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Código y Axiomática
ОглавлениеDeleuze va a retomar el concepto de código como lo expuso Lévi-Strauss en sus trabajos La alfarera celosa y De cerca y de lejos, no limitándolo sólo a los mitos, sino extendiendo su perspectiva a todos los planos del campo social.
Sobre el cuerpo de una sociedad pasan flujos. Son entonces una intersección de flujos que circulan en distintas direcciones, interceptados por códigos. Cada una de las personas de una sociedad se instala en ese lugar de intersección. Por consiguiente el campo social se constituye mediante el corte que los códigos realizan a los flujos y por la demarcación de la territorialización.
Las sociedades temen justamente a los derrames, esto es lo que ocurre cuando los flujos producen excesos y estos los hacen escapar fuera de todo control y de toda delimitación territorial; es en este punto que resulta interesante volver a trabajar la relación entre la naturaleza y la cultura. En la primera los códigos están inscriptos en los estratos que la conforman, en la segunda se trata de un acto de autodeterminación, no de un orden a la manera de un cosmos definitivo, que nunca alcanza ni alcanzará, por el contrario se trata de un caos-cosmos en movimiento.
Si bien la función fundamental de la sociedad es crear los códigos, sin embargo si en algún punto éstos se exceden, o sea operan como sobrecodificación, se produce una obturación del campo social, que se traduce en miedo, impotencia, o violencia.
En realidad de esto se tratan las preocupaciones centrales de los relatos míticos y de los ritos; Lévi-Strauss afirmaba que todo orden es superior al caos, pero el problema es que nunca es definitivo, es por eso que permanentemente hay que reactualizarlo; diríamos que ha sido la gran tarea de las sociedades sin estado, no porque pertenecieran a un estadio inferior de un supuesto desarrollo evolutivo, sino porque consideraban que era necesario conjurarlo: ningún orden único o central es capaz de codificar todos los flujos, como se pone de manifiesto en los más terribles estados totalitarios o fascistas.
Lo increíble, dice Deleuze, es que el capitalismo se haya constituido, sobre lo que significó el mayor terror, la descodificación y la desterritorialización.
“La paradoja del capitalismo es que se trata de una formación social que está constituida sobre lo que era lo negativo de todas las otras. Eso quiere decir que el capitalismo no ha podido constituirse más que por una conjunción, un encuentro de flujos descodificados de todo tipo. Lo más temido por todas las formaciones sociales sería la base de una formación social que debía engullirse a todas las demás. Aquello que era lo negativo de todas las formaciones ha devenido la positividad misma de nuestra formaciones. Esto es estremecedor” (Deleuze, 2005, p.22).
La conjunción de flujos descodificados que caracterizan el fin de la época feudal, fue lo que hizo posible la emergencia del capitalismo. Por un lado la descodificación de un modo de propiedad territorial, bajo la forma de grandes extensiones de territorio, bajo el régimen de propiedad privada, por el otro, la aparición de grandes flujos monetarios, que se acumularon e incrementaron mediante el desarrollo del comercio, y por último la descodificación de un flujo de trabajadores que se convierte en mano de obra, debido a la desterritorialización de siervos, artesanos y pequeños campesinos desplazados de los ejidos feudales. Lo que hace posible la formación del capitalismo es su encuentro, ya que en otros momentos de la historia, pudo darse pero no su produjo su conjunción; habría que agregar a estos elementos la conjunción entre el oro, la plata y el cobre, elegidos como equivalente único por su escasez, en la emergencia del mercantilismo y la expoliación del suelo americano que permitió la gran acumulación que hizo posible la aceleración de la gran industria.
Por otro lado el dinero se descodifica y deviene capital-dinero y los trabajadores arrancados de sus territorios devienen sólo propietarios de su fuerza de trabajo; estos procesos independientes podrían no haberse encontrado, ya que el primero es efecto de la conversión del dinero en capital comercial y capital bancario, y el segundo de un proceso de desterritorialización. Como dijimos:
“El capitalismo se ha constituido sobre la quiebra de todos los códigos y territorialidades sociales preexistentes. ¿Qué significa esto? Que el capitalismo es una máquina demente” (Deleuze, 2005, p.23).
Esta propuesta es lo que lleva a Deleuze-Guattari a plantear la relación entre capitalismo y esquizofrenia, ya que en esta característica radica la imposibilidad de conformar comunidad. La esquizofrenia es un proceso de permanente descodificación, no se tolera ningún código, se los disuelve y de esa manera se disuelve subjetivamente. El capitalismo se vuelve esquizo en el nivel del proceso económico, disuelve, interpela e intercepta todos los códigos y los convierte en una axiomática.
“Todas las otras formaciones sociales han funcionado sobre la base de un código y de una territorialización de los flujos. Entre la máquina capitalista que hace una axiomática de los flujos descodificados o desterritorializados y las otras formaciones sociales, hay verdaderamente una diferencia de naturaleza que hace que el capitalismo sea el negativo de las otras sociedades” (Deleuze, 2005, p.23).
Lo que resulta interesante es cómo además necesita conformarse en la forma de la denegación y la desmentida, porque mientras realiza esta brutal operación, que la ensaya en las aventuras coloniales, se erige en la única cultura propiamente humana, en la cúspide de un supuesto proceso evolutivo y lineal.
El sistema inventará un dispositivo mediante el cual aparecerá como coherente, como el único que ha logrado la racionalidad; el esquizo, por otra parte, escapará siempre a toda axiomatización, en ese sentido los relatos míticos nunca pueden entrar en esta axiomatización y quedarán así excluidos como falsedades sin sentido o supersticiones irracionales.
Los autores comparan entonces el capitalismo con la esquizofrenia, tal el subtítulo del Anti-Edipo y de Mil Mesetas, porque tienen en común la primera parte de la operación, la descodificación y la desterritorialización, pero el esquizo muere antes de dejarse capturar nuevamente por los códigos, mientras que el capitalismo los niega y deconstruye para unificarlos en una axiomática, en una operación que tanto Marx como Freud, caracterizarán por el equivalente único: éste se erige en la expresión máxima del sistema, de esta manera el esquizo es también el reverso del capitalismo.
No existen primero un flujo y luego un código, sino que se dan simultáneamente en el campo social, se reconocen los flujos porque están codificados.
El campo antropológico puede dar cuenta de este funcionamiento, ya que el mismo caracteriza a todas las sociedades sin estado, es decir sin axiomática; en ellas cada flujo aparece bajo el régimen de su código, es decir que lo que existe son múltiples planos de regulación social y sus relaciones transversales, pero nunca unificadas, esto es lo que constituía un grave peligro para estos grupos. En la interpretación de los etnógrafos, ajenos a esta complejidad, se trataba simplemente de sociedades sin estado, es decir sin ley.
Fue Lévi-Strauss quien reconoció claramente estas relaciones entre flujo y código, su estudio sobre el parentesco da cuenta de cómo en todo grupo el código sexual establece quién queda en el grupo, quién pasa o debe separarse. Si bien él lo traduce en la prohibición del incesto, consideramos que en primera instancia se trata de la exogamia, que tendrá su expresión más individual o más localizada en la prohibición del incesto, reconociendo que en nuestra cultura es al revés: en la medida que no son del todo visibles los códigos que regulan la exogamia, aunque sin embargo tampoco están del todo ausentes.
Pero lo que queda claro es que no se puede transitar el campo social sin tener una pertenencia y una territorialidad, y que esto se pone en evidencia en los momentos críticos cuando se rompen los sistemas de codificación, por invasiones, guerras o pestes o, en las narraciones míticas, como lo ejemplifica el mito de Edipo que narra las vicisitudes de alguien que no sabe a dónde pertenece ni cuál es su territorio y por esta razón mata a su padre y se casa con su madre sin saberlo. También hoy podría estar ejemplificado en los grandes movimientos migratorios que atraviesan, bajo distintas formas, los siglos XIX, XX y XXI, en las conflictivas zonas de fronteras, así como en el caso de miles de indocumentados, migrantes y todas las formas de expulsión social.
En obras posteriores, La alfarera celosa y De cerca y de lejos, Lévi-Strauss reconoce que las narraciones míticas se expresan en códigos diferentes, que no son traducibles sino al nivel de los mismos: sólo es posible pasar de código a código. Con esto reafirma que las narraciones míticas dan cuenta que cada flujo necesita de su propio código, y que ambos son reconocibles a la vez, es decir cuando están codificados, siendo esta la manera en que puede captarse la diferencia, en ese lugar en donde los flujos son codificados, de lo contrario se convertirían sólo en flujos que se derraman, lo que parece ser lo más temido en el resto de las sociedades.
Es lógico que este dispositivo complejo haya estado ausente en las interpretaciones antropológicas clásicas porque se invisibiliza bajo la lógica de la identidad y la necesidad de la correspondiente unidad, correlacionada siempre con una concepción de verdad que tiene como sustrato la representación. Las narraciones míticas se esfuerzan por anular, tanto a la identidad, proclamando la diferencia, como a la unidad, dando cuenta de la multiplicidad, y a la verdad, mediante el interjuego interminable de versiones. Reconocemos que su esfuerzo resultó poco útil en una sociedad que se instituye bajo el yugo de la sobrecodificación axiomática, que a su vez amenaza siempre con los totalitarismos, mientras predica incansablemente la libertad.
En las sociedades no-capitalistas los códigos comienzan a vacilar con la colonización, que ha sido la más grande empresa de descodificación de la historia, pero con el agravante de que mientras esto se realiza se monta un operativo de deslegitimación contra las mismas sociedades que avasallan, cuya base supuesta es justamente que en ellas no hay códigos. Luego, tanto cierta filosofía política como también las teorías del evolucionismo, se encargarán de crear las justificaciones supuestamente teóricas.
Esta descodificación se lleva a cabo, por un lado mediante la introducción del dinero que rompe con todos los sistemas de intercambio múltiple, y por otro, con la introducción de la religión monoteísta, que irrumpe en los sistemas de creencias despojando a los habitantes de sus formas de vida y por lo tanto de sus formas de subjetivación, produciendo una catástrofe en la mayoría de los territorios colonizados de la que no nos hemos repuesto, porque a su vez es permanentemente abonada con nuevas estrategias.
Nos dice Deleuze que en las sociedades no-capitalistas, (hay que aclarar que él utiliza el término precapitalista, pero nosotros consideramos que esta expresión conlleva la idea de etapas necesarias, constituyendo un resabio del evolucionismo) se distinguen tres tipos de flujos: los de producción, que abarcan, tal como explica Marx, los de distribución y consumo, los de objetos de prestigio, aclarando que estos existen en sociedades con gran producción de excedente, tal como lo menciona Mauss en su célebre texto El ensayo sobre los dones, y el de mujeres, que trabaja Lévi-Strauss. Lo que se intenta es entonces que puedan ser traducidos a dinero, es decir traducir estos códigos que regulan estos flujos, que evitan fundamentalmente la acumulación de bienes y de mujeres, mediante códigos cualitativos a la simple forma cuantitativa de reproducción infinita del dinero mediante la fórmula D-M-D. Ningún código pudo soportarlo, porque además la forma de la deuda en estas sociedades aparece como finita, tal como se demuestra en los relatos sobre el Potlach, en las sociedades de América del Norte o con el Kula en Melanesia, al contrario de la forma de deuda capitalista, que es necesariamente infinita.
La originalidad del capitalismo respecto de todas las otras formas sociales es que no cuenta con ningún código, sino sólo con algunos residuos desordenados.
“El capitalismo es incapaz de proporcionar un código que cuadricule el conjunto del campo social. Porque sus problemas ya no se plantean en términos de códigos, consiste en hacer una mecánica de los flujos descodificados como tales. Únicamente en este sentido opongo el capitalismo como formación social a todas las otras formaciones sociales conocidas” (Deleuze, 2005, p.27).
Se puede decir entonces, que se trata de un verdadero cambio de naturaleza, esta afirmación deleuzeana, ya había sido marcada por Marx, cuando advierte que nada en los sistemas anteriores, llamados por él también precapitalistas, anticipaban al capitalismo que aparece como un automathón que rompe con todas las formas anteriores y deja a los hombres desnudos, o sea sin territorio y sin códigos, librados a la venta de lo único que poseen, la fuerza de trabajo.
“Marx es el autor que ha mostrado la contingencia radical de la formación del capital. Toda filosofía de la historia es, o bien teológica, o bien historia de las contingencias y encuentros imprevistos. El fenómeno originario del capitalismo es la conjunción de esos flujos descodificados. ¿Ahora bien que asegura esta conjunción?” (Deleuze, 2005, p.45).
Podemos contestar hoy esta pregunta, porque ha asegurado la destrucción del planeta al romperse y destruirse los códigos ecológicos que preservaban el suelo y la biodiversidad de sus especies animales y vegetales, ha provocado enfermedades incurables al desconocer los códigos sociales y ha promovido la acumulación desmedida de bienes, provocando en el otro polo el hambre y la miseria, antes desconocidos e impensables en sociedades que codificaban rigurosamente la distribución de sus bienes preciados.
Puede decirse que el capitalismo de Estado nace en Portugal en el siglo XII. Si, como dice Deleuze la historia puede dar cuenta de los procesos de descodificación de flujos, como de los aparatos que constituyeron y aseguraron su conjunción, es posible afirmar que el capitalismo sustituye los viejos códigos por sus máquinas de axiomatización, que conjugan los flujos y son mucho más crueles que las máquinas despóticas que sustituyen. Se trata de una operación realizada simultáneamente, no hay un momento en que los flujos quedan libres, porque no se hubiera podido reconocerlos.
Este ensayo de descodificación se vuelve a repetir en América, que puede dar claro ejemplo de cómo se logró la acumulación originaria que tanto ha preocupado a los economistas: se trata nuevamente de confluencias contingentes. En la Europa mercantilista se había determinado que el equivalente único se tradujera en metales escasos, que de ahí en adelante se llamarán preciosos: oro, plata y cobre. En América su uso era netamente ritual, su brillo emulaba para las culturas andinas, el brillo del sol y de la luna, su uso pertenecía al código ornamental, y eran y son abundantes en estos territorios, por consiguiente su brutal extracción permitió esta primera gran acumulación mediante la cual pudo darse ese salto cualitativo que se denominó revolución industrial, no sin antes calificar de ignorantes a las culturas que efectivamente ignoraban “el valor” de los metales, justamente por estar inscriptos en otro código.
Por otra parte, las luchas contra el capitalismo realizadas por el socialismo no han escapado a esta axiomática, ni tampoco la pusieron en cuestión, ya que reemplazaron, en parte una axiomática por otra, la uniformización y los totalitarismos, con sus manifestaciones de exclusión y muerte afloraron y ahogaron los intentos emancipatorios, que serán posibles si se reconoce el juego de las diferencias y la multiplicidad.
Estas manifestaciones expresadas en código político también se manifiestan en el arte y en la clínica. También en ambos sistemas se han recodificado los flujos y actúan en conjunción. La pintura religiosa bizantina pone de manifiesto un orden jerárquico, expresado en los agenciamientos piramidales que se corresponde con la sobrecodificación despótica, su ruptura se da a mediados del siglo XV, cuando estallan los códigos despóticos y se da también un estallido de los colores y de cierta forma de concebir los órganos y los sentimientos, se deja de mirar el cielo, la búsqueda de la gracia es sustituida por la búsqueda de la ganancia y la gloria terrenal.
“Será una verdadera máquina conjuntiva, pues se trata de poner en conjunción flujos de colores y de trazos descodificados. Hay una verdadera máquina pictórica que remplazará a los códigos desfallecientes” (Deleuze, 2005, p.48).
En la clínica se puede percibir tempranamente que viejos códigos, como los que se utilizaban en la Europa medieval, basados, por ejemplo, en diferencias de temperaturas, enfermedades que se curaban mediante el calor o el frío, desaparecen para dar lugar a la hegemonía del organismo, desnudo de vínculos externos, y centrado sólo en el buen funcionamiento de los órganos. Al estar basada en el estudio de los cadáveres, en la anatomía renacentista desparece toda idea de flujos y de movimiento; se convertirá después en la base del modelo médico hegemónico, que reasegura el poder del saber médico y que junto a la astronomía y la física mecánica, serán los pilares de la construcción del imaginario de las certezas de la ciencia.
“(…) Cuerpos inertes, incapaces de voluntad y de prejuicio, pero capaces de mostrar, de firmar, de escribir y de garabatear sobre los instrumentos de laboratorio ante testigos dignos de fe (…). Dotados de sus nuevos poderes semióticos, éstos van a construir una nueva forma de texto, el artículo de ciencia experimental, híbrido entre el estilo milenario de la exégesis bíblica –aplicada exclusivamente hasta ahora a las escrituras y los clásicos- y el nuevo instrumento que produce nuevas inscripciones” (Latour, 2007, p.47).
Para terminar, podríamos señalar tres diferencias fundamentales entre código y axiomática trabajadas por Deleuze:
“Un código nunca es homogéneo, está hecho de girones, de pedazos que se van completando poco a poco y que progresivamente cuadriculan un campo social (…) Un código adopta y moviliza signos de toda naturaleza” (2005, p.118). Por consiguiente no puede ser pensado nunca solamente en el plano lingüístico.
“Un código o una codificación, al igual que una axiomática, opera siempre sobre flujos. Ahora bien, la operación propia de un código es calificar los flujos independientemente de su relación. Es decir que la relación entre flujos codificados va a derivar de la calificación de esos flujos por el código (…). En la axiomática ocurre lo contrario, vemos que ella implica una descodificación generalizada. Esta vez ya no hay relaciones indirectas entre flujos calificados por el código, sino que por el contrario la calificación de los flujos deriva de relaciones diferenciales entre flujos que no poseen ninguna cualidad independientemente de su puesta en relación diferencial. El carácter fundamental de la axiomática es que el sistema de relaciones diferenciales entre flujos determina la cualidad de cada uno de ellos” (2005, p.121-122). Por eso en la cultura occidental la axiomática es la condición para que se instaure la operación de equivalente único.
“En una formación no capitalista los flujos son calificados y sólo entran en relación directa derivada de su calificación previa” (2005, p.123), operación que sucede al mismo tiempo. Toda codificación presupone un sistema de reglas que permite la operación de extracción sobre los flujos y a su vez distribución de los restos, “en todo código existen estos tres aspectos: extracción sobre el flujo, separación de cadena y distribución de restos. Cada fragmento de código reúne en una combinación móvil, abierta y finita todos los aspectos heterogéneos considerados” (2005, 123). En este sentido, en los sistemas regidos por códigos múltiples, el desequilibrio es fundamental y constante. En este punto no coincidimos con el planteo de Deleuze, en tanto él considera que en los sistemas no capitalistas no existe la operación de intercambio, hay un “sistema de deuda afectada por el desequilibrio o deuda finita”. Nosotros pensamos que esta es justamente la característica del intercambio no capitalista, que no puede ser confundida con la que inaugura el comercio, para el cual sí es necesario que exista el equivalente único que permite la ganancia y la acumulación. Sin embargo el autor agrega: “(...) que la unidad económica en las sociedades llamadas primitivas pertenece fundamentalmente a combinaciones finitas que hacen intervenir en ellas y en su funcionamiento desequilibrado todos los flujos calificados de manera diferente” (2005, p.124). Esto es lo que nosotros denominamos intercambio.
“Al contrario, desde el punto de vista de una axiomática, lo nuevo es que el sistema de combinaciones finitas y móviles es sustituido por un régimen de la deuda infinita” (2005, p.124). Encontramos en los análisis de Marx esta idea de lo infinito como base de la economía capitalista cuando él afirma que el dinero produce dinero. Esta deuda infinita no termina nunca de pagarse, es como un castigo infinito, un reembolso infinito, continuación de la teología judeo-cristiana.
4. Hoy, algunas concepciones de la antropología englobarían estos aspectos en macro-sistemas semióticos. Véase Viveiro de Castro (2010).