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III. ETNOGRAFÍAS RURALES Y GENERACIÓN

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Como se mencionó anteriormente, las nuevas ruralidades se caracterizan por la heterogeneidad de modelos, relaciones e identidades de género en continua interacción. En consecuencia, los retos metodológicos de nuestras investigaciones se derivaron no sólo de cómo explicar la coexistencia y convivencia (o no) de esta heterogeneidad, sino también de cómo analizarla. Abordamos los contextos rurales como espacios dinámicos, configurados por múltiples categorías que los conforman y explican, y que los conectan con otras áreas rurales o urbanas y con otros procesos sociales, ya sean locales, regionales, nacionales y/o internacionales; por los que son atravesados, reconfigurados y transformados, siempre teniendo en cuenta la capacidad de agencia de los individuos y de las comunidades locales9.

En este contexto, analizar los procesos de construcción, reproducción y transformación de las identidades lleva implícito la comprensión de las relaciones de género dentro de un contexto histórico determinado, de forma que se requiere la delimitación de un espacio-tiempo a través del cual poder compararlas. No sólo porque las actuales identidades y relaciones de poder se anclan en modelos previos, sino porque, además, están en continua interacción con ellos, de forma material y/o simbólica, tanto en las prácticas cotidianas como en los procesos de valoración social.

Desde la antropología, la generación ha sido utilizada como una categoría de análisis para examinar los cambios a lo largo del tiempo, para explicar las formas de organización dentro de la familia y fuera de ella; como principio de organización social y, además, como variable a partir de la cual identificar y explicar las diferentes/desiguales posiciones entre los miembros de las colectividades10.

En adición a esto, para la disciplina, el estudio de la cultura como un sistema de género implica tener en cuenta otros factores con los que se entrelaza y que son determinantes de la estratificación social como son la clase, la etnia, la edad, etc. En este sentido, el actual grado de igualdad y/o desigualdad de género alcanzado por un grupo humano ha de ser medido en relación a un tiempo pasado y/o futuro, de forma que el género y la generación son categorías relacionales que intervienen en la construcción de jerarquías sociales, así como en la reproducción y/o transformación de las redes de poder y significado del contexto rural.

El ámbito rural está formado por un conjunto de relaciones sociales entre hombres y mujeres de diferentes generaciones, definidos cada uno de ellos por la convergencia e interconexión de diferentes posiciones sociales y/o familiares. Esto es, los sujetos-agentes del ámbito rural son madres-padres, hijos-hijas, abuelos-abuelas; mayores-adultos- jóvenes-menores; atravesados además, por otras categorías sociales, tales como los recursos económicos (la clase) o la etnicidad. En este sentido, el contexto rural está formado por una estructura jerárquica, dentro de la cual se contemplan tanto relaciones recíprocas como simétricas y asimétricas, donde el género y la generación hacen parte de las categorías sociales a partir de las cuales determinar y comparar la posición social de cada individuo conforme a los procesos sociales asociados a los cambios producidos por la modernidad, el capitalismo, el mercado y el colonialismo.

Así, siguiendo a LiPuma11: “no puede haber una teoría de la transformación [sociocultural] sin una teoría y una etnografía de las generaciones, concepto que a menudo se presupone en el discurso antropológico, pero del que rara vez se habla”.

En las últimas tres décadas, las antropologías del sur han colocado el foco sobre la importancia de recuperar en el corpus teórico de la disciplina el concepto de generación. Este llamado se basa en “la necesidad de consolidar una aproximación antropológica a la edad [al igual que el género] como dimensión estructurante de la práctica social”12

A partir de los argumentos expuestos, nuestra crítica gira entonces sobre los abordajes que están principalmente interesados en indagar en las características específicas de “los grados de edad subalternos”: la niñez, la juventud y la vejez, como categorías homogéneas y estáticas, construidas universalmente de manera dicotómica frente a la “adultez” y general-mente problematizadas desde contextos urbanos. Desconociendo, que las categorías etarias, al igual que las de género y etnicidad no son “unidades sociales discretas”13 y, que por el contrario, corresponden a conceptos constantemente resignificados en una relación dialéctica entre la objetivación reflexiva y la naturalización. Es decir, que no corresponden a realidades biológicas que simplemente remiten a la edad, el sexo o la raza.

Pese a los marcos conceptuales expuestos, nuestras investigaciones de larga duración construidas a partir de las experiencias situadas de las mujeres presentaron varios retos metodológicos, que se detallarán en el siguiente apartado, y para los cuales fue relevante recuperar el concepto de generación para fortalecer el análisis de género.

Estudios Interdisciplinares de género

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