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La última en enterarse es la mamá
ОглавлениеTe cuento que, cuando ocurre una tragedia, una desgracia o un accidente con un hijo, casi siempre la última en enterarse es la mamá. ¡Claro! Si lo pensamos juntas, hasta es lógico. ¿Quién querría dar semejante noticia? Pero no, no es lógico, ni la muerte de Andrea tampoco es lógica.
A las 23:30 h llamaron a la puerta. «¿Quién es?», dije yo. «¡Soy yo, primita!», me respondieron del otro lado; abrí y pregunté: «¿Qué pasó?». Me contó que habían tenido un accidente y que estaban graves los dos. A mi marido estaban trasladándolo a un hospital y Andrea había sido derivada a otro nosocomio en una ciudad diferente. Por supuesto que en la desesperación decía que quería viajar inmediatamente a ver a la nena. Le pregunté si le llevaba ropa. Mi primo, con mucha paz, pero con el corazón hecho pedazos, me abrazó y me dijo: «Ya hablamos con tu obstetra y no te permite viajar; y por la ropita, espera a ver qué te dicen los médicos».
Fuimos hasta el hospital, donde todos parecían esperarme. Monitorizaron al bebé; estaba bien. Me decían que me tranquilizara: «Lo importante ahora es el bebé». Trataban de mantenerme acostada; me faltaba el aire, me ahogaba. Preguntaba por Andrea y me decían que me tranquilizara. ¡Cómo tranquilizarme sin saber nada de ella! De repente me senté, miré de frente a la médica que me atendía y le pregunté: «¿Cómo está la nena?». «¡Tu hija murió!», respondió. «¿Qué? ¡Andrea muerta! ¡Noooooooooooooo!». Salió un aullido desgarrador de mi garganta. El alma se me escapaba del cuerpo, como si mi vida quisiera irse con ella. De repente, alguien me tapó la boca: «Que la señora no llore –se escuchó por allí–, está entrando la ambulancia con el esposo». ¡Que la señora no llore! ¡No podía hacer otra cosa! Quisieron darme un tranquilizante, pero preferí estar lúcida para despedirme de mi hija.
Mi hermano viajó en la ambulancia para traer el cuerpo sin vida de nuestra amada Andrea. En una bolsa venían su vestido azul, su campera y sus zapatos. La noticia revolucionó a toda la familia. Todos querían viajar, pero alguien con buen tino dijo que era mejor viajar de a uno, ya que esto iba a ser para largo y necesitaríamos estar acompañados por un buen tiempo.
Mi esposo quedó hospitalizado. Tenía un yeso pelvipédico, es decir, que va desde debajo de las axilas hasta la punta del pie; le abarcaba una pierna y el resto del cuerpo, ya que durante el accidente, entre otras cosas, se había pulverizado el fémur. ¿Cómo estaría haciendo su duelo?
Querido lector, ¿cómo seguir contándote? ¿Cómo poder trasmitirte mi sufrimiento infinito de ese momento? Velamos el cuerpo de Andrea solo por algunas horas, no sé por qué, no me acuerdo, creo que era una disposición de la sala velatoria, y luego la llevamos al cementerio. Imagen patética, si las hay: ¡una mamá con una tremenda panzota de ocho meses de embarazo llevando una manija del féretro que contenía el cuerpo de su hija de cinco años!
Te escribo y casi no puedo creerlo, y digo casi, porque no puedo creer mi propia historia, nuestra historia. Ese sueño de una hija para llevarla de la mano y acompañarla en su crecimiento se vio truncado cuando la muerte decidió arrebatarla de mi vida.