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V. TRABAJO, FAMILIA Y GENERACIÓN EN LAS RELACIONES DE GÉNERO EN LA MORAÑA22

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A lo largo del último siglo, La Moraña se transformó significativamente en términos de organización socioeconómica. La economía de mercado (global) y su penetración en contextos locales desmanteló los anteriores modos de reproducción social23 (producción-reproducción). Se pasó de una forma de organización socioeconómica centrada en la casa y el autoconsumo, a una forma de organización socioeconómica centrada en la familia nuclear y el mercado. En este contexto sociohistórico, el objeto de estudio se centró en el análisis de la reconfiguración de las relaciones de género, a partir de los cambios producidos en el modelo de organización social, familiar y económico de la comarca. Así, el primer objetivo de la investigación era “realizar una etnografía de las relaciones de género, prestando atención a la estructura socioeconómica de La Moraña y a sus transformaciones”.

En el actual contexto socioeconómico de La Moraña (España) conviven distintos modelos de feminidad, construidos desde las diferentes concepciones sociales que se manejan del trabajo y de la familia a lo largo del tiempo. Es aquí donde cobra importancia el análisis de las generaciones, ya que permitió dar cuenta de la diversidad de mujeres que habitan el contexto rural, así como de las continuidades y rupturas que se producen en las jerarquizaciones de género, en la construcción de sus identidades y en las estrategias que se ponen en juego para compensar los desequilibrios de poder. Esta coexistencia de diferentes modelos de mujeres, de diferentes prácticas sociales y de diferentes mecanismos de legitimación de la desigualdad se materializa en las ancianas (abuelas), la generación Sándwich24 (adultas-madres) y las jóvenes (hijas o nietas de las anteriores).

Analíticamente, se establecieron tres generaciones diferenciadas en función del periodo socioeconómico vivido, las cuales permitieron analizar las relaciones genealógicas que se establecieron entre abuelas (G+1), madres (G0) e hijas y nietas (G-1), así como los cambios producidos a partir de estas relaciones. En este contexto, la generación se vincula con las relaciones de parentesco, pero también como grupos de edad que comparten escenarios vitales, históricos y económicos similares, bajo los cuales son socializados. Uno de los elementos que nos permite comprender la dimensión de esta construcción es el análisis del concepto mujer trabaja-dora, como categoría polisémica. En este sentido, la generación de pertenencia y su relación con el trabajo, junto con el género y la clase social forman parte de las dimensiones a partir de las cuales determinar la posición de los agentes sociales en las redes de poder y de significado.

Las abuelas que nacieron en el periodo de la economía de autoconsumo (familia extensa y casa), bajo la casa25 como forma de organización socioeconómica, realizaban infinidad de actividades necesarias para la subsistencia y mantenimiento diario de la casa y de sus miembros. Estas mujeres hacían el jabón, cosían y tejían su propia ropa y calzado, criaban animales domésticos, trabajaban en la huerta y/o en otras actividades agrícolas, y además cuidaban de los miembros de la familia en situación de mayor dependencia. Todas estas actividades forman parte de la concepción social de trabajo. Así, el cuidado (de los miembros de la red de parentesco) considerado trabajo es remunerado mediante el sistema hereditario, de forma que parte del patrimonio de la casa (casa, tierra y ganado) se trasmite a la persona encargada (frecuentemente mujer) de cuidar a sus progenitores, u otros miembros de la red de parentesco, cuando éstos son viejos. Este modelo de mujer-abuela trabajadora actúa como un referente colectivo de valoración social del trabajo realizado por las mujeres, aún en el tiempo presente.

Las madres, generación Sándwich, fueron socializadas bajo la casa como forma de organización socioeconómica. Empero, la transformación del sistema agrícola, la introducción de la tecnología y del mercado, entre otras cuestiones, provocaron una transformación del tipo de actividades y trabajos necesarios para la reproducción social. El jabón, la ropa, el calzado, los alimentos, etc. dejan de producirse en la propia casa, ahora se adquieren en el mercado. Ser mujer trabajadora en la economía de mercado implica realizar actividades de cuidado y mantenimiento de la familia, pero también implica la realización de actividades asalariadas. No obstante, el cuidado deja de ser considerado como trabajo, deja de ser remunerado y pasa a un orden de valoración de género vinculado directamente con la concepción social de amor-filial (las “buenas hijas” tienen el deber moral de cuidar de sus progenitores). La transformación de la estructura econó-mica (autoconsumo-mercado) y la consecuente redefinición del trabajo y de la familia, suponen un ejercicio constante de negociación de su posición social y de su identidad en tanto que trabajadoras.

La tercera generación, hijas y nietas, nacieron en la economía de mercado, donde la familia nuclear actúa como una unidad de reproducción y consumo. Estas mujeres (aún jóvenes en el tiempo actual) reciben una formación académica que les posibilita un itinerario profesional. La profesión, el oficio se aprende en la institución educativa, se privilegia y la casa deja de ser también espacio de formación. La educación, los estudios forman parte de los mecanismos de transformación de la posición social de los individuos, ligados ahora al trabajo asalariado. Estas mujeres conocen de los trabajos que realizaban sus abuelas a través de sus relatos e historias, además, este tipo de actividades dejan de ser operativas en el actual modelo socioeconómico. A partir de los espacios de confrontación y conflicto entre los diferentes modelos de mujer trabajadora, se manifiesta una percepción de los modelos anteriores como atrasados. Las jóvenes ubican a sus abuelas y madres en posiciones de sumisas, recatadas, creyentes, esclavas (de la casa), etc. distanciándose y rebelándose ante determinadas prácticas sociales asociadas a dicho modelo, entre ellas la imposición del cuidado de los progenitores, reconfigurando así su identidad de mujer trabajadora a partir del trabajo asalariado.

A modo de conclusión, el estudio intergeneracional nos permite analizar los cambios producidos en la jerarquización de género a partir de la resignificación de la familia (extensa, nuclear, monoparental y/o monomarental) y el trabajo (cuidado, asalariado) como concepciones sociales, pero también explicar la diversidad de identidades de las mujeres rurales. La relación que las mujeres de diferentes generaciones establecen con el trabajo les permite negociar y participar en los procesos de toma de decisiones que afectan a la vida cotidiana.

Estudios Interdisciplinares de género

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