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Del diario personal de Ramiro Hernández

Miércoles, 12 de mayo del 2010

Me siento bastante más tranquilo ahora. La casa está vacía, las paredes lavadas y lijadas, los pisos cepillados, todo listo para empezar. Por las ventanas abiertas entra un viento seco que es casi un milagro en esta época del año, un viento implacablemente fresco, que huele a limpio, un viento que reanima y da ganas de ponerse a trabajar; eso es lo que voy a hacer a partir de mañana, cuando vaya a buscar la pintura que encargué en lo de Fabiani.

Voy a pintar todo de blanco, es lo más práctico para combinar con cuadros, adornos y cortinas de los colores que elija cuando decida redecorar la casa. Me gustan las cosas sencillas, que no me traen complicaciones ni me obligan a consultar con uno y con otro para ver qué es lo mejor, qué queda realmente bien o qué puede resultar de mal gusto para las posibles visitas, o tan pesado que yo mismo pueda cansarme de mirarlo día tras día.

Quedará linda la casa, estoy seguro. Es hora de que la vida empiece a darme algunas alegrías y satisfacciones.

Yo maté a mi tía Gladys

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