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PANDEMIA

(Abril 23, 2020)

Palabras de diccionarios ya existentes burbujean en nuestra lengua para nombrar fenómenos nuevos. Pensamos mirando hacia atrás. Pandemia (pan = todo; demos = pueblo) es una. Sugiere nada más que lo que nombra es universal, se refiere a todos y todas. Algo, pero poco, para nombrar lo que ocurre. COVID 19 es peor, y Coronavirus aún más desorientador.

Nombrar es la mitad de pensar, por lo menos. ¿Qué nombre tiene lo que ocurre, entonces?

Tiene algo devastador de una guerra, pero no es una guerra. No hay enemigos. El virus –una partícula antes que una micro bio– no pretende nada, ni siquiera hace nada, simplemente deviene. E incluso en las peores guerras las familias pueden reunirse, las tiendas reciben clientes, los niños van a la escuela…

Tampoco es una crisis política revolucionaria. El poder no está en cuestión, no hay divisiones, las familias se mantienen unidas, aunque distantes, no hay nuevas autoridades declarando leyes radicalmente nuevas. Por el contrario, hay un esfuerzo por usar todos los poderes del estado para enfrentar los eventos. Todos quieren que el estado y el orden se fortalezcan.

Y no es una crisis económica, como una recesión por falta de demanda agregada, por ejemplo, aunque puede producirse una reducción de la producción y el empleo como resultado.

¿Qué palabras usar? Se me ocurre que disrupción podría ser una - interrupción, perturbación. Se interrumpen las relaciones sociales, y con ellas las relaciones económicas de producción, logística e intercambio. Se habla de distanciamiento social. No es la mejor interpretación. En la peste negra europea los vectores fueron las ratas y las pulgas, hoy somos nosotras mismas, como organismos biológicos. Se distancian las relaciones e interacciones sociales basadas en la cercanía corporal. Se perturban las relaciones de cuerpo presente. Sin una vacuna eficaz, las nuevas normas de distanciamiento corporal están para quedarse. El virus del SIDA puede servir de ejemplo. En ausencia de vacuna instaló una sutil distancia genital completamente inesperada entre los cuerpos (y universalizó el uso de jeringas desechables), a la que nos hemos acostumbrado. Lo que no ha significado que las relaciones sociales de sexo y amor sexual se hayan reducido en número… Aunque una pareja se haya convertida en riesgo mortal, algo ha debido cambiar. Nuevos miedos, quizás, confianzas más exigentes. Reservas contenidas. Quien sabe. Así como las ratas y las pulgas adquirieron fama de repulsivas con las grandes pestes europeas, quizás el cuerpo ajeno adquiera ahora una nueva significación.

¿Qué relaciones se inhibirán –interrumpirán, perturbarán– más con la separación de los cuerpos? Me cuesta imaginarlo. Probablemente las relaciones de producción sufrirán menos que las de transporte de personas –es cosa de diseñar lugares de trabajo con espacios más amplios. El comercio al por menor y la educación requerirán grandes innovaciones y ajustes. En general, quizá la vida social diaria en la familia, la amistad, el barrio, el condominio, sufrirán mucho con el distanciamiento de los cuerpos. Difícil saber qué nuevas demandas surgirán para la vida ciudadana, la política…

Anticipo que vendrá una ola de invención de nuevas maneras de convivir.

Crema volteada

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