Читать книгу Los cuentos del conejo de la Luna - María José Alcaraz Meza - Страница 11
Melancolía
ОглавлениеEsta historia comienza con una estrella triste. Una dama que se sentaba en la ventana de su torre a llorar la angustia aprisionada en su interior. Sus alas hechas de niebla caían por su espalda como un manto y alisaba con sus manos temblorosas la falda de un vestido bordado con luces del alba. Su larga cabellera oscura cubría sus hombros, rozaba la alfombra bajo sus pies. Sobre su frente tenía una diadema que la identificaba como la princesa Doira de la Ciudadela de las Estrellas, y por quien lloraba era su padre, el orfebre que con sus propias manos había armado las coronas de las últimas tres reinas. Se celebraban los funerales en el palacio, pero los médicos de la corte le habían prohibido la despedida en consideración a su estado. Esta estrella triste se abrazaba al vientre redondeado que curvaba su vestido, donde crecía una niña bañada en su tristeza.
En algún momento de nuestras vidas todos nos rompemos, algunos más pronto que otros. El nacimiento de esta niña se dio en el atardecer y entre los sollozos de su madre, que seguía aferrada a esa melancolía enferma que la condenaba al llanto de todos los días. Sucedió que esa misma tristeza se cerró como una coraza para la niña dentro del vientre, tuvo que abrir sus diminutas y frágiles alas para romper esa seda que la envolvía y, al hacerlo, fue como si pedazos afilados lastimaran a su madre y a ella en el mismo momento. En un único grito su madre liberó todo ese dolor que le carcomía el espíritu, fue libre al fin. Pero las alas de la niña que acababa de nacer eran retazos quebradizos que la partera tuvo que cubrir con una manta.
De la más profunda melancolía de su madre había nacido, sacando fuera todo ese dolor callado que la estaba matando. El sacrificio fueron sus alas, que la hizo una criatura incapaz de volar en una ciudad que pendía de las nubes más elevadas, donde todos los habitantes vagaban con sus pies suspendidos en el aire y ascendían hasta las constelaciones con sus alas, para que estos mapas siguieran guiando a los merodeadores de la tierra. Heredó una cabellera tan oscura como su madre, que usó para esconder su defecto, ese par de alas rotas.