Читать книгу Una casa llena de gente - Mariana Sández - Страница 9

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Esta es la imagen: te vas a encontrar rodeada por cuadernos cuya existencia ignorabas. Nueve cuadernos en total y esta carta.

Nunca se te ocurrió sospechar que tu mamá se dedicaba a algo así, ni siquiera cuando percibiste que lo que escribía a solas, de noche, medio a escondidas, combada sobre la mesa, bajo una luz puntual, debía ser algo diferente del trabajo del día. En esos ratos te prohibía la entrada al escritorio y, cuando terminaba, guardaba los papeles con el mismo celo con que vos le ponías candado de plástico a tus agendas rosas. Los encerraba en un cajón con una llavecita que metía en un pliegue invisible de mi billetera; más de una vez intentaste sacármela, pero siempre te descubrí y me enojé.

Ahora entenderás. Lo que anotaba con tanto ensimismamiento no tenía nada que ver con los cuentos que le daba a leer a papá en la cama para que opinara y los corrigiera; esos que alguna vez publiqué en revistas o en suplementos de cultura, junto con otra importante cantidad de archivos de ficción que seguirán esperando la trascendencia detrás de la pantalla impávida de la computadora. Nada que ver tampoco con mis traducciones, con las que luchaba a diario, si bien me encantaba hacerlas, mandarlas a los editores, discutirlas, ser valorada por ellas.

A vos te parecía todo igual: eran las horas de tu mamá entregada a un ejercicio que la transformaba, el territorio de donde volvía con la expresión de alguien distinto.

Una casa llena de gente

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