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Cómo se originó el mal

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He aquí un concepto crítico para entender el origen del mal: nuestras mentes; nuestros poderes intelectuales, se supone que están a cargo de nuestros sentimientos. Pero es posible que nuestros sentimientos anulen lo que nuestro intelecto nos dice que es cierto. Por lo tanto, si alguien más consigue el trabajo para el cual me entrevisté, mis sentimientos de desilusión pueden hacerme creer que el posible empleador tiene algo personal contra mí; pero si reflexionara por un momento, me daría cuenta de que esta conclusión carece de fundamento. Mis sentimientos están por encima de mi intelecto.

También recordarás que en el capítulo 1 compartí cuatro características del Reino de la Luz: amor, ley, autoridad y libertad. El pecado surgió a través de la distorsión de Lucifer de cada una de estas características. Centrémonos en la libertad por un momento.

La libertad genuina significa que podemos hacer preguntas, incluyendo preguntas acerca de Dios y sus decisiones y acciones, sin ningún temor a represalias. Y Lucifer hizo preguntas sobre el segundo miembro de la Deidad. Elena de White nos dijo exactamente cuál fue esa pregunta: “¿Por qué –se preguntaba el poderoso ángel– debe Cristo tener la supremacía? ¿Por qué se le honra más que a mí?”27 Ten en cuenta que esta es una pregunta perfectamente razonable: “Dios, ¿hay alguna razón por la cual Miguel tenga autoridad sobre mí? ¿Puedes explicar por qué él puede asistir a tus concilios divinos y yo no?” La respuesta fue muy simple: Cristo (Miguel) tenía supremacía sobre Lucifer y fue honrado sobre Lucifer porque Cristo era un miembro de la Deidad, mientras que Lucifer era un ser creado. La Biblia deja muy en claro que Cristo es un Ser divino: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1). Elena de White dijo que “Cristo el Verbo, el Unigénito de Dios, era uno con el Padre Eterno –uno en naturaleza, carácter y propósito–, el único ser en todo el universo que podía entrar en todos los consejos y propósitos de Dios”.28

El problema no era la pregunta de Lucifer. El problema radicaba en la motivación que lo llevó a preguntar. Fue el orgullo lo que motivó la pregunta de Lucifer. Ezequiel lo dijo claramente: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor” (Eze. 28:17).

Lucifer preguntó por qué Cristo tenía una posición superior a la suya ya que estaba celoso de Cristo y codiciaba la posición más elevada de autoridad sobre los ángeles. Como Isaías lo dijo, Lucifer quería ser “semejante al Altísimo” (Isa. 14:14). Elena de White dijo que, “codiciando la gloria con que el Padre infinito había investido a su Hijo, este príncipe de los ángeles aspiraba al poder que solo pertenecía a Cristo”.29 Ella también dijo que Satanás y los otros ángeles “se rebelaron contra la autoridad del Hijo”, y “Satanás sintió celos de Jesús”.30

Anteriormente señalé que Dios tiene la intención de que nuestro intelecto y nuestra razón controlen nuestras emociones. Pero según Ezequiel, Lucifer dio marcha atrás a esos dos. El orgullo por su belleza (emoción) le hizo corromper su sabiduría (intelecto).

Pablo dio consejo sobre este tema a los cristianos en Roma. Dijo: “Por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura” (Rom. 12:3). Imaginar que eres importante puede sentirse realmente bien. Sin embargo, ese es un pensamiento emocional, que es exactamente lo que Lucifer se permitió tener. Pablo aconseja: “Que piense de sí con cordura”. En otras palabras, ¡usa la cabeza! Deja que tu intelecto esté a cargo de tu autoestima. No permitas que tus emociones anulen su buen juicio. Ese es un consejo muy sabio para cada uno de nosotros hoy.

Desafortunadamente, Lucifer no se contentaba con reflexionar sobre sus sentimientos en su propia mente. “Salió a difundir el espíritu de descontento entre los ángeles”.31 El desafío de Lucifer a la autoridad de Cristo “despertó un sentimiento de aprensión cuando fue observada por quienes [ángeles] consideraban que la gloria de Dios debía ser suprema. Reunidos en concilio celestial, los ángeles debatieron con Lucifer. El Hijo de Dios [Miguel] presentó ante él la grandeza, la bondad y la justicia del Creador, y la naturaleza sagrada e inmutable de su ley”.32 Sin embargo, Lucifer rechazó el consejo.

“Pero la amonestación, hecha con misericordia y amor infinitos, solo despertó un espíritu de resistencia. Lucifer permitió que su envidia hacia Cristo prevaleciese, y se volvió más obstinado. El propósito de este príncipe de los ángeles llegó a ser disputar la supremacía del Hijo de Dios, y así poner en tela de juicio la sabiduría y el amor del Creador”.33

En el capítulo 2 señalé la evidencia bíblica de que Miguel es Cristo, y en el capítulo 3 obtuve la conclusión tentativa de que en su ambición de ser “semejante al Altísimo” (Isa. 14:14), Lucifer aspiraba tener la posición de Cristo, no la de Dios Padre. Elena de White confirmó esto cuando escribió que Lucifer permitió que sus celos por Cristo prevalecieran, volviéndose más firme en su decisión de disputar la supremacía de Cristo,34 y ella repitió el hecho muchas veces en varios de sus relatos sobre el origen del mal.35 Además, Lucifer no solo desafió la posición de Cristo mismo, trató además de conseguir que tantos ángeles como fuera posible se pusieran de su lado.

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