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VII. CONCLUSIONES

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En la actualidad las ruralidades y sus habitantes son constituidos por múltiples relaciones económicas, sociopolíticas y culturales, que configuran cada lugar como único, aunque situado en un sistema global. Esto es posible gracias a una red de interdependencias que genera flujos de bienes, servicios, personas e ideas. Una red que a su vez fomenta una heterogeneidad de modelos, de relaciones y de identidades de género en continua interacción.

En las dos etnografías presentadas, el género y la generación son categorías que permiten dar cuenta de la dinámica de las jerarquías sociales que intervienen en la construcción de redes de poder y significado vinculadas a un tiempo histórico y a una territorialidad especifica. Estas categorías interrelacionan con otras variables, tales como la etnicidad, la clase social, la religión, etc., y es a partir de dicha interseccionalidad que es posible comprender las posiciones o lugares de enunciación que ocupan las diversas mujeres de las comunidades, aldeas o pueblos que configuran las nuevas ruralidades.

En estos escenarios etnográficos, el uso del concepto generación nos permite dar cuenta de la coexistencia de modelos de género, de sus continuidades, redefiniciones, confrontaciones y rupturas, solventando algunos sesgos metodológicos característicos de las investigaciones de larga duración. En relación con el sesgo del pensamiento dicotómico, su uso facilita la comprensión de la heterogeneidad constitutiva de los modelos de género, que problematiza los límites entre “lo tradicional y lo moderno”, al reconocer la agencia de los individuos en el marco de las relaciones de poder. Asimismo, la generación integra las perspectivas diacrónica y sincrónica, contribuyendo a evitar el sesgo del presentismo al vincular los procesos sociohistóricos y las narrativas vitales como marcos de interpretación.

De esta forma se evidencia que las relaciones de poder y la posición de hombres y mujeres no sólo están atravesadas por la intersección de las variables anteriormente mencionadas, sino que, además, el contexto sociohistórico de construcción de cada generación nos permite comprender las escalas de valor que atribuyen nuestros interlocutores e interlocutoras a los diferentes escenarios socioeconómicos y a las trayectorias vitales individuales convertidas en metanarrativas colectivas. Así, la generación se torna en una categoría que fortalece el análisis de las relaciones de género, porque permite evidenciar que las diferencias entre los grupos, en este caso etarios y generizados, siempre son relativas, relacionales y contextuales. En este sentido, la vejez, la adultez, la juventud o la niñez no son conceptos sino categorías etarias operativas que hacen parte de la estructura de alteridades sociales, que lejos de ser universalizables, son permanentemente negociadas y resignificadas, al igual que las posiciones de género.

Estudios Interdisciplinares de género

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