centroderecha deja paso, en 1962, con el gobierno presidido por Aldo Moro, a gobiernos de centroizquierda que ensayan reformas sociales, haciendo frente a grandes temas pendientes: la descentralización administrativa, la escuela, la sanidad. En la escena internacional: Kennedy, Juan XXIII, Kruschov; el Black Panther Party, La Internacional situacionista, la utopía de los filósofos de la escuela de Frankfurt y la guerra de Vietnam.

En este contexto, las regiones de Nocera Superiore y Perusa, además de Gorizia, inician procesos de denuncia y cambio de la situación manicomial italiana. Un movimiento, en principio de humanización y transformación del hospital psiquiátrico, de comunidad terapéutica, en palabras de Basaglia, que lo ve como una etapa provisional que debe ser negada, de manera que la acción pueda ser llevada al exterior, a la sociedad misma, donde funcionan los mecanismos originarios de marginación del enfermo mental, para dar paso, a finales de los sesenta a un amplio movimiento, sostenido por numerosas organizaciones de base, el movimiento estudiantil —tan importante en los años sesenta— y los sindicatos obreros. Movimiento aglutinado por una consigna radical: un no rotundo al manicomio.

La reprobación al manicomio se une a la crítica a todas las instituciones de la marginación: los correccionales, las cárceles, los albergues de auxilio social, y aquellas que sustentan la fachada ideológica y moral del sistema social, la familia, la escuela y la fábrica. Pero, sobre todo, confluye en una sociedad civil rica y activa como es la sociedad italiana de los sesenta y setenta, con la apremiante reivindicación de una reforma sanitaria que instaure un sistema nacional de salud universal y equitativo al estilo del británico. El Proccesso al manicomio (título con el que se recogen las actas del histórico Congreso de Psiquiatría Social celebrado en 1964 en Bolonia), una vez ganada la ciudadanía por un movimiento insertado en las luchas sociales, concluye pronto. La sociedad italiana sentencia el manicomio con la Ley 180 de 1977 que decreta su extinción.

En el sentido más formal del término, comenta S. Piro, una ley del Estado puso fin, en mayo de 1977, a la psiquiatría alternativa italiana, porque el conjunto de los objetivos y de las prácticas que proponía, se habían convertido automáticamente en prescripción jurídica del Estado italiano68. Vacío teórico, pérdida de identidad constatada por Basaglia: la lucha contra el asilo no puede ser la identificación del movimiento69. La cultura de la reforma tiene que ensanchar sus miras. Surge un amplio debate —presente desde finales de los sesenta en el núcleo originario de Gorizia—, con sus desgarros, ortodoxos de la negación, traidores y herejes.

Consolidada la reforma administrativamente, hay un aspecto, puesto inicialmente entre paréntesis, que vuelve a ser prioritario. No se pueden ignorar los estados de crisis personal, de sufrimiento psíquico, por mucho que se dé una explicación social al sufrimiento. Giovanni Jervis es uno de los primeros que plantea el problema.

Todo buen revolucionario, sabiendo hasta qué punto puede ser mistificadora la idea misma de psicología o psiquiatría, quisiera tal vez explicar y modificar toda la realidad con el auxilio de instrumentos políticos objetivos, burlándose de la psicología y del sujeto: pero lo cierto es que jamás lo consigue70.

La idea de Jervis de la necesidad de compartir ciertos instrumentos técnicos (sometiéndolos a una crítica teórica-práctica), parte de la convicción de que no basta con remitirse a la crítica marxista de la economía política, al análisis maoísta de las contradicciones o al compromiso revolucionario, para resolver en el quehacer psiquiátrico determinados problemas teóricos ni siquiera prácticos.

Algunos mantenían que el único problema residía en destruir los hospitales psiquiátricos y que las cuestiones concernientes al tratamiento no había que tenerlas en absoluto en cuenta, como tampoco las de organización de los servicios, preparación y puesta al día científicas, etc.71

Rotteli afirma que en la experiencia de Trieste, iniciada por Basaglia en 1971, no se propugnó la suspensión del tratamiento cuando fuera necesario, sino la construcción de nuevas posibilidades, de nuevas formas de entender, de tratar la locura.

La negación de la institución —escribe Franco Rotelli— no era la negación de la enfermedad mental ni de la psiquiatría, tampoco el simple cierre del hospital psiquiátrico sino una cosa mucho más compleja, que tenía que ver con negar el mandato de la sociedad a los psiquiatras para aislar, exorcizar y anular a los sujetos al margen de la normalidad social72.

O en palabras de otro protagonista de la reforma italiana, Dell’Acqua, la experiencia de Trieste llevó a la destrucción del manicomio, al fin de la violencia y del aparato de la institución psiquiátrica tradicional, demostrando que es posible la constitución de un «circuito» de atención que, al mismo tiempo que ofrece y produce cuidados, ofrece y produce nuevas formas de sociabilidad y de subjetividad para los que necesitan asistencia psiquiátrica73.

La Reforma Psiquiátrica

Подняться наверх