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EMPRENDER VS ENGULLIR

SANDÍAS CALADAS

(Marzo 5, 2020)

Con una que otra excepción singular, los empresarios reunidos en el Encuentro Nacional De La Empresa advirtieron de la gravedad que representa la incertidumbre que enfrentan, derivada de las posibilidades abiertas en la discusión constitucional. Al parecer, se sienten en la obligación de hacernos conscientes de la imposibilidad de tomar decisiones económicas relevantes en un ambiente así.

Oyéndolos, me sentí avergonzado de mi ingenuidad. Suponía que la incertidumbre era una característica del mundo global –cuando menos eso dicen los libros caros que leo. Que ella ocurre por el constante emerger de contingencias– eventos impredecibles –que producen disrupciones muy veloces de las situaciones políticas, las tecnologías, las habilidades y disciplinas profesionales, las industrias y estrategias de negocios dominantes. No hay certezas duraderas, nada se mantiene constante. Que es una característica de la época histórica en la que nos tocó vivir, pensaba.

Me abochorna enterarme de mi liviandad. Cuando menos en Chile, hasta fines del año pasado, se había inventado un mundo sin incertidumbre, un huerto de sandías caladas, un oasis estable y predecible. Raro, excepcional, no podía durar eternamente… Y, bueno, finalmente se acabó.

Imaginaba que quienes temen a la incertidumbre son las personas que poseen habilidades e identidades fijas que pueden quedar obsoletas en cualquier momento, a las que un mínimo de decencia obliga a procurar proteger de las posibles consecuencias negativas de la inestabilidad. Quienes trabajan por hora, quienes carecen de flexibilidad para rehacer lo que ofrecen en los mercados. Los viejos, los educados en la rigidez, los poco educados, los que se quedan pegados en mundos locales... Es la base de la idea de red de protección social.

Pero la protección contra la incertidumbre la exigen ahora los empresarios. Es necesario que se estabilice el mundo, advierten, dirigiéndose al parecer a la “clase política”. ¿Qué necesitan? ¿Planes que fijen el futuro, que lo calculen y lo calen? ¿Qué piden? ¿Qué les aseguren estabilidad para calcucalar?

Suponía yo –ingenuo de nuevo– que la principal justificación social del rol empresarial y la práctica de emprender es precisamente en tanto que navegantes hacia un futuro incierto; no principalmente como administradores eficientes de lo que está ahí, disponible, calado y cierto. Como navegantes de la incertidumbre juegan los empresarios un rol histórico progresivo, creando nuevas posibilidades históricas para todos. Desde Magallanes hasta Jobs y Musk, pasando por Pasteur, Edison y Ford. Si lo hacen, pueden ganar fortunas, si no, pierden lo suyo. Viven en la incertidumbre. Parten de la base de que, en ausencia de incerteza, o procurando eliminarla, no hay posibilidad de crear algo nuevo, la historia se queda pegada en el pasado.

Bueno, cuando menos en el papel. Al final, no sé si el ingenuo soy yo, o el lloriqueo por la incertidumbre de nuestros empresarios locales constituye un serio error de interpretación de ellos sobre quiénes son.

Crema volteada

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