Читать книгу María Magdalena revelada - Meggan Watterson - Страница 14
El Levítico en zapatillas
con forma de conejo
ОглавлениеJesús dijo: «Cuando consigas que los dos sean uno,
te convertirás en un hijo de la humanidad, y cuando tú digas ‘‘Montaña, apártate’’, ella se apartará».
El Evangelio de Tomás
La señora Van Klompenburg deambulaba por la casa calzada con unas zapatillas rosas con forma de conejo. Hablaba en un susurro mientras nos mostraba la cocina y el patio trasero con su peculiar jardín de rocas, y luego nuestros dormitorios. A mi amiga Shana le ofreció el dormitorio de su hijo. La habitación olía ligeramente a calcetines de gimnasia y tenía las paredes pintadas de un color azul oscuro, y la cama era triste y diminuta. Ver aquello me puso los pelos de punta, y por lo que pude ver en la expresión del rostro de Shana, también a ella.
A mí me dio la antigua habitación de su hija, pintada de color beis, que estaba al final de un corredor enmoquetado de pared a pared. Tenía un gran ventanal desde el que se veían a lo lejos las colinas rojizas, y la cama, cubierta con un suave edredón rosado, era de matrimonio. Traté de controlar un suspiro de alivio, y me limité a devolverle la sonrisa a la señora Van Klompenburg, que me sonreía de una manera un poco inquietante.
Shana y yo éramos estudiantes del último curso del instituto, y estábamos haciendo prácticas en una organización sin ánimo de lucro a través de la cual asistimos como voluntarias a una reserva de los indios navajos en Gallup (Nuevo México). Los Van Klompenburg eran nuestros anfitriones, y viviríamos en su casa todo el verano. Nunca habíamos vivido fuera de nuestros hogares laicos, de manera que la lectura de la Biblia antes de la cena nos sorprendió por completo, y también nos impresionó.
El señor Klompenburg había pedido a su mujer que leyera un pasaje del Levítico para nosotras. Ella se puso de pie sobre su silla y leyó con fervor y entusiasmo las setenta y seis cosas que no les está permitido hacer a los cristianos, y el castigo en el caso de que desobedecieran. Por ejemplo, traer un «fuego no autorizado» en presencia de Dios (Levítico 10, 1). En ese caso Dios «te castigará». O, en Levítico 18, 22: «Tener sexo con un hombre ‘‘como uno lo hace con una mujer’’». Esto se condena con la muerte.
Mientras la señora Van Klompenburg se encontraba de pie sobre su silla en medio del comedor con sus zapatillas con forma de conejo, anunciando la lista de todas las cosas que nunca deben hacer los que son realmente devotos, Shana y yo solo necesitamos intercambiar una mirada por encima de la mesa para saber que ella iba a mudarse a mi habitación.
Todas las mañanas, sin excepción, me despertaba con el sonido de un pequeño folleto que era deslizado sobre el suelo de madera por debajo de la puerta. La primera mañana, Shana saltó de la cama y tras echarle un vistazo dijo: «Jesucristo».
Ambas procedíamos de una zona del este de Cleveland con una gran población judía, de manera que ninguna de las dos habíamos sido expuestas a una intervención de este tipo para conseguir que «nos acercáramos a Jesús». El folleto tenía por título «El puente hacia Jesús». En la tapa había un dibujo que representaba a una mujer con los brazos en alto. Su rostro expresaba un dolor insoportable, probablemente producido por las llamas que la rodeaban. Y en el interior de este breve mensaje, se afirmaba que éramos pecadoras. No obstante, para nuestro regocijo, solo teníamos que pedir la salvación reivindicando a Jesucristo como nuestro Señor. Entonces seríamos salvadas. De lo contrario, nos enfrentaríamos a la condenación eterna.
Gordon House fue nuestro guía en la reserva de los indios navajos. Nos informaron que estaba a la espera de ser juzgado por conducir bebido y provocar un accidente mortal que fue considerado homicidio. No teníamos la menor idea de que Gordon House era un nombre muy conocido en esa zona de Nuevo México. Su caso DUI 6 finalmente terminó en la Corte Suprema. Cuando regresamos a casa en otoño, no teníamos la menor idea de que habíamos presenciado un episodio de la serie Dateline. 7 El verano que pasamos con él fue el último que Gordon estuvo en la reserva antes de ser condenado a veintidós años de cárcel.
El accidente mortal había tenido lugar en Nochebuena. Él testificó que había bebido siete cervezas aquella noche, pero que su confusión se debió a una migraña y no al alcohol. Tenía un historial documentado de migrañas y su tratamiento estaba basado en la medicina tradicional de los navajos. Aquel día se dirigía precisamente a ver al curandero. Él creía que estaba en la carretera de acceso, que corre paralela y en dirección opuesta a la carretera interestatal. Pero no era así. El resultado fue que chocó con un coche en el que viajaba una familia de misioneros cristianos. La madre y sus tres jóvenes hijas murieron debido al impacto.
Gordon fue el primer miembro de su familia en tener una licenciatura. Era un veterano de la Fuerza Aérea, y había sido trabajador social para la nación navajo. En el momento del accidente era director de la Casa de la Esperanza, que ofrecía asesoramiento a los adolescentes Navajos que consumían drogas. Era profundamente respetado en su comunidad. Y su orgullo por la comunidad navaja era palpable.
Nuestros días en Gallup (Nuevo México), transcurrían más o menos del siguiente modo:
Cada mañana nos recordaban a Shana y a mí que la vida eterna, o la condenación eterna, nos aguardaban, y que todo ello dependía de si nos arrepentíamos y volvíamos al camino de Jesús, o continuábamos con nuestras vidas pecaminosas.
Y todo esto acompañado de huevos con beicon.
Luego trabajábamos como voluntarias en el hogar para adolescentes y niños navajos, cuyos padres o cuidadores estaban en rehabilitación por el consumo de drogas. Los niños nos llamaban bilagaana. Yo lo traduje al inglés como algo parecido a ‘chica guapa’. Pero Gordon, con una ligera sonrisa, me informó que mi traducción era incorrecta. Ellos en realidad nos llamaban ‘chica blanca’. Lo que Shana y yo hacíamos como voluntarias era principalmente escuchar a los niños contar historias. Su imaginación era excepcional. Cuando le mencioné esto a Gordon, él me explicó: «En el idioma de los navajos no existe ninguna palabra para imaginación». Un sueño, o cualquier cosa que podamos imaginar, tiene igual valor que lo que sucede en la «vida real».
Cuando terminábamos de trabajar, Gordon nos recogía en la casa de los Van Klompenburg y nos sumergía en la cultura navaja. Nos llevaba a los sitios que los navajos consideraban sagrados, y a los lugares donde habían tenido lugar espantosas batallas en las que habían perdido su lucha para salvar a su tierra de los colonos americanos. Nos habló de las generaciones de niños navajos robados a sus familias y enviados a internados cristianos financiados por el gobierno, donde no se les permitía hablar su propia lengua, eran sometidos a malos tratos y se les enseñaba a avergonzarse de ser quienes eran.
Gordon nos dejó participar en una sauna ceremonial y en la tradicional danza de la lluvia. Y el hecho de estar en un círculo sagrado me enseñó la que acaso sea la verdad espiritual más esencial.
En el mundo espiritual no hay jerarquías.
Las personas con las cuales me senté en círculo en aquella sauna ceremonial, con las que canté y lloré, quemé salvia y sudé durante horas y horas, y las personas con las que bailé en círculo en la danza de la lluvia, convocaron a sus ancestros y honraron la tierra con las plantas de los pies, eran todas extrañas y diferentes a mí. Sin embargo, todas ellas me hicieron emocionar hasta las lágrimas, y las amé profundamente cuando intercambiamos miradas al calor de la sauna y bajo el frío aleccionador de la danza de la lluvia, porque me recordaron lo que yo había olvidado: que todos estamos conectados.
En el mundo espiritual no hay jerarquía. Lo único que existe es este círculo donde lo primero se convierte en lo último, y lo último en lo primero.
«Cuando consigas que los dos sean uno». Esta frase del Evangelio de Tomás significa para mí que cuando ya no estés separado de los demás, cuando (en la cinta del teletipo que hace repiquetear ideas en tu mente sin parar) ya no pretendas ser mejor, o lo que es más frecuente, peor que ninguna otra persona, entonces serás capaz de ver la conexión última que existe entre todos nosotros.
«Cuando consigas que los dos sean uno» para mí describe un estado interior que afecta a todas las relaciones externas. Cuando consigues que el ego y el alma sean uno, ya no puedes sentirte separado de los demás. Y esto es lo que mueve «montañas», o incluso modifica creencias profundamente arraigadas: nos unimos gracias al amor.
Al final de nuestra estancia los Van Klompenburg nos llevaron al aeropuerto de Albuquerque. Fueron las dos horas más largas de toda mi corta existencia. Todavía puedo ver en el rostro de la señora Van Klompenburg esa mirada exaltada que reflejaba su miedo y su ansiedad, mientras nos rogaba desde el asiento delantero que nos arrepintiéramos. Su habitual fervor por Jesús estaba todavía más exacerbado debido a la idea equivocada que tenía de que Shana y yo dormíamos juntas porque teníamos una relación romántica, en vez de reparar en el hecho de que sencillamente ella nos aterrorizaba.
Quise comunicarle lo que estaba bullendo dentro de mí desde el primer folleto que había deslizado bajo la puerta de nuestro dormitorio. Sentía una rabia enorme al presenciar la hipocresía de una religión que se considera tan superior y tan apartada de las demás que puede justificar el genocidio. Pero también intuía que si abría la boca podría transformarme en un dragón, y no tenía muy claro si volvería a ser yo misma, y cuándo. Sentía una rabia tan intensa que no sabía cómo expresarla, pues tenía la sensación de que si así lo hacía esa rabia podía llegar a consumirme.
Jamás le había dicho ni una sola palabra a aquella mujer. Sin embargo, sentía que esa pequeña y sincera parte de mí estaba chillando a la señora Van Klompenburg y a su Jesús desde el asiento trasero del coche. Tenía la sensación de estar escuchando ese núcleo de lava ardiente derretida de todo aquello en lo que yo creía con ardor, y con un fervor evangélico igual al de ella. Sentía que mi nivel de locura estaba a la misma altura que el suyo. Y esto sonaba algo parecido a:
Siento pena por usted. De que su Dios sea tan pequeño. De que su Dios tenga un ego tan frágil, como para enviarnos al infierno si no creemos en él. De que su Jesús ame solamente a sus seguidores, a las personas que se han rendido a él, como si fuera un líder hambriento de poder de un culto retorcido. Creo que usted no ha entendido absolutamente nada. Ha confundido a Dios con el poder. Creo que quienquiera que fuera Jesús, conocía el amor. Jesús se basaba en el amor, que es lo contrario del poder.
1 N. de la T.: El fallo del caso Roe vs. Wade –que da nombre a ley del aborto en Estados Unidos- se produjo en enero de 1973 después de que «Jane Roe» (seudónimo de una mujer soltera de veintitrés años) desafiara las leyes en Texas que dictaban que el aborto era inconstitucional, excepto en casos en los que la vida de la madre estaba en peligro. Henry Wade era el fiscal general de Texas que defendía la ley contra el aborto.
2 Nombre de una conocida organización sin ánimo de lucro estadounidense que proporciona métodos de contracepción, asistencia en abortos, así como todo tipo de información y ayuda en cuanto a control de la natalidad.
3 King, The Gospel of Mary of Magdala, 152.
4 Su verdadero nombre era Isabella Baumfree y nació esclava en Nueva York. En 1826 escapó y huyó a Canada con una de sus hijas; que aún no había sido subastada. Cuando en su ciudad natal se declaró la abolición de la esclavitud en 1827, regresó a por otro de sus hijos, que había sido vendido ilegalmente. Es así como se convirtió en la primera mujer negra en Estados Unidos que ganó un juicio a un hombre blanco. A partir de entonces, se convirtió en oradora y activista del movimiento abolicionista y del movimiento por los derechos de la mujer; un doble proceso simultáneo, de reclamación y reconstrucción de la identidad.
5 N. de la T.: Ancho mar de los Sargazos es una novela de la escritora anglo-caribeña Jean Rhys, nacida en la isla de Dominica. Cuenta la historia de Antoinette Cosway, la primera señora de Rochester (el enigmático personaje de la novela Jane Eyre), la esposa demente que vive encerrada en la buhardilla de Thornfield Hall y muere en el incendio que ella misma provoca.
6 N. de la T.: Los casos DUI son casos penales; DUI son las siglas de Driving Under Influence, es decir, conducir bajo la influencia de alcohol o cualquier otra sustancia, como marihuana o incluso determinados medicamentos que dificulte la conducción.
7 Reality show estadounidense sobre casos judiciales.