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Regímenes de signos

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Para la pragmática, la unidad elemental del lenguaje es el enunciado y todo enunciado es una consigna; estos son postulados esenciales para realizar otro análisis de las perspectivas lingüísticas que tome a la pragmática como un aspecto interno a la misma.

Una regla de gramática es un marcador de poder antes que un marcador sintáctico, la información es el requisito mínimo para la emisión y transmisión de órdenes. Habitualmente se confunde la vida humana con el lenguaje mismo, este estrato antropomorfo tiende siempre a derramarse en los otros estratos de la vida, pero la vida no habla, escucha y espera, por lo tanto, el lenguaje no puede confundirse con la vida.

La consigna es una función co-extensiva al lenguaje; no se puede nunca percibir o suponer el origen del lenguaje porque éste siempre va de algo dicho a algo que se dice. Tal como Wittgenstein establecía, el lenguaje es apto para hablar de todo menos de sí mismo, es por consiguiente siempre un discurso indirecto.

Por otro lado existen relaciones intrínsecas entre las acciones y las palabras, tanto que hay acciones que sólo se realizan al decirlas; a esto se lo ha denominado el aspecto performativo del lenguaje, y en un sentido más amplio, ilocutorio, lo que se hace al hablar. En principio el performativo está ligado al imperativo, por lo tanto fue considerado como extrínseco al lenguaje; pero en la perspectiva pragmática no puede desprenderse del lenguaje mismo, no puede dejar de ser coextensivo e inmanente al leguaje mismo.

De las características del performativo se desprende. 1) La imposibilidad de percibir al lenguaje sólo como un código en tanto éste efectúa actos específicos, inmanentes e implícitos. 2) La imposibilidad de definir una semiótica, una sintaxis, o una fonemática por fuera de una pragmática. 3) La imposibilidad de mantener la distinción lengua-habla dado que el sentido y la sintaxis de la lengua no pueden definirse independientemente de los actos de palabra.

¿Puede considerarse la comunicación inter-subjetiva como una mejor noción lingüística respecto de la transmisión de la información objetiva? Esta idea supone la existencia previa de sujetos como autores de los enunciados de donde se explican todos los presupuestos de la lingüística.

Hay enunciados consagrados a la ejecución de ciertas acciones, estos son los ritos, a tal punto que ni los actos jurídicos ni religiosos han podido separarse de ellos aunque en las concepciones del mundo moderno se le sustraiga el trasfondo de esta acción colectiva, volviéndose así en general abstractos y supuestamente universalizables con las consecuencias políticas y éticas a que esto conlleva.

El performativo se explica por el ilocutorio que constituye los presupuestos implícitos y no discursivos del lenguaje, el ilocutorio se explica por la existencia de agenciamientos colectivos de enunciación que distribuyen los procesos de subjetivación o las asignaciones de sujetos en la lengua, pero estas nunca dependen o provienen de ellos, los procesos de subjetivación derivan siempre de agenciamientos colectivos complejos.

La consigna como unidad del lenguaje es la relación de cualquier palabra o enunciado con presupuestos implícitos, o sea con actos de palabra que sólo pueden realizarse en él. Entre el enunciado y el acto de palabra no hay identidad sino agenciamiento maquínico y la relación es de redundancia. Esta tiene dos formas: frecuencia y resonancia, la primera remite a la significancia de la información y la segunda a la relación de intersubjetividad. Lo que hay que tener en cuenta es que no hay nunca significaciones independientes de las significaciones dominantes, por lo tanto no hay subjetivación independiente de las formas de sujeción; por lo tanto sólo hay individuación de los enunciados y subjetivación de la enunciación en la medida que el agenciamiento colectivo e impersonal lo exige y lo determina.

Por otro lado hay que distinguir las acciones y las pasiones que afectan los cuerpos, del puro acto instantáneo o atributo incorporal, la transformación incorporal se reconoce en su instantaneidad, inmediatez, simultaneidades en que se expresa y el efecto que produce, por un lado entonces están los ritos y por otro, ciertas consignas fechadas que producen transformaciones.

Se trata siempre de mezcla de cuerpos reales, por ejemplo, la consagración es un puro expresado de un enunciado que transforma los cuerpos atribuidos en él, como veremos en el análisis de los ritos.

“Las consignas o los agenciamientos de enunciación en una sociedad determinada, los ilocutorios designan una transformación instantánea de los enunciados con las transformaciones incorporales o atributos no corporales que ellos expresan” (Deleuze-Guattari, 1997, p.85).

Se puede considerar la prohibición del incesto tal como la enuncia Lévi-Strauss como un ilocutorio que transforma al cuerpo social en su conjunto en tanto bloquea y distribuye el flujo intensivo de la sexualidad, a través de los sistemas de parentesco considerados entonces como agenciamientos colectivos de enunciación. ¿Puede pensarse en el enunciado de la prohibición como punto cero en tanto no puede ser fechado? O bien considerar que los enunciados míticos, en el intento de escapar a la consigna co-extensiva al lenguaje, no utilizan fechas, pero sí se ubican siempre en el momento de una temporalidad cero, enunciada como un antes y un después. Contrariamente a esto la historia es inseparable de las fechas, se trata de consignas fechadas, transformaciones semióticas, por ejemplo, el fin de la convertibilidad en diciembre de 2001 en la Argentina, que produce transformaciones en el ámbito de la política y de la micropolítica, afecta a los cuerpos y a las relaciones entre ellos.

Los agenciamientos varían permanentemente y están siempre sujetos a transformaciones, hay que tener en cuenta las circunstancias para que el acto de enunciación se efectúe y no aparezcan sólo como un relato delirante, o como parecen a veces ciertos relatos míticos descontextualizados.

Toda transformación se dice de los cuerpos y se efectúa en ellos pero en sí misma es incorporal en tanto siempre es interna a la enunciación, un ejemplo claro estaría dado por las prácticas chamánicas.

La pragmática no apela solamente a las circunstancias externas, extrae variables de expresión o de enunciación que son para la lengua razones internas que le permiten no quedar encerrada en sí misma.

La pragmática es siempre una política de la lengua en tanto las variaciones de las consignas y de los atributos no corporales que se relacionan con los cuerpos sociales se efectúan en actos inmanentes. Por ejemplo se extrae de las masas, efecto de la disolución comunitaria, una clase proletaria en tanto que agenciamiento de enunciación antes de que existiera el proletariado como cuerpo; se extrae además de la clase proletaria una vanguardia que constituirá “el partido” como cuerpo diferente; se deduce de esto que toda consigna es sustraída de la suma de particularidades de una situación política determinada.

La política determina a su vez cambios en la lengua, haciendo variar tanto el léxico como la estructura, los elementos de la frase y las consignas, por consiguiente los enunciados sólo pueden ser evaluados de acuerdo a las implicaciones pragmáticas.

La gramaticalidad es la evaluación de las variables internas de enunciación relacionadas con el conjunto de las circunstancias históricas, por ejemplo el brusco y amplio cambio de circunstancias políticas que se producen en América después del dispositivo de la colonización. Se trata entonces de cambios profundos en la organización del poder que atañe al conjunto de la vida colectiva pero que a su vez producen una operación de desalojo de la narrativa mítica para instaurar una axiomática acorde al poder centralizado y a las creencias dogmáticas de lo Uno.

Los agenciamientos se reúnen en máquinas semióticas o regímenes de signos. Toda sociedad está siempre atravesada por varias semióticas y posee por lo tanto regímenes mixtos; como vimos pueden surgir variables que modifiquen las consignas y no pertenezcan todavía a un régimen de signos.

El discurso directo es siempre sustraído del indirecto en la medida que las operaciones de significancia y los procesos de subjetivación en un agenciamiento están distribuidos, atribuidos y asignados, o que las variaciones de agenciamiento entran en relaciones constantes por más provisorias que sean. De ahí que sea necesario siempre estudiar conjuntos de mitos, series y nunca una versión aislada del mismo.

El discurso directo es un fragmento, nace del desmembramiento del agenciamiento colectivo, se desprende de un agenciamiento molecular que no está dado en la conciencia, no depende sólo de determinaciones sociales aparentes y reúne muchos regímenes de signos heterogéneos. Esto se ha dado en llamar glosolalia. Por ejemplo, la conciencia de sí es efecto de la transformación incorporal de una consigna o el resultado de un discurso indirecto.

El agenciamiento, por otra parte, no se corresponde con las lenguas, ya que la lengua se define por las constantes, y el agenciamiento, por el uso de esas constantes en función de variables internas de la propia enunciación, estas son variables de expresión, los actos inmanentes o las transformaciones incorporales. Las variables pragmáticas de uso son internas a la enunciación y forman los presupuestos implícitos de la lengua.

En todos los casos los procesos de subjetivación y el movimiento de significancia remiten a regímenes de signos o agenciamientos colectivos de enunciación.

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Los agenciamientos incluyen siempre dos segmentos, uno de contenido y uno de expresión; se puede decir que en un eje horizontal hay agenciamiento maquínico de cuerpos, de acciones y de pasiones y a la vez un agenciamiento colectivo de enunciación, de actos, de enunciados, transformaciones incorporales que se atribuyen a los cuerpos.

Hay variables de contenido que son proporciones en las mezclas o agregados de cuerpos y hay variables de expresión que son factores internos a la enunciación

Tanto el contenido como la expresión tienen su propia formalización, no se le puede asignar a la forma de expresión la función de representar, de describir o de constatar. No hay correspondencia ni conformidad ya que son de distinta naturaleza, por lo tanto independientes y obviamente heterogéneas.

Las dos formalizaciones, de expresión y contenido, no fundan ningún paralelismo ni ninguna representación, sino una fragmentación de las dos, una manera de insertarse las expresiones en los contenidos, de pasar constantemente de un registro al otro, de actuar los signos sobre las cosas, al mismo tiempo que éstas se extienden y se despliegan a través de los signos; se habla desde el estado de cosas o estado de contenidos, su independencia funcional es su presuposición recíproca que se da en el paso incesante de una a otra, la independencia es distributiva, se pasa de las consignas al “orden mudo” de las cosas y a la inversa; por consiguiente expresión y contenido están siempre más o menos desterritorializados.

Es un error creer que el contenido determina la expresión a la manera como Marx plantea los modos de producción cuando dice que no es la conciencia la que determina la existencia sino por el contrario la existencia determina la conciencia, y como consecuencia la ideología puede quedar reducida al lenguaje como pura abstracción.

La categoría de producción rompe con los esquemas de representación, de información y de comunicación dado que un agenciamiento remite a una mezcla de cuerpos en una sociedad que incluye atracciones y retracciones, alteraciones, alianzas, penetraciones y expansiones.

Un régimen alimentario, un régimen sexual regulan mezclas de cuerpos obligatorias, permitidas o necesarias mediante códigos referidos a los flujos respectivos. Las herramientas nunca tienen valor por sí mismas sino que suponen nuevos agenciamientos maquínicos, presuponen una máquina social que las selecciona y las incluye en su filum. Por lo tanto lo que existe es la primacía de una máquina semiótica sobre las herramientas, el agenciamiento actúa en un plan de consistencia en donde no existe ni lo profundo ni lo superficial.

Otro error es suponer la suficiencia de la expresión como sistema lingüístico; las nociones de significación y referencia tienen que ver con la idea de una estructura de expresión autónoma y constante, mientras que por el contrario una máquina abstracta se define por los agenciamientos, mejor dicho, por el diagrama de dichos agenciamientos. Ni el contenido es un significado ni la expresión es un significante, ambos son las variables del agenciamiento, por consiguiente es necesario relacionar las determinaciones pragmáticas, semánticas, sintácticas y fonológicas con los agenciamientos de enunciación de los que dependen.

La máquina abstracta nunca es puro lenguaje. Es el lenguaje el que depende de ella y no a la inversa. Máquina abstracta que produce los mitos no considerados entonces como discurso mítico sino como agenciamiento singular de enunciación que está en permanente proceso de descodificación y desterritorialización para fugar de la reterritorialización, salvo en la in-versión del mito único, en donde una constante se define especialmente por su función de centro.

Los mitos, justamente pondrían en evidencia esta acción constante de dispersión del principio centrado, mediante la sustitución de éste por el desarrollo continuo de una forma que no cesa de disolverse o descentrarse.

Poner en variación continua, como ocurre con las versiones de los mitos, elementos cualesquiera es una operación que hace surgir permanentemente nuevas distinciones, pero no conserva ninguna como definitiva ni establece ninguna de antemano.

El modelo lingüístico por el cual la lengua deviene objeto de estudio se confunde con el modelo político por el cual la lengua está homogeneizada, centralizada, estandarizada, es por tanto lengua de poder mayor o dominante y es por esta razón que el orden de la ciencia garantiza la existencia de un orden superior.

“Formar frases gramaticalmente correctas es, para el individuo normal, la condición previa a toda sumisión a las leyes sociales (...) La unidad en la lengua es fundamentalmente política. La empresa política (lingüística) de extraer constantes y relaciones constantes siempre va acompañada de la empresa política de imponerlas a los que hablan, de transmitir consignas” (Deleuze-Guattari, 1997, p.104).

Hay por lo tanto dos tipos de lenguas, mayores y menores, altas y bajas, las primeras se basan en el poder de las constantes, las segundas en las potencias de las variaciones; por consiguiente hay una imposibilidad de distinguir los dialectos sino es en relación a una “lengua mayor”, por otro lado no hay lengua que no tenga sus propias minorías internas, endógenas, intra-lingüísticas.

Las constantes están siempre sacadas de las propias variables: los universales no tienen más existencia en sí en la lingüística que en la economía y se deducen de una universalización o de una transformación que tienen por objeto las variables; en realidad, constante no se opone a variable, son formas de tratamientos de las variaciones continuas.

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