Читать книгу Yo maté a mi tía Gladys - Mayra Black - Страница 7

III

Оглавление

Del diario de Ramiro

Miércoles, 19 de mayo del 2010

El baño estaba pintado de color mostaza y los azulejos eran marrones. Oscuro, sombrío, así era el baño. Por eso hice quitar los azulejos, lijé las paredes. Hasta el piso de baldosas, de un rojo oscuro como la sangre, hice sacar. Ya compré la cerámica nueva, blanca como la pintura de las paredes, como los sanitarios, como será la cortina para la bañera. Todo blanco, el baño debe ser un lugar limpio, porque es un sitio donde nos deshacemos de la mugre, la transpiración, los desechos de nuestro cuerpo, para salir renovados y puros. Debe ser un espacio privado, donde cada uno sienta que está a resguardo de los otros, donde pueda sentir que será respetado. Va a quedar lindo mi baño y nadie, nunca, va a abrir la puerta mientras esté ocupado por otra persona.

Ahora recuerdo que el psiquiatra que me derivó a Giaccovino me habló de eso, también. De la necesidad de los seres humanos de liberarnos de nuestros desechos, de la basura que llevamos acumulada dentro de nosotros mismos, como los recuerdos que nos perturban, las culpas, los remordimientos, la necesidad de venganzas que guardamos disimuladas detrás de la sonrisa falsa de todos los días. Y me dijo: «Eso vas a hacer, Ramiro, en tus sesiones con el psicólogo. Y vas a sentirte mucho mejor después. Pero claro, Ramiro, eso depende de tu capacidad para abrirte, para ser sincero y honesto contigo mismo. Decir la verdad, Ramiro, aunque te duela». Y no lo hice. Porque yo, al psicólogo, le estuve mintiendo.

Yo maté a mi tía Gladys

Подняться наверх