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Por qué besaría a un copto
ОглавлениеSoy la primera y la última. Soy aquella que es honrada y aquella que es despreciada. Soy la prostituta y la santa. Soy la esposa y la virgen. Soy la novia y el novio. Soy ella, el Señor.
El trueno, la mente perfecta 1: 5-10
La evidencia más antigua del evangelio perdido de María Magdalena fue descubierta en 1896 por un erudito alemán llamado Carl Reinhardt en un mercado de antigüedades de El Cairo. El texto estaba escrito en copto en un pergamino. Se trata de un idioma que todavía es utilizado por los cristianos egipcios que reciben el nombre de «coptos». El manuscrito fue llevado al museo egipcio de Berlín con el título oficial, y el número de catálogo Codex Berolinensis 8502, que suena como un trabalenguas. Por este motivo, los eruditos se refieren a él como el Códice de Berlín.
El egiptólogo Carl Schmidt decidió traducir el evangelio al alemán. A excepción de las páginas que faltan, el texto estaba en buenas condiciones. Y dado que la escritura copta fue utilizada casi exclusivamente por los coptos, Schmidt concluyó que fueron las comunidades residentes en Egipto las que tradujeron, preservaron y tal vez incluso salvaron el Evangelio de María de la desaparición.
La publicación de la traducción de Schmidt del Evangelio de María fue entregada a una imprenta de Leipzig en 1912. Sin embargo, precisamente cuando la edición estaba a punto de ser finalizada, una tubería de agua se rompió y destruyó completamente la primera edición. Schmidt intentó arreglar el desastre pero el advenimiento de la Primera Guerra Mundial se lo impidió. Tenía previsto volver a Leipzig en cuanto fuera posible para retomar el proyecto, pero falleció en 1938. El proyecto fue legado a otro erudito, llamado Walter Till.
Entretanto, en 1917 se encontró un nuevo y pequeño fragmento en griego del Evangelio de María datado en el siglo III. Se lo conoce como Papyrus Rylands 463 y también fue descubierto en una localidad de Egipto, Oxyrhynchus.
Esta versión confirmó con mayor claridad los pasajes del Códice de Berlín, y además proporcionó nuevas pruebas sobre la datación temprana del evangelio. Till incorporó la nueva información a su traducción. Esta versión estaba finalizada y a punto de pasar a imprenta en 1943, pero en esta ocasión fue la Segunda Guerra Mundial lo que una vez más impidió su publicación. Finalmente, Till abandonó por completo el proyecto.
Cuando la guerra terminó se produjo un nuevo descubrimiento en una población de Egipto llamada Nag Hammadi. Se trataba de una gran cantidad de escrituras correspondientes a los primeros años del cristianismo: el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe y un texto poético llamado El trueno, la mente perfecta, entre muchos otros.
No había copias del Evangelio de María entre los textos conservados de Nag Hammadi. No obstante, entre todos los manuscritos descubiertos se hallaban los dos textos que se encontraron en el Códice de Berlín enrollados junto con el Evangelio de María: el Evangelio apócrifo de Juan, y La sabiduría de Jesucristo. A estos textos descubiertos en Nag Hammadi se los conoce en conjunto como los «Evangelios gnósticos», porque se enfocan en la gnosis, un término griego que significa ‘autoconocimiento’, o más específicamente, ‘el conocimiento que procede de la experiencia directa’.
Sin embargo, la etiqueta «gnóstico» generó una percepción errónea de estos primeros textos cristianos, y el Evangelio de María formó parte de esa confusión.
De modo que vamos a hablar con claridad: no existe nada que se llame «gnosticismo». Estos antiguos textos no hablan de un culto de gnósticos organizados. Dichos escritos, incluido el Evangelio de María, son una evidencia de las diversas formas de cristianismo que existían antes del siglo IV, época en la que fue codificada la forma actual de la Biblia. Soy consciente de que acabo de hablar del cristianismo en plural. A partir de la existencia de Cristo hubo muchas corrientes. Y una de ellas, a la que llamaremos el hilo rojo, consideraba que las mujeres eran tan valiosas como los hombres para enseñar y liderar la Iglesia. Como resulta evidente, esta no fue la corriente ganadora.
Nos encontramos aquí con una curiosa afinidad, o sincronicidad; supuestamente esos textos encontrados en Nag Hammadi fueron sacados ilegalmente de Egipto y permanecieron durante un tiempo en la colección de manuscritos del psiquiatra suizo Carl Jung. Esto resulta fascinante, por lo menos para mí, porque Jung creía que la Iglesia moriría sin la «Madre» y que lo femenino había quedado «inmerso» en nuestro inconsciente colectivo. Además, él escribió El libro rojo, que contiene esencialmente sus esfuerzos para conectarse directamente con su alma.
Todos estos textos del cristianismo primitivo que fueron encontrados enterrados en Egipto tienen en común que hablan del lado oculto, más humano –y femenino– de Cristo, de la importancia de María Magdalena y de la salvación como un acto introspectivo de transformación personal.
Los hallazgos de Nag Hammadi fueron finalmente revelados a un grupo de eruditos internacionales para que comenzaran a evaluar su importancia y su contribución a la comprensión de las creencias de algunos de los cristianos más antiguos. 2 De manera que, a pesar de que el Evangelio de María se halló en 1896, la primera edición impresa no apareció hasta 1955. El de María es el único evangelio escrito que lleva el nombre de una mujer.
Una tercera versión del Evangelio de María, posiblemente la versión final, fue encontrada en Grecia y también en Oxyrhynchus, al norte de Egipto. Este es un descubrimiento muy significativo. Como autora, académica y catedrática de Teología de la Universidad de Harvard, la doctora Karen King explica en su traducción del Evangelio de María: «Dado que es muy poco habitual que varias copias de un texto con fechas tan antiguas hayan sobrevivido, la certificación del Evangelio de María como un antiguo trabajo cristiano es de una importancia inusual». 3
La sacerdotisa episcopal, y autora, Cynthia Bourgeault afirma que si la doctora King está en lo cierto, «Esto situaría el Evangelio de María Magdalena en los estratos más tempranos de los escritos cristianos, prácticamente contemporáneos del Evangelio de Juan». 4
Este proceso arduo, y en cierto sentido desastroso, del Evangelio de María abriéndose finalmente paso hacia la imprenta me parece muy significativo. Refleja una resistencia casi magnética a cambiar nuestra perspectiva en relación con ella, similar al esfuerzo que supondría para un río cambiar la dirección de su curso. Y para mí refleja el proceso de lo que me ha costado personalmente compartir lo que considero que es la verdadera identidad de María, y el impacto real que ha tenido su evangelio en mi vida.
A medida que avancemos por cada uno de sus pasajes, verás que al inicio de algunos capítulos he incluido fragmentos procedentes de los siguientes tres textos: el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe y El trueno, la mente perfecta, y lo he hecho porque ayudan a contextualizar el Evangelio de María. Su evangelio no era una rareza aislada de carácter excepcional, como un unicornio entre caballos; leerlo junto con estos otros evangelios y las escrituras cristianas más antiguas nos permite comprender que formaba parte de una comunidad de creencias.
Me he formado como teóloga, es decir, como «alguien que se dedica al estudio de Dios». Aunque en mi caso debería decir alguien que se dedica al estudio de todo lo que ha sido excluido de las ideas que tenemos de Dios. Recurriré a mi experiencia directa, y aclararé cada uno de los pasajes todo lo que me sea posible. También avanzaremos juntos en la leyenda de María Magdalena, y su malinterpretada condición de prostituta penitente, que aún perdura, para revelar una visión histórica y teológicamente mucho más exacta de quién era ella.
Las siete potestades mencionadas en el Evangelio de María (la oscuridad, el deseo, la ignorancia, el anhelo de muerte, la esclavitud del cuerpo físico, la falsa paz de la carne y la compulsión de la ira) son los precursores de los siete pecados capitales del cristianismo (soberbia, avaricia, envidia, gula, lujuria, pereza e ira). Y según creo, son también los «siete demonios» que según se dice en Lucas 8:2 fueron expulsados del cuerpo de María. «Con él se fueron los Doce, y también algunas mujeres que habían sido curadas de enfermedades y por estar poseídas de espíritus malignos. Entre ellas María, conocida como María de Magdala (de la que se extrajeron siete demonios)». 5
Tradicionalmente, el énfasis de ese pasaje se encuentra en el hecho de que María tuvo que ser sanada, liberada de esos siete «demonios», pero a mí me gustaría destacar que María fue la primera de una lista de mujeres que habían sido sanadas y que caminaban junto a Cristo. Estas son las mismas siete potestades o «demonios» que el papa Gregorio proclamó en el siglo VI durante su 33.ª homilía para demostrar que María era una «pecadora». En mi opinión, en vez de probar lo bajo que había «caído», en realidad los siete «demonios» representan una prueba de todo lo que ella había superado.
Puede ser importante, y tal vez también contundente, hacer un pequeño esfuerzo consciente para desagraviarla. Para reparar la imagen de María Magdalena voy a analizar las siete potestades que ella enseña en su evangelio, y daré mi versión de una homilía, o un sermón. Y cuando digo sermón no hablo de un sermón oficial o formal, sino más bien de algo parecido a unas cartas de amor.
Y a pesar de que a lo largo del libro estas siete potestades siguen un orden lineal desde la primera hasta la séptima, en realidad deben ser comprendidas como potestades que vuelven a aparecer en nuestra vida una y otra vez, y para algunos de nosotros varias veces al día. Y cada sermón parecido a una carta de amor de alguna manera constituirá una oportunidad para que yo practique un cristianismo que nunca excluyó el Evangelio de María, y que comprendió estas siete potestades no como potestades demoníacas o pecaminosas, sino como potestades simplemente humanas.
Para los pasajes del Evangelio de María he utilizado como referencia la traducción que hizo la doctora Karen King en su conocido libro The Gospel of Mary of Magdala: Jesus and the First Woman Apostle [El Evangelio de María de Magdala: Jesús y la primera apostol]. Para la lista de las siete potestades traducida del griego en el Evangelio de María, me he inclinado por la traducción de Cynthia Bourgeault en su libro María Magdalena. Para el Evangelio de Tomás, he empleado la traducción de Elaine Pagels en Más allá de la fe: el Evangelio secreto de Tomás. Y he recurrido a la traducción del teólogo ortodoxo Jean-Yves Leloup del Evangelio de Felipe, en su libro Jesus, Mary Magdalene and the Gnosis of Sacred Union [Jesús, María Magdalena y la gnosis de la unión sagrada]. Todos los pasajes del Nuevo Testamento a los que hago referencia corresponden al libro del doctor Hal Taussig A New, New Testament: A Bible for the 21st Century Combining Traditional and Newly Discovered Texts [Un nuevo Nuevo Testamento: una biblia del siglo XXI que combina los textos tradicionales y los textos recientemente descubiertos].
Cuando tenía poco más de veinte años me topé con la cita que abre este capítulo al leer El trueno, la mente perfecta. Eso fue antes de conocer el Evangelio de María, y ahora puedo decir que en muchos sentidos me guio hasta él. Cuando leí «Soy la prostituta y la santa», todo mi cuerpo se puso a aplaudir. En aquel rincón de la librería tuve que apoyarme contra una estantería por el impacto y a la vez el enorme alivio que me produjo haberlo encontrado. No tenía la menor idea de qué era (o no era) Dios, no tenía ninguna forma de saber que pronto habría de dedicar mi vida a la teología feminista; sin embargo, en aquel momento todo mi ser supo que precisamente era eso lo que yo estaba echando en falta.
Aquella era una voz franca y contradictoria, poderosa y paradójica, y tenía tanto sentido para mí que por primera vez en mi vida sentí el deseo sincero de gritar «¡Aleluya!».
No podía entender por qué motivo el hecho de haber encontrado esta voz producía esos alocados riachuelos de alegría, esas corrientes eléctricas de energía que me atravesaban.
Mis ojos no dejaban de leer una y otra vez: «Soy ella, el Señor».