Читать книгу Duelos para la esperanza - Mateo Bautista García - Страница 10
Cada uno había encaminado el duelo como había podido
ОглавлениеQuiero que sepas que el hombre y la mujer elaboramos el duelo de distinta forma. Me apoyé mucho en mis amigos, mis vecinos, la comunidad de la Iglesia; busqué ayuda psicológica, pero me sentía siempre sola. Parecía que Andrea se había muerto solo para mí.
Pablo crecía sano y hermoso; con un año, ya caminaba; caminó antes que su papá. Llegaron sus dos añitos y organizamos una linda fiesta con familiares y amigos. Me acuerdo de que cociné todo casero: tartas, tortas, variedad de saladitos; colgamos guirnaldas, y hasta preparé suvenires. Ya estábamos mejor; cada uno había encaminado el duelo como había podido, a su manera. De algún modo estaba implícito que la vida continuaba para nosotros, pero no todo sería un lecho de rosas.
Para cuando Pablo comenzó el preescolar, yo ya estaba divorciada y vivía con el niño otra vez en Buenos Aires. Busqué trabajo y a los pocos meses comencé como ayudante de laboratorio en un prestigioso colegio de la zona. Pablito cursó el primer año en otro colegio y, para el segundo, yo ya había conseguido media beca en la escuela donde trabajaba, un colegio bilingüe de doble jornada, lo que me permitió tomar más horas en otros colegios e ir de a poco acomodando nuestra economía.
A medida que Pablo crecía, le iba contando acerca de su hermana, a quien no llegó a conocer, pero a la que amaba a través del relato. No quería tener fotos de ella; lo ponían triste. ¡Está bien! Tampoco es necesario tener fotos en exposición. Y así fue creciendo. Todo lo que hacía en la escuela le gustaba: arte, música, deportes. ¡Cómo aprendió a nadar! Cuando él se tiraba en lo profundo de la pileta, yo esperaba el momento de verlo asomar, como una mojarrita1, flaco y largo. Inglés, mucho no le gustaba, pero igual se esforzó e hizo un año por libre para poder estar junto a sus compañeros. Tenía facilidad para el estudio. Cumplió diez años y me pidió si le podría regalar una bicicleta. Ahorré, hice un gran esfuerzo y se la regalé. ¡Qué feliz estaba! Llegaba del cole y siempre daba una vueltita en bici. Cuando se iba con su papá, se la llevaba. ¿Qué niño de diez años no sueña con tener su bicicleta? ¿Qué niño de diez años, que la tiene, no la disfruta? ¿Qué niño no se cae de su bici, se levanta y sigue andando?