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Rizoma

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La imagen dogmática propia del pensamiento occidental tiene como modelo de funcionamiento la estructura arbórea, en tanto dualista y binaria; esto significa que entre dos pares de opuestos, a la que queda limitada la noción de diferencia, no se acepta la infinita gama de variaciones posibles. Este tipo de pensamiento ha regido tanto el campo teológico como metafísico, y ha sido funcional a las prácticas políticas de exclusión y dominación. Es también co-funcional a las perspectivas de la dialéctica, que en forma sutil niegan la producción de diferencias en tanto éstas quedan subsumidas en la oposición tal como lo desarrolla Deleuze en su texto Diferencia y repetición:

“(...) la diferencia no implica lo negativo, y no admite ser llevada hasta la contradicción más que en la medida que se continúe subordinándola a lo idéntico. El primado de la identidad, cualquiera sea la forma en que esta sea concebida, define el mundo de la representación” (Deleuze, 2002, p.15).

El rizoma, por el contrario, supone la multiplicidad, la conexión, la heterogeneidad, esto significa que no existe ni unidad superior, ni jerarquía, ni centros sino conexiones cualesquiera sin un orden preexistente, respondiendo de esta manera a códigos de naturaleza muy diversa, eslabones biológicos, políticos, económicos, etc.

Todo rizoma está conformado por líneas segmentadas, territorializadas y organizadas, y a la vez atravesado por líneas de desterritorialización que escapan continuamente remitiendo siempre unas a otras. Por otra parte el rizoma no puede ser pensado desde una idea de eje genético ni de estructura profunda ni de estadios sucesivos, nada en suma, que remita a una unidad, a un modelo ni a una copia; se trata siempre, como dicen los autores, de cartografías singulares. En el rizoma no hay por lo tanto ni repetición ni redundancia sino creación intempestiva. No empieza ni acaba, continúa en forma interminable.

Esta categoría de rizoma será fundamental para desarrollar el pensamiento mítico; incluso se podría decir que la “estructura” de los textos de Las Mitológicas es rizomático, ya que comienza por cualquier mito, tomado como mito de referencia que, según su autor podría ser reemplazado por cualquier otro. Si omitiéramos en la lectura los comentarios que siguen el modelo de sobrecodificación estructural de Lévi-Strauss, podríamos realizar un montaje rizomático de los mismos mitos que él enumera, justamente justificaríamos lo que el autor afirma de que los mitos hablan entre sí, mostrando que son mitopoiéticos en tanto dan cuenta de la interminable producción de sentidos.

La imagen dogmática del pensamiento occidental reproduce el modelo jerárquico arborescente que tiene como base sus propias raíces y un tronco que se bifurca siempre binariamente. Es un sistema centrado, fuertemente estratificado que Deleuze-Guattari denominarán “molar”. El rizoma presenta un modelo de sistema acentrado, sin jerarquías que permite múltiples entradas. En ese sentido se constituye en una red que propone figuras de multiplicidades descentralizadas y desterritorializadas. El rizoma es entonces nómada y se irradia en superficie o en superficies inmanentes, por lo tanto designa una lógica de multiplicidades reales. Deleuze-Guattari, en el texto introductorio a Mil Mesetas le adjudican seis principios tomados como sus características fundamentales. El primero y el segundo dan la impronta del rizoma mismo, en tanto que principios de conexión y de heterogeneidad. La conexión es inmediatamente plural ya que se trata justamente de la ligazón de elementos heterogéneos. Este par de principios se aplica a todos los regímenes semióticos, tanto a los lenguajes, ciencias, filosofías y artes como también para dar cuenta de fenómenos en físico-química, biología y neurobiología. De esta manera la cultura no es pensada en términos jerárquicos sino que pertenece plenamente al campo de lo vital. El tercero es el principio de multiplicidad que al decir de los autores “...deja de tener relación con lo Uno, no hay unidad que sirva de pibote en el objeto o que se divida en el sujeto (…). Una multiplicidad no tiene ni sujeto ni objeto sino únicamente determinaciones, tamaños, dimensiones que no pueden aumentar sin que ella cambie de naturaleza, las leyes de combinación aumentan pues con la multiplicidad” (Deleuze-Guattari, 1997, p.14).

Este principio permite pensar el orden por fuera de una continuidad causal y sin sucumbir en el caos. La multiplicidad es siempre plural, variable y fluctuante y por esto indeterminada, un sistema abierto semialeatorio. Esto da lugar al cuarto principio, de ruptura a-significante, porque no tiene justamente articulaciones predefinidas, un rizoma puede interrumpirse en cualquier parte pero siempre comienza nuevamente según una línea u otra. “Todo rizoma comprende líneas de segmentariedad, según las cuales está estratificado, territorializado, organizado, significado, atribuido, etc.; pero también líneas de desterritorialización según las cuales se escapa sin cesar. Hay ruptura en el rizoma cada vez que de las líneas segmentarias surge bruscamente una línea de fuga, que también forma parte del rizoma. Estas líneas remiten constantemente unas a otras” (Deleuze-Guattari, 1997, p.15). Por consiguiente se desprende que, a todos los movimientos de desterritorialización le corresponden movimientos de reterritorialización, estando éstos en continua conexión. Los dos últimos principios son los de cartografía y calcomanía. La cartografía nunca puede responder a ningún modelo estructural, es ajeno a todo principio genético o generativo así como también a la idea de estructura profunda. No hay unidad a partir de la cual se organizarían los estadios siguientes. La propuesta de pensar en términos de mapa es en función de la posibilidad que ofrece a múltiples recorridos y a su vez también la crítica implícita a la idea de calco como copia imitadora de un modelo, lo que dará lugar a la valoración del simulacro en tanto construcción de lo nuevo sin fundamento ni objetivo último.

Procesos de subjetivación

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