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Por qué las alondras se vuelven búhos y otra vez alondras

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El cronotipo no sólo se reduce a los genes. La edad y el género también influyen.

Se realizó un estudio numeroso a 25,000 personas de todas las edades, en el que se les pidió que llenaran un cuestionario de cronotipo.⁹ Éste reveló que aunque la mayoría de los niños son alondras (cronotipos madrugadores), entrada la adolescencia se van volviendo búhos, y llegan al tope de esta tendencia en torno a los 20 años. Intentan llevarse el celular a la cama, se quedan despiertos hasta tarde chateando con sus amigos en redes sociales y les cuesta despertar en las mañanas. Están de malas en el desayuno, se niegan a comer sano, prefieren comida chatarra y una bebida energética para despertar camino a la escuela.

Sí, esta conducta es muy molesta, pero hasta cierto punto no es su culpa. Incluso cuando llega la pubertad, se atrasa el reloj interno una o dos horas en promedio. Así que un niño angelical que se dormía a las 9:30 p.m. y se despertaba a las 7 a.m. (para dormir sus necesarias diez horas de sueño), se convierte en un adolescente insolente a quien le molesta que lo manden a dormir y le molesta aún más despertar a las 7 a.m., después de haber dormido sólo siete horas.

También hay diferencias de género. A las niñas les llega antes la pubertad y también se vuelven búhos antes que los niños, llegan al máximo de esta tendencia a los 19, y después regresan a ser más alondras. Por otra parte, los niños tienen un reloj corporal que los lleva a acostarse cada vez más tarde, hasta que llegan a los 21 y tienen que acoplarse a la vida adulta. No obstante, tienden a conservar los hábitos de búho en mayor grado que las mujeres hasta que llegan a los 50, cuando desaparecen las diferencias de género.

Aunque es una molestia para los padres y los hijos porque causa mucho conflicto, puede ser que así lo haya querido la Naturaleza. Cuando los niños son pequeños es vital que los padres los cuiden y alimenten. Pero a medida que van creciendo necesitan reivindicar su identidad, prepararse para vivir fuera de la casa parental, donde tendrán que buscarse la vida; así como nuestros ancestros cuando salían de la seguridad de la tribu. Desvelarse con otros adolescentes, mientras los padres duermen, puede ser la forma en que la Naturaleza fomente que la siguiente generación forme lazos.

El problema es que el mundo moderno no permite que nos quedemos en la cama. El reloj interno de un adolescente pide desvelarse y levantarse tarde, pero los papás también piden a gritos que se vistan para ir a la escuela. El resultado es que la mayoría de los jóvenes se agotan mañana y noche, y menos de 25% duerme entre nueve y diez horas, como se recomienda en la jornada escolar.

La solución obvia sería comenzar el día más tarde, y muchas escuelas lo han intentado. En 2016 Seattle anunció que la mayoría de sus escuelas secundarias empezarían una hora después, así retrasaron la hora de entrada de las 7:50 a.m. a las 8:45 a.m. A los padres no les encantó y se tuvieron que reprogramar todas las actividades extracurriculares, así que el profesorado se quejó bastante. ¿Valió la pena?

Investigadores pidieron a 170 alumnos de dos de las escuelas que iban a implementar el cambio que usaran monitores de actividad para rastrear el sueño. Descubrieron que retrasar la entrada a la escuela casi una hora sí tuvo ventajas importantes en la cantidad de horas que dormían. Aumentó de un promedio de seis horas y cincuenta minutos (antes del cambio) a siete horas y 24 minutos después, o sea, se incrementó 34 minutos cada noche. El rendimiento académico y la asistencia también mejoraron significativamente.

Otro estudio,¹⁰ esta vez en Fairfax, Virginia, mostró que retrasar el inicio de la jornada escolar puede reducir los accidentes automovilísticos. Descubrieron que era 9% menos probable que los alumnos entre los 16 y 18 que manejan a la escuela tuvieran un accidente si entraba una hora más tarde.

Duerme en un dos por tres

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