Читать книгу Dos amigas frente al misterio - Martino De Carli - Страница 7
ОглавлениеIntroducción
¿Qué es el hombre? ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Por qué sufrimos? ¿La fe tiene que ver con la razón? ¿Es posible ser científicos y creer en Dios? ¿Ha obstaculizado la Iglesia el desarrollo de la ciencia?
Estas son algunas preguntas que han surgido durante las clases del curso “Fe y modelos de racionalidad científica”, que imparto a alumnos de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Este libro nace del deseo de dar a conocer el recorrido temático que he desarrollado en el curso, dialogando con los estudiantes e intentando responder a sus interrogantes.
Los temas tratados expresan esta preocupación y también reflejan la participación en el curso de alumnos de diversas facultades. Por lo tanto, evidencian el intento de buscar un enfoque interdisciplinar, creando enlaces entre la reflexión teológica y aspectos de otras disciplinas del saber.
Un diálogo entre la fe y la ciencia, que no quiera ser solamente escenario de contraposiciones estériles, no puede excluir la cuestión antropológica, es decir, la pregunta sobre lo específico del ser humano. Por lo tanto, en la primera parte del texto hablaré del hombre y de los caminos que utiliza para conocer la realidad y para conocerse a sí mismo. De esta forma, adquirirá una nueva luz el misterio de su existencia.
En la segunda parte, en cambio, pretendo decir qué es la fe y qué es la ciencia, describiendo cuáles son sus características fundamentales y sus principales dinamismos. En la tercera sección, me detendré sobre tres ejemplos que ilustran, desde distintas perspectivas, la relación existente entre la fe y la ciencia. Finalmente, en la cuarta parte, después de haber descrito algunas articulaciones histórico-filosóficas de la relación entre fe y racionalidad, expondré una propuesta de diálogo entre la fe y la ciencia.
He utilizado varias fuentes. Escribir estas páginas ha sido una ocasión provechosa para volver a descubrir el valor de ciertas lecturas que he hecho a lo largo de mis años de estudio, para entrever una correlación entre ellas y para colocarlas en un horizonte más unitario. Entre las fuentes, he recurrido especialmente a dos autores: Luigi Giussani, sacerdote italiano, teólogo y educador [1922- 2005] y Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) [1927]. Ellos me han ayudado a construir el entramado conceptual de mi argumentación.
Luigi Giussani me ha enseñado, sobre todo, a volver a pensar de una forma nueva en las cuestiones de siempre, redescubriendo las palabras fundamentales del lenguaje cristiano y a mirar al hombre en acción, para conocerlo en sus dinamismos más profundos, en sus esperas más radicales.
Joseph Ratzinger, en cambio, me ha acompañado en la comprensión de la relación entre la fe y la ciencia a lo largo de la historia. Además, le debo a él la propuesta final de colaboración recíproca entre las dos.
Una palabra sobre el estudio y su significado. Impartiendo las clases, me he dado cuenta de que identificar el estudio con un simple acopio de conocimientos o con un puro bagaje de nociones, no respeta su verdadera naturaleza. Tampoco es satisfactoria la fragmentación actual del saber que encierra la razón del estudiante en una especie de autonomía, más allá de la legítima demarcación que debe existir entre las distintas materias1. Acopiar conocimientos o extremar una disciplina no logra ser realmente satisfactorio, porque todos, finalmente, buscamos un punto de síntesis que pueda permitirnos entrever el sentido último de nuestra existencia y el nexo que existe entre la vida y cada aspecto de la realidad2. El estudio no es solamente una preparación para el futuro, sino una aventura de conocimiento en el presente. Su verdadero motor oculto es la búsqueda de un significado último.
A la luz de esto, comprendo que este texto no tiene principalmente el objetivo de ofrecer unas informaciones adicionales sobre el tema tratado o unas fáciles demostraciones frente a los desafíos planteados, sino de invitar a reflexionar críticamente sobre algunas dimensiones fundamentales de la vida y sobre el sentido de la misma existencia.
Esta es también la actitud que puede permitir una amistad real entre la fe y la ciencia frente al misterio.