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CAPÍTULO II Contexto histórico Batalla en Tonalá

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En 1530, cuando llegaron los conquistadores españoles al occidente de México, esta región estaba habitada por una variedad de grupos indígenas, cada uno de los cuales hablaba su propia lengua. Los tecuexes y los cocas se encontraban en gran parte del actual estado de Jalisco y convivían en la provincia de Tonalá (Baus, 1982: 9). Aunque ambos grupos lucharon contra Nuño de Guzmán, el conquistador usó a los cocas para someter a los belicosos tecuexes.

Con el fin de que le tuvieran suficientes bastimentos para su gente y los animales, Nuño de Guzmán envió a Tonalá un mensajero, quien al llegar al pueblo dijo que los españoles «traían unos animales que corrían mucho, y los alcanzarían y matarían y comerían a bocados». La señora cacica le dijo que por su parte ella y sus tierras eran del emperador y tendrían todo lo necesario y que le diese dos días para comunicarse con sus capitanes y gente de guerra (Tello, 1968: 113-114).

Tonalá tenía por gobernante a una mujer llamada Cihuapilli Zapotzintli (noble mujer dulce zapote). Sus caciques y deudos se enojaron porque no se les había comunicado antes y sin saber su voluntad; ella dijo que ya había dado su palabra. Guiados por los indígenas de Tlajomulco, se dirigieron los españoles a Tonalá:

…mientras los capitanes se pusieron en un zerro alto, y vieron venir el campo tendido, tan grande que ponía espanto […] era más de lo que ella decía, […] le salieron a recibir más de tres mill yndios muy emplumados y galanes, con muchas danzas y bayles a su uso, y la Casica le mató un puerco y echó en barbacoa muchas aves de la tierra, y se lo presentó a la entrada del pueblo y servicio de yndias y doncellas (Tello, 1968: 114).

Nuño de Guzmán entró al pueblo de Tonalá en marzo de 1530. Cuando estaba con sus anfitriones a punto de comer, se escuchó un gran tropel y voces de los amigos que decían: «¡Arma! ¡Arma! ¡Enemigos! ¡Traición!». Era la gente de Coyula, que se dirigía armada a Tonalá y al parecer quería matar a la cacica. Entonces Nuño le dijo a ella que lo quería hacer caer en una trampa y era fingido el buen recibimiento (Tello, 1968: 115). Mientras tanto:

...los capitanes y gente de guerra de la nación tecuex[e], supieron que había venido Nuño de Guzmán con sus españoles y yndios mexicanos; se juntaron luego con los principales […] y con grandes exclamaciones decía[n] a voces: ya viene el Dios de los tlaxomultecas (Tello, 1968: 115-116).

En la plaza de Tetlán se empezó a escuchar:

...sabed que ya viene el Dios de los Tlaxomultecas; aparejaos, animaos y esforcaos, haced hondas para que ape[e]dremos al Dios de los Tlaxomultecas, porque esta arma es a la que más teme, y a éste hemos de procurar matar, […] hacer muchas flechas, aderecad vuestros arcos y tened aparejadas las macanas para que matemos a este Dios que tanto daño nos viene a hacer. A lo qual respondieron todos: Si el Dios de los Tlaxomultecas no pereciere en tres días, damos palabra de irlos a coger a ellos y matarlos y comerlos, haciendo tamales de sus carnes (Tello, 1968: 115-116).

Cinco pueblos fueron los que salieron al encuentro de los españoles:

Tonalán, los de Coyulán, los nahualtecas, chiltecas y los tzitlaltecas, los que salieron a pelear con los españoles con sus arcos, chimales y macanas (Tello, 1968: 116).

[…] saliendo al encuentro los capitanejos, hicieron en el suelo tres rayas, dando a entender ser aquel campo destinado para la batalla de cuyas líneas no permitirían se diese un paso… (Mota Padilla, 1920: 61).

La gente de Nuño iba por «…una calle abierta desde la casa de esta señora a dar al cerrillo y a la entrada de ella asestaron los tiros, y los yndios de guerra no hacían sino hacer vallas en la calle, diciendo que no pasasen de allí porque los matarían» (Tello, 1968: 116). Y se ordenó a la artillería comenzar y tuvieron una sangrienta batalla en la que el gobernador y capitán, Nuño de Guzmán, hubiera perdido la vida de no haber entrado en su defensa el capitán Cristóbal de Oñate.

Cuenta fray Antonio Tello que en la batalla de Tonalá fue visto Santiago en el cerro Xictepetl o cerro del Ombligo, hoy de la Reina:

…en este puesto los desbarató el apóstol a vista [...] [del] exército y de los yndios, y fue la primera aparición del santo apóstol en el Nuevo Reino de la Galicia […] los indígenas se bajaron a una quebrada, y estos se escaparon todos; pero los que subieron al zerro […] fueron los yndios coyultecas, y otros de los pueblos dichos, sin que quedase uno… (Tello, 1968: 116).

Al respecto, en Tonalá una leyenda cuenta que después de que los indígenas bajaron la barranca se escondieron en algunos refugios rocosos como cuevas y cuando salieron de ahí llevaban pegados en sus caras y cuerpos animales rastreros con los que habían estado conviviendo. Por eso traen animales las máscaras de los tastoanes. Otras personas cuentan que los traen porque representan las heridas que les dejó la espada de Santiago.

El mismo día de la batalla, Nuño de Guzmán tomó posesión del pueblo para sí, y al otro día se juntaron los jefes de la región, que le fueron a dar obediencia (Tello, 1968: 117).

El misionero fray Antonio de Segovia edificó una capilla justo donde fue visto Santiago, en memoria de la supuesta aparición del apóstol cuando ocurrió este fuerte enfrentamiento de los conquistadores con indígenas de Tonalá, para defenderlos de los naturales que los agredían por estar en sus propiedades y tomando posesión de las tierras y todo lo que había en ellas (Tello, 1968: 116).

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