Читать книгу La universidad cambiante. El uso de nuevas tecnologías y transferencia de resultados para la inclusión y el cambio social - Manuela Durán Bernardino - Страница 12
3.4. LA HUMANIZACIÓN DE LA TECNOLOGÍA: ¿LLEGARÁ EL COBOT A TENER SENTIMIENTOS CON SU COMPAÑERO DE TRABAJO? ¿Y A LA INVERSA?
ОглавлениеLos diseñadores de robots, como máquinas que son, apenas podrán aspirar a que las mismas imiten, cierto que cada vez con más perfección, los genuinos sentimientos de las personas. Esa imitación vendrá determinada por el desarrollo gradual de la IA. Los verdaderos sentimientos del ser humano, con sus variables irracionales y la inteligencia emocional que los gobierna en muchas ocasiones, es realmente difícil de racionalizar para una programación. Una cosa es humanizar la tecnología, esto es, ponerla al servicio del hombre, y otra bien distinta es pensar que una tecnología, incluso con “rostro humano”, pueda pensarse que genere verdaderos sentimientos (al menos tal como los entendemos para el ser humano). Todo lo más, se considera que habrá dispositivos que imiten el sistema neuronal humano, incluso con mecanismos que imiten nuestros sentidos y con capacidad de decisión. Pero cuando hablamos de sentimientos ello no deja de ser una ficción, pues nos referimos a algo más profundo, que solo acompaña a la persona.
Otra cosa bien diferente será la afectividad –incluso sentimental–que los humanos tengan hacia una máquina humanizada, lo que quizá venga favorecido por su aspecto antropomórfico. Las personas desarrollan apego a los objetos por lo que no es descartable en absoluto que un ser humano tenga sentimientos hacia este tipo de máquinas, como ya sabemos que sucede, por ejemplo, con nuevas mascotas virtuales (herederas de los viejos tamagotchi) o los cuidadores robóticos. Ya conocemos, especialmente por las noticias de Japón, los vínculos sentimentales que se generan hacia muñecos, robots u hologramas de aspecto humanoide y personas.
En todo caso, los cobots, hasta cierto punto, sí que podrían programarse para interpretar el tono de voz, las expresiones y comentarios del humano compañero de trabajo y, en base a ellos, adoptar las decisiones o conductas más adecuadas o compatibles con el estado de ánimo del trabajador (apoyándolo, incentivándolo, etc.). Claro, todo ello también se presta a una manipulación permanente en la interacción para extraer del trabajador la máxima productividad posible y hacer del mismo un autoexplotado feliz.