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El juego del pueblo
El fútbol como rasgo cultural de la working class
«Un deporte tiene tantas más probabilidades de ser adoptado por los miembros de una determinada clase social cuanto menos en contradicción se encuentre con la relación con el cuerpo en lo que esta tiene de más profundo y de más profundamente inconsciente, es decir, con el esquema corporal en tanto que es depositario de toda una visión del mundo social, de toda una filosofía de la persona y del cuerpo propio.»
Pierre Bourdieu, La distinción: criterios y bases sociales del gusto, 1979.
«¿Mi mejor gol? Fue un pase.»
Éric Cantona en Looking for Eric, de Ken Loach, 2009.
A mediados del siglo xix, la revolución industrial había urbanizado considerablemente Gran Bretaña y reconfigurado en profundidad la sociedad victoriana. Más de la mitad de los ingleses viven ya en las ciudades y, en 1867, la clase trabajadora representa cerca del 70 % de la población británica.88 Entre otros factores, la libertad sindical, reconocida en 1824, y la estructuración del movimiento obrero —la Asociación Internacional de los Trabajadores se fundó en Londres en 1864 y el Trades Union Congress vio la luz cuatro años más tarde— fomentaron la aparición del sindicalismo y la multiplicación de las trade unions, permitiendo la paulatina mejoría de las condiciones de trabajo en las fábricas, que todavía estaban cercanas a la esclavitud. Las primeras normativas se concentran sobre todo en la reducción del tiempo de trabajo de la working class: en 1850, el Factory Act limita el tiempo de trabajo semanal a sesenta horas, y con el Bank Holiday Act el Parlamento británico instaura los primeros días festivos nacionales en 1871. Pero las fábricas textiles de Mánchester y Lancashire se ven sacudidas por violentas luchas sindicales, mediante las que los trabajadores reclaman poder disponer de sus tardes de sábado. Cada vez más popular en el mundo obrero, la reivindicación de la «semana inglesa» —como se la denominará en el resto de países— se extiende progresivamente a otros sectores industriales. Con la instauración del descanso dominical obligatorio en 1845 y la limitación legal a seis horas y media de trabajo los sábados en todos los ramos de la industria en 1872,89 la mayor parte de los obreros ingleses empiezan a salir de las fábricas y las obras a las dos de la tarde.
Aunque en un principio había sido criticada por las élites industriales británicas, esta «semana inglesa» seduce rápidamente a los directores de las fábricas, que constatan que el reposo semanal permite a los obreros recuperar su fuerza de trabajo y ser más productivos a largo plazo. No obstante, el establishment considera necesario hacerse cargo de sus trabajadores para evitar que queden a la buena de Dios el sábado por la tarde y caigan en los «vicios» que los acechan, a saber, el alcoholismo, el juego y la ociosidad. Tomando ejemplo de las public schools, que inculcan a sus internos un espíritu de caridad para con los súbditos más pobres de la corona, la sociedad victoriana se ve embargada por cierta conciencia social, forjada de cristianismo, higienismo y paternalismo.90 Financiadas por la burguesía industrial, ven la luz numerosas asociaciones caritativas y filantrópicas —que tienen como precursor al Ejército de Salvación, fundado en 1865 en los barrios más míseros del este de Londres por el reverendo metodista William Booth—, promocionado los beneficios físicos y las virtudes morales del esférico entre las clases desheredadas. El hecho de que el fútbol se adapte perfectamente a las condiciones de vida urbanas de la clase trabajadora alienta todavía más esta práctica deportiva: es un juego que puede practicarse en cualquier momento y en cualquier terreno, tan solo requiere el uso de un simple balón y sus reglas son fáciles de asimilar.
El «primer puesto en el corazón del pueblo»
Como la iglesia era, junto con el pub, uno de los espacios de sociabilidad privilegiados donde cada domingo se daba cita la clase trabajadora, el clero empieza a considerar el fútbol como un instrumento idóneo para combatir la decadencia de toda una juventud obrera sumida en la depravación. En cuanto la «semana inglesa» se generaliza en las fábricas, los clergymen organizan equipos de fútbol locales que cada sábado por la tarde congregan a cada vez más trabajadores sobre el césped de la casa parroquial. En los años 1880, uno de cada cuatro clubes de fútbol de Liverpool y Birmingham había nacido en una parroquia.91 Y numerosos clubes que todavía hoy siguen brillando en el campeonato inglés son de origen eclesiástico. En 1874, la Birmingham Bible Class funda el club Aston Villa. El equipo de fútbol de la Christ Church Sunday School, creado por sacerdotes y profesores anglicanos, dará lugar a los Bolton Wanderers en 1877. Por su parte, el Everton Football Club de Liverpool fue fundado en 1878 por los feligreses de la iglesia metodista de Santo Domingo.
El paternalismo patronal se encuentra entonces en pleno apogeo, y los mandamases de la industria procuran tomar las riendas de los pasatiempos obreros. La práctica del fútbol es considerada por los dirigentes de las empresas como una herramienta a la vez capaz de mejorar la forma física de los obreros, de azuzar la competitividad entre los trabajadores y de distraer a la working class de cualquier posible veleidad contestataria. Es el caso, por ejemplo, de Arnold F. Hills, antiguo alumno de la public school de Harrow, y propietario por herencia paterna de uno de los principales astilleros de Londres, The Thames Ironworks and Shipbuilding Company. Enfrentado al filo de los años 1890 a importantes movimientos de huelga y a la consolidación del movimiento sindical dentro de su empresa, este reputado exfutbolista crea en 1895 el Thames Ironworks Football Club con el objetivo expreso de tender puentes entre obreros y dirigentes en la compañía. «Nuestro club debe reunir a los trabajadores de cualquier condición en el seno de una misma comunidad», explica él mismo.92 Aunque pronto el equipo recibe el apodo de «The Hammers», refiriéndose a los martillos de los forjadores del astillero, el comité de dirección del club está formado exclusivamente por gentlemen. En 1900 el club tomará el nombre de West Ham United, y se convertirá, pasado el tiempo, en uno de los equipos estrella del campeonato inglés. Bajo el patronazgo de los dirigentes industriales surgen otros muchos clubes obreros. La compañía ferroviaria Lancashire & Yorkshire Railway lanza en 1878 su propio equipo obrero de fútbol, que después pasará a manos de un rico productor de cerveza, John Henry Davies, quien lo salvará de la ruina económica y lo rebautizará como Manchester United en 1902. Por su parte, el equipo de fútbol del Royal Arsenal de Woolwich, en el sudeste de Londres, se funda en 1886 por iniciativa de los obreros de la industria armamentística. Bautizado como el Dial Square FC, por el nombre de sus talleres, el club toma el apelativo de Arsenal en 1891.
Trabajadores textiles de Mánchester, metalúrgicos de Birmingham, estibadores del puerto de Liverpool o mineros de Yorkshire… En el seno de su parroquia o de su empresa, todos practican el fútbol en sus horas libres del sábado por la tarde. Pero los consejos de administración de los clubes están en manos de eclesiásticos y de gentlemen que no dudan en sancionar a los jugadores cuando consideran que su vida privada es excesivamente disoluta o proclive a la subversión sindicalista. De este modo, la popularización del fútbol conlleva una enorme contradicción social: el esférico se convierte en un rasgo fundamental de la cultura de clase obrera, y al mismo tiempo su democratización es sinónimo de pacificación social y de paternalismo, corriendo el riesgo de convertirse en un «instrumento de control del mundo del trabajo por parte de la burguesía».93
Otros factores inherentes a la industrialización de Inglaterra también van a contribuir a popularizar el fútbol entre la working class. En los barrios populares de las ciudades industriales se multiplican los pubs, que se convierten en el crisol donde se forjan numerosos equipos de fútbol, reforzando los lazos de vecindad y de solidaridad obreras. Sirven tanto de vestuario como de espacio donde preparar los encuentros, celebrar las victorias o lamentar las derrotas, y también donde tomar un trago antes y después del partido. La trastienda se usa para las reuniones, la organización de apuestas deportivas o como almacén donde guardar el material futbolístico. En ocasiones el encargado del bar puede poner a disposición del equipo un terreno donde jugar los partidos o incluso patrocinar modestamente a los clubes obreros.94
A partir de los años 1880, los periódicos locales, las grandes ediciones nacionales como The Daily Telegraph (fundado en 1855) y las primeras revistas deportivas como Bell’s Life in London (que comenzó a publicarse en 1822) empiezan a cubrir el fútbol con una minuciosidad cada vez mayor, ahora que los resultados de los campeonatos regionales y nacionales pueden transmitirse rápidamente a la redacción gracias a la creciente eficacia de los servicios telegráficos. El desarrollo de los transportes públicos urbanos como el tranvía permite a los amantes del balón abandonar sus barrios para jugar en los parques municipales y en las primeras instalaciones deportivas públicas. Por su parte, las compañías ferroviarias hacen ofertas especiales en los billetes de tren, a fin de permitir a los obreros viajar por el país para asistir a los partidos de su club favorito. Ahora, cada vez que la final de la Copa de Inglaterra se juega en Londres, miles de obreros se desplazan a la capital:
Cuentan que durante una final de la Copa entre el Manchester United y el Bristol City, circularon durante toda la noche trenes atestados en dirección al sur para depositar en Londres cargamentos de obreros de Lancashire y de Yorkshire desde primera hora de la madrugada. Se precipitaban, tumultuosos y triunfantes, a través de las calles de la capital. […] Todos llevaban gorras de tela gris y lucían los colores de su equipo; eran hombres de baja estatura, con un rostro a la vez bondadoso y ordinario.95
Durante los campeonatos los estadios se llenan cada vez más: 45 000 espectadores asisten a la final de la Copa de Inglaterra en 1893, y en 1913 serán ya 120 000. La primera edición de la Football League —el campeonato inglés de fútbol—, en 1888-1889, contabiliza un total de 602 000 espectadores. Siete años más tarde se habrán convertido en unos dos millones.96
En tan solo treinta años desde su codificación como deporte moderno en 1863, el fútbol se ha convertido en una pasión popular, en una «religión laica del proletariado británico», en palabras de Eric Hobsbawm, con su iglesia —el club—, su lugar de culto —el estadio— y sus feligreses —los aficionados—.97 «El interés por el fútbol se ha hecho tan grande que ya no podemos seguir considerando el críquet como nuestro “deporte nacional” en el sentido estricto del término —escribe el jugador de críquet y futbolista Charles Burgess Fry en 1895—. Ahora el fútbol se ha ganado el primer puesto en el corazón del pueblo».98 Giro histórico sorprendente: mientras que las comunidades rurales preindustriales se ven despojadas por la burguesía agraria de sus juegos populares de folk football, la clase obrera se apasiona por el esférico, reservado en un primer momento a la élite industrial.
Pase decisivo
El dribbling game que predominaba en los campos de fútbol rezumaba individualismo y rechazaba toda sutileza: el único objetivo durante los noventa minutos de partido era enviar el balón bien lejos para que un atacante pudiera intentar, él solo, marcar un gol, una estrategia futbolística llamada kick and rush. Tal y como explica un periódico deportivo de la época: «Los métodos eran rudimentarios y consistían en pegar patadones a lo largo del campo, acompañados de carreras desenfrenadas de los delanteros que, arrasando con todo a su paso, intentaban a trancas y barrancas hacer entrar la pelota en la deseada portería».99 Imbuidos del espíritu del fair play, los clubes aristocráticos procedentes de las public schools, como los Wanderers o los Old Etonians, buscaban tanto la elegancia del gesto como la proeza individual, y el simple hecho de pasar el balón a un compañero era considerado un signo de debilidad.
Sin embargo, algunos equipos escoceses, en particular el Queen’s Park FC de Glasgow, comienzan a difundir otro tipo de juego. Desde su creación en 1867, el Queen’s Park FC siempre había prestado especial atención a su estrategia de juego. Así, el club adoptó en su reglamento la práctica de un fuera de juego más estricto —favoreciendo el pase del balón entre jugadores del mismo equipo y limitando los asaltos de los delanteros a la portería— y exhortaba a sus miembros a entrenar tres tardes por semana para perfeccionar su juego colectivo. Por otra parte, durante los encuentros clasificatorios de la primera Cup, en la temporada 1871-1872, los jugadores del Queen’s Park100 quedan muy impresionados por la «organización impecable» y la belleza del «juego inteligente» del Royal Engineers AFC, un equipo del cuerpo de ingeniería militar británica que, según el Bell’s Life in London, «ha descubierto el secreto de la victoria en el fútbol: conservar el balón».101 Rápidamente, los futbolistas estrategas de Glasgow hacen suyo este estilo de juego que apuesta por la colaboración entre delanteros y defensas.
En marzo de 1872, durante un partido clasificatorio para la Cup entre los Wanderers y el Queen’s Park, la revista deportiva The Field queda sorprendida por la técnica que emplean estos últimos: «Hacen pocos regates, y la mayor parte del tiempo se pasan el balón con una serie de chutes largos, todo ello asociado a un acertado juego de pases».102 Durante el primer partido internacional de fútbol que enfrentó a Escocia e Inglaterra el 30 de noviembre del mismo año, The Glasgow Herald describe de este modo las diferencias entre ambos equipos: «Los ingleses les sacaban ventaja física, porque pesaban de media diez kilos más que los escoceses, y controlaban el ritmo del juego. Pero el punto fuerte de nuestro equipo era que jugaban juntos en perfecta armonía». Charles W. Alcock, futbolista y administrador de la Football Association, hace un panegírico del estilo escocés, que describe en estos términos en 1874: «No hay nada como lo que llamaré el combination game, […] que consiste en seguir a un miembro de tu propio equipo para venir en su ayuda si hace falta y para recuperar el balón si el compañero es atacado o si le impiden continuar corriendo hacia delante».103
Gracias a los futbolistas escoceses, que algunos empezaron a llamar desde entonces los «Scotch Professors», el combination game se extiende a partir de los años 1880 por los clubes de fútbol del norte de Inglaterra. En aquella época numerosos jóvenes escoceses emigran en masa para emplearse como obreros en las fábricas de Lancashire y de los Midlands, atraídos por una revolución industrial que demanda cada vez más mano de obra, y en este proceso son seleccionados para jugar en los clubes de fútbol pertenecientes al patronato industrial. Algunos clubes de Lancashire llegan incluso a publicar anuncios en los periódicos escoceses con el fin de hacerse con jugadores locales, que tenían fama de ser «valientes», «robustos», «duros con el adversario» y «técnicamente hábiles».104 Estos futbolistas obreros desarrollarán rápidamente un estilo de juego propio, el passing game, en el que se fusionan el típico juego de pase de los clubes escoceses con el espíritu de cooperación y de solidaridad que reina en las fábricas. Reflejo de una cultura obrera marcada tanto por la ayuda mutua como por la división del trabajo, el passing game significa la consagración del fútbol como deporte colectivo, cuyo gesto fundador no es regatear egoístamente para intentar marcar un gol, sino pasar el balón a un compañero y construir el juego de manera colectiva.105 A diferencia del regate, que valoriza la proeza individual, el pase representa un acto de altruismo, al servicio de todo el equipo.
Gracias al juego cooperativo desarrollado por los futbolistas obreros, los clubes de Lancashire aparecen cada vez con mayor frecuencia en los partidos clasificatorios para la Cup. En 1883, en su decimosegunda edición, se enfrentan en la final el muy aristocrático club de los Old Etonians y el Blackburn Olympic, un club del norte industrial. El contraste social entre los dos equipos es edificante. Los egresados del prestigioso Eton College, ganadores de la competición en dos ocasiones y propietarios del título, celebran su sexta clasificación en la final. Liderados por el excéntrico director de banca lord Kinnaird, los Old Etonians apuestan por un juego rudo basado en el regate y en la acción individual, en la más pura tradición de los juegos de balón de las public schools. El Blackburn Olympic, por su parte, es un club originario de Blackburn, ciudad industrial de Lancashire que cuenta ya con una docena de clubes activos —entre ellos el Blackburn Rovers, que había perdido la final contra los Old Etonians la temporada anterior—. Los jugadores entrenan en un terreno enfangado y en pendiente que les alquila un pub local, The Hole-i’th’-Wall, y su capitán Albert Warburton es un simple fontanero. El equipo cuenta con varios obreros tejedores, un hilandero, un carnicero, un metalúrgico y un ayudante de dentista. Sydney Yates, un rico industrial propietario de la fundición de la ciudad, ha invertido 100 libras esterlinas en el club para que los obreros puedan consagrar una semana entera al entrenamiento en la localidad costera de Blackpool, una práctica a la vez absolutamente innovadora y sorprendente para la época.106
Delante de ocho mil espectadores, entre ellos «una horda de gente del norte toscamente vestida que vociferaba palabrotas»,107 apelotonados en un estadio de críquet londinense, el Kennington Oval, el saque inicial de la final se pita el sábado 31 de marzo de 1883. El Etonians inaugura el marcador en el minuto treinta, pero el Blackburn consigue empatar en el segundo tiempo. Frente al dribbing game y el individualismo del Old Etonians, que se sitúa en el terreno en configuración 2-2-6, el Blackburn Olympic despliega un juego de pases colectivos ante los ojos incrédulos de los aficionados y los comentaristas deportivos, poniendo en práctica el sentido de la cooperación propio de su condición obrera. El gol de la victoria no llega hasta el minuto 15 de la prórroga. El delantero del Blackburn, Jimmy Costley, hilandero de veintiún años, recibe un centro de Thomas Dewhurst, tejedor de oficio, y lo envía a la portería contraria del guardameta John Rawlinson, gran abogado londinense y futuro diputado conservador.108
Aunque por primera vez en la historia de la Copa de Inglaterra un equipo de obreros resulta vencedor, acabando así con la hegemonía del fútbol burgués y del dribbling game, el simbolismo popular de esta victoria excita también un cierto orgullo regional, y los habitantes de Blackburn brindan un recibimiento triunfal a los jugadores victoriosos. Después de un desfile por la ciudad y una ceremonia oficial en el ayuntamiento, el fontanero Albert Warburton, capitán del equipo, declara: «Estamos encantados de haber traído la copa a Lancashire. Aquí estará como en casa y nunca volverá a Londres». Con esta frase en apariencia insignificante el jugador deja clara su pertenencia al norte industrial y obrero frente a los clubes de gentlemen del sur que habían dominado el campeonato hasta entonces.
Sin embargo, a través de la declaración de Warburton se manifiesta también otra discrepancia: los clubes elitistas de antiguos alumnos de las public schools elogian la nobleza del amateurismo dentro de la Football Association, mientras que desde mediados de los años 1870 los clubes surgidos en el entorno obrero, sobre todo los del norte, son acusados regularmente de remunerar a sus jugadores.109 En efecto, ante la acumulación de jornadas de trabajo perdidas debido a los entrenamientos y los partidos, los patronos de las fábricas establecen discretamente una compensación financiera para los obreros futbolistas, el broken time payment.
Tras la victoria del Blackburn Olympic en marzo de 1883, los clubes de la élite burguesa y algunos periodistas deportivos, sospechando que los jugadores habían sido remunerados durante su semana de entrenamiento intensivo en Blackpool, piden a la Football Association que investigue más de cerca este «amateurismo clandestino» de los clubes del norte. Para las altas instancias de la Football Association, la «ética amateur» y la «presunción de que los futbolistas juegan por placer» no deben ser usurpadas y deben ser mantenidas por una cuestión de principios, por la razón, aducen los gentlemen, de que es «degradante para un hombre respetable jugar contra profesionales».110 Pero la Cup atrae a un número cada vez mayor de espectadores, y la competición se convierte, para disgusto de los partidarios del amateurismo, en un negocio muy lucrativo (venta de entradas, de bebidas, publicidad, etc.). A partir de abril de 1883, la Football Association, practicando el pragmatismo económico, autoriza el pago de los billetes de tren a los jugadores en las finales y semifinales. La temporada siguiente, el industrial textil William Suddel, que preside un club de Lancashire, el Preston North End, reconoce haber contratado a jugadores escoceses contra una compensación económica y es expulsado del campeonato. Pero en 1885, tras la expulsión de otros dos equipos sospechosos de profesionalismo, los clubes industriales del norte amenazan con crear una federación disidente, obligando a la Football Association a reconocer oficialmente la figura del jugador profesional. A partir de entonces, el fútbol se convierte en un medio tan competitivo como cualquier otro sector industrial, y los directivos de los clubes les aplican la misma lógica económica y de gestión que a las empresas. Los clubes adoptan el régimen de sociedad anónima por acciones; es el caso de los Hammers del Thames Ironworks, que se profesionaliza en 1898 y dos años más tarde toma el nombre de West Ham United Football Club Limited. Los directivos de los clubes también empiezan a invertir grandes sumas en la contratación de jugadores prometedores y en la edificación de estadios. El propietario del West Ham United, por ejemplo, manda construir en 1897 un enorme estadio en las inmediaciones de sus astilleros navales, el Memorial Ground.111 La organización racional y la especialización en el trabajo se transfieren cada vez más al campo de juego con la aparición de las posiciones de defensa lateral y medio centro defensivo, o de los primeros jueces de línea. En 1891 existen ya en Inglaterra unos 450 jugadores profesionales, a medio tiempo o a tiempo completo. En 1914, serán diez veces más numerosos.112
«The Outcast FC»
Rentabilizar a corto plazo las inversiones de los clubes requiere sin embargo algo más que una copa anual y múltiples encuentros amistosos sin demasiadas repercusiones deportivas. Por iniciativa de William McGregor, directivo del Aston Villa, doce clubes crean en 1888 la Football League con la intención de organizar partidos que enfrenten exclusivamente a equipos profesionales, considerados más lucrativos para las instituciones y más atractivos para el público. En el mismo año, la League instituye además la organización de uno o dos partidos todos los 26 de diciembre, día del Boxing Day. Esta tradicional jornada de descanso que la burguesía victoriana concedía a los empleados domésticos el día después de Navidad en premio a sus méritos, el Boxing Day —así denominado por las cajas que los empleados presentaban a sus señores para que depositaran en ellas el aguinaldo—, se convierte entre las clases populares en un día de fiesta en el que, como esparcimiento, los hombres acuden al estadio para asistir a un buen partido de fútbol.
Sin embargo, pese los crecientes ingresos que producen los distintos campeonatos, los futbolistas profesionales continúan manteniendo su precaria condición de obreros. Mientras van apareciendo los primeros desembolsos por el traspaso de jugadores entre clubes —la compra de un jugador podía ascender a 1000 libras esterlinas ya en 1905—,113 los patrones de los clubes instituyen en 1893 el sistema del retain and transfer: los futbolistas se convierten en propiedad exclusiva del club, y únicamente pueden abandonarlo con el consentimiento expreso de los directivos y el entrenador. Tal y como muestra un anuncio por palabras publicado en 1891, algunos jugadores se compran, se venden y se negocian como si fueran ganado: «N.º 163. Defensor lateral derecho o izquierdo, uno de los jugadores más jóvenes que me he agenciado hasta el momento. Su reputación se debe a un célebre periodista que lo ha visto jugar en varias ocasiones y que ha sabido detectar su potencial y sus capacidades futuras. Tomen nota, altura: 1 m 80, peso: 76 kilos, edad: 20. Este joven gigante está a su disposición. Es un pupilo al que merece la pena adiestrar».114 Por añadidura, en 1901 la Football Association impone un límite de cuatro libras —el salario medio de un obrero cualificado— a las remuneraciones semanales de los futbolistas y prohíbe todo tipo de prima. Si bien hasta entonces los jugadores habían considerado su paga como un pequeño complemento de su salario de obreros, cada vez más futbolistas se sienten estafados, en vista del esfuerzo físico que deben realizar, de las lesiones que el juego les provoca, obligándolos a faltar a la fábrica, y de los beneficios obtenidos por los clubes.
En Mánchester, urbe industrial algodonera agitada por un potente movimiento obrero —en 1868 la ciudad ha visto nacer al sindicato de los sindicatos, el Trades Union Congress—, el fútbol se convierte para el sindicalismo en un nuevo sector profesional que conquistar. Después de una primera experiencia sindical entre 1893 y 1901 a través de la Association Footballers Union, el 2 de diciembre de 1907 se funda oficialmente en el Imperial Hotel de Mánchester la Association of Football Players’ and Trainers’ Union (afptu), por iniciativa de Charlie Roberts y Billy Meredith, respectivamente medio centro y delantero del Manchester United. Los futbolistas sindicalistas apelan al «derecho de todos los trabajadores a asociarse con sus colegas para tener una situación que les permita ayudar a un compañero en dificultades»115 y reivindican el fin de los salarios limitados a cuatro libras, la abolición del sistema de retain and transfer, indemnizaciones para los jugadores lesionados y el derecho de los jugadores a percibir un porcentaje sobre el coste de traspaso entre los clubes.116
Las derivas autoritarias de los directivos de los clubes son especialmente denunciadas por el popularísimo Billy Meredith, sancionado a menudo por los administradores del Manchester United por «mala conducta».117 Utilizando su notoriedad mediática para dar a conocer el sindicato, aboga enérgicamente contra la limitación de salarios, denunciando el conservadurismo de las autoridades futbolísticas:
Me consagré al fútbol en cuerpo y alma y, pagando un alto precio en sacrificios, me he convertido en un jugador mejor que la media. Me felicitan, me regalan gorras, pero nunca me darán un céntimo más de lo que gana un jugador del equipo de reserva en el que algunos ni siquiera se toman la molestia de perfeccionarse o descuidan su condición física. Si un hombre se gana la vida con el fútbol y suda por su jefe más que los otros, ¿por qué no iba a disfrutar de un salario mejor?118
La Football Association y la Football League montan en cólera cuando se enteran, en 1909, de que la afptu planea unirse a la General Federation of Trade Unions, una poderosa organización sindical. Las dos instancias directrices del fútbol quieren conservar su control paternalista sobre los jugadores y presionan a los futbolistas sindicados para que abandonen el movimiento contestatario, so pena de exponerse a sanciones individuales y rupturas de contrato. Mientras el sindicato amenaza con ponerse en huelga, las autoridades futbolísticas suspenden, a partir del mes de agosto, a todos los jugadores afiliados a la afptu durante la temporada 1909-1910, y para poder mantener el campeonato constituyen deprisa y corriendo equipos improvisados. Aunque la mayor parte de los jugadores sindicados vuelven al redil, los del Manchester United se niegan en bloque a renunciar a su compromiso militante. Pese a que el club haya dejado de pagarles, los mancunianos continúan entrenándose diariamente y redoblan su actividad sindical. Una mañana, el equipo sedicioso llega incluso a robar de las oficinas del club diversas baratijas y artículos decorativos, que venden en una esquina con el fin de devolver la salud a su maltrecha economía.119 El medio centro del equipo, Charlie Roberts, decide por su parte acudir a la prensa para dar visibilidad a las reivindicaciones de los jugadores y pide a un fotógrafo que inmortalice a los rebeldes con un letrero a sus pies que reza «The Outcasts F. C.» (Los Proscritos o Los Parias). La impactante imagen se propaga por toda la prensa y democratiza el movimiento, que recupera su empuje gracias el apoyo público que le brinda otro jugador estrella: el delantero del Everton Tim Coleman.
La Football Association propone revocar la suspensión de los sindicados si la afptu accede a abandonar su proyecto de afiliación a la General Federation of Trade Unions. En octubre de 1909, los jugadores votan en contra de la adhesión a la organización sindical y ponen fin a la huelga. Así, la afptu se mantiene como un sindicato estrictamente profesional y los futbolistas continúan siendo trabajadores con un estatuto aparte: la convergencia de luchas entre los obreros del fútbol y los de la industria ha fracasado. Decepcionado, Billy Meredith vuelve al campo de juego en noviembre de 1909 y deplora: «Muchos jugadores se niegan a tomarse las cosas en serio y se contentan con vivir como simples colegiales, haciendo exactamente lo que se les dice… en lugar de pensar y de actuar en su propio provecho y en el de su clase».120 Aunque el sindicato logró obtener de las autoridades futbolísticas la autorización para recibir primas por partido y consiguió atraer la atención pública sobre las condiciones de trabajo de los futbolistas, la limitación de salarios y el retain and transfer se mantuvieron en Inglaterra hasta 1963.
Football Railway Company
Al igual que el desarrollo industrial y el productivismo se exportan por todo el planeta gracias a la hegemonía geográfica y económica del Imperio británico, el fútbol industrial y su ideología deportiva también se internacionalizan. «Dondequiera que haya una isla, un islote, un puerto, […] los ingleses llegan, levantan sus postes telegráficos y lanzan sus vías férreas a través de caminos impracticables. Y juegan al fútbol», refiere el autor italiano Stefano Jacomuzzi.121 Desde finales del siglo xix, la Football Association decide enviar por el mundo equipos que promocionen las virtudes del esférico. En 1897, los Corinthians participan en treinta y tres partidos en África del Sur y al año siguiente los Queen’s Park Rangers juegan en los países escandinavos. En cuanto al Surrey Wanderers y al Southampton FC, a principios del siglo xx viajan a Austria y Alemania para jugar una serie de partidos amistosos. Pero son sobre todo los estudiantes extranjeros, recién salidos de las public schools, y los principales agentes de la colonización británica —militares, misioneros y empresarios— los que propagan la buena nueva futbolística a través de los cinco continentes. Las élites anglófilas tanto de países del norte como del sur adoptan el fútbol, convertido en símbolo del english way of life, y hacen de él un marcador de distinción social y una manifestación de modernidad industrial.122
Los pioneros del fútbol sudamericano son, o bien personas procedentes de la upper class local, o bien empleados de compañías británicas implantadas en las metrópolis costeras.123 El primer club del continente, fundado en mayo de 1867, es el Buenos Aires FC, obra, entre otros, de dos hermanos de Yorkshire, Thomas y James Hogg, empleados de la empresa que estaba construyendo el ferrocarril. Del otro lado del Río de la Plata, cuatro empleados ingleses de la sociedad británica Montevideo Central Uruguay Railway dan vida en 1891 al predecesor del Club Atlético Peñarol, el Central Uruguay Railway Cricket Club (curcc). El curcc se enfrenta regularmente con el Albion FC, en el que juegan jóvenes ingleses de la burguesía, y a partir de 1900 constituye con otros tres clubes el campeonato uruguayo de fútbol. Charles William Miller, hijo de un ingeniero de ferrocarriles británico que trabajaba en Brasil, parte a estudiar a una public school de Southampton y juega en los Corinthians de Londres antes de volver a São Paulo en 1894. Contratado por la compañía local de ferrocarriles ingleses, se esfuerza desde su regreso por crear una sección de fútbol dentro del São Paulo Athletic Club, y en 1895 organiza un primer partido entre el equipo de su empresa y jugadores de la compañía británica Gas Company. En cambio, en Estados Unidos el football-association arraiga más difícilmente, porque otros juegos de pelota —sobre todo el fútbol americano— llevan ya tiempo implantados dentro del sistema educativo estadounidense. A pesar de algunas excepciones, como Saint Louis (Misuri), donde el fútbol adquiere popularidad gracias a los inmigrantes británicos, en general el esférico no representa a los ojos de las élites estadounidenses más que una quimera deportiva procedente de la antigua metrópoli.
En África encontramos trazas de los primeros partidos de fútbol —reservados en un principio a los colonos blancos— a partir de 1862, en Cape Town y Port Elizabeth, en África del Sur.124 Por otra parte, el esférico es rápidamente considerado como un «instrumento civilizador» en África del Este, sobre todo en Uganda, donde se introduce en 1897 gracias al oficial británico William Pulteney —un antiguo alumno de Eton— y a los misioneros de la Namirembe Church Missionary Society.125
En la costa del este de Asia son sobre todo los marinos ingleses y el Ejército británico los que importan el juego en 1873, a través del lieutenant commander Douglas, instructor de la Royal Navy de Tokio. Los bengalíes, por su parte, comienzan a practicar el fútbol en los colleges de los colonos británicos, y en 1892 un club indio de Calcuta, el Sovabazar Club, logra vencer a un equipo militar inglés, el del East Surrey Regiment. En la Rusia de los zares el fútbol es importado, entre otros lugares, a Oréjovo-Zúyevo, en los alrededores de Moscú, por dos industriales originarios de Lancashire. En 1887 organizan con los obreros de su fábrica textil un equipo de fútbol que será el predecesor del Dinamo de Moscú. En Turquía, los británicos inician en el fútbol, a finales del siglo xix, a las comunidades griegas y armenias de Estambul y de Esmirna, provocando la condena de las autoridades otomanas, y habrá que esperar a la Revolución de los Jóvenes Turcos de 1908 para que el esférico se democratice a lo largo del país.126
En el Viejo Continente, el fútbol llega a Copenhague en 1876, de la mano de residentes británicos, y a partir de ahí se populariza en los países escandinavos.127 El decano de los clubes alemanes de fútbol se funda en Hamburgo en 1887,128 mientras que los primeros equipos del Imperio austrohúngaro ven la luz en Praga y Viena en los años 1890.
En Italia, el esférico se desarrolla a partir de los grandes centros industriales del norte de la península. En Turín, Eduardo Bosio, un comerciante italiano que había trabajado en la industria textil en Gran Bretaña, funda en 1891 la Internazionale Foot-Ball Club Torino. El fútbol milanés se practica entre gentlemen ingleses, que se reúnen en 1899 para dar vida al antecesor del Milan AC, el selectísimo Milan Cricket and Football Club. En España, un pequeño grupo de ingenieros ingleses de la región de Sunderland que trabajaban en el puerto industrial de Bilbao funda en 1894 el Bilbao Football Club —predecesor del Athletic Club de Bilbao (1898)—, mientras que en una Barcelona en pleno desarrollo industrial Hans Gamper, un suizo que se dedica a la importación y exportación, reúne en 1899 a expatriados ingleses, suizos y alemanes para crear el FC Barcelona. En cuanto a Portugal, es el aristócrata Guilherme Pinto Basto quien, tras formarse en la Downside Scholl de Inglaterra, organiza en 1888 un primer partido, reuniendo en las selectas playas de Cascais a jóvenes de la alta sociedad lisboeta.
El fútbol se implanta en París tras un viaje académico de los alumnos de la École Monge al Eton College, y también gracias a los ingleses venidos a trabajar en la Exposición Universal de 1889. Pero el primer club francés, Le Havre Football Club, ya había sido fundado en 1872 por trabajadores británicos del puerto normando, bajo el patrocinio de Francis-Frederic Langstaff, director de la South Western Railway.129
Ante el creciente éxito del fútbol en Europa, Édouard Pontié, redactor jefe del semanario deportivo francés Armes et Sports, escribe a comienzos del siglo xx: «Los equipos de football-association se multiplican por todo el viejo continente. […] Alemania y Austria, al igual que los pueblos bohemio y húngaro, han adoptado el juego. Lo mismo ha hecho Suiza, e Italia tiene buenos equipos en Turín, en Milán, en Roma y en Nápoles; en España, Madrid y Barcelona se suman por fin a esta tendencia. Dentro de poco, el sol invernal no brillará más que sobre jugadores de fútbol».130
88. Nicolas Bancel y Jean-Marc Gayman, o. cit.
89. Paul Dietschy, o. cit.
90. James Walvin, o. cit., p. 45.
91. Ib.
92. Citado en Charles Korr, «West Ham United, une rhétorique de la famille», Actes de la Recherche en Sciences Sociales, vol. 103, n.º 1, 1994, p. 57.
93. Nicolas Bancel y Jean-Marc Gayman, o. cit.
94. Tony Mason, Association football and English society, 1863-1915, Harvester Press, Brighton, 1980.
95. Citado en James Walvin, o. cit., p. 69.
96. Ib., p. 79.
97. Eric Hobsbawm, «La culture ouvrière en Angleterre», l. cit.
98. Charles Burgess Fry, «Football», en Badminton library of sports and pastimes, Londres, t. 1, 1895.
99. La vie au grand air, 24 de diciembre de 1899.
100. Aunque en la temporada 1873-1874 se creó una Scottish Cup, algunos clubes escoceses fueron invitados a participar en la Copa de Inglaterra durante cierto tiempo.
101. Bell’s Life in London and Sporting Chronicle, 18 de diciembre de 1869.
102. Richard Sanders, Beastly fury. The strange birth of British football, Bantam, Londres, 2009, p. 66.
103. Charles Alcock, Football: Our winter game, Nabu Press, Londres, 1874, p. 83.
104. James Walvin, o. cit., p. 83.
105. Jean-Claude Michéa, Le plus beau but était une passe, Climats, París, 2014, p. 62.
106. Paul Dietschy, o. cit.
107. Citado en Keith Warsop, The early FA Cup Finals and the southern amateurs, SoccerData, Nottingham, 2004.
108. The Morning Post, 2 de abril de 1883.
109. Hunter Davies, Boots, balls and haircuts. An illustrated history of football from then to now, Cassell Illustrated, Londres, 2004, p. 36.
110. James Walvin, o. cit., p. 85.
111. Charles Korr, «Angleterre: le “foot”, l’ouvrier et le bourgeois», L’Histoire, n.º 38, octubre de 1981.
112. James Walvin, o. cit., p. 84.
113. Ib., p. 87.
114. Ib., p. 85.
115. Ib., p. 90.
116. John Harding, Football wizard. The Billy Meredith story, Robson Books, Londres, 1998, p. 130.
117. Claude Boli, «Le premier syndicat de joueurs. La création du syndicat des footballeurs professionnels anglais», WeAreFootball (<www.wearefootball.org>), 2007.
118. John Harding, o. cit., p. 126.
119. Ib., p. 135.
120. Ib., p. 143.
121. Citado en Stefano Pivato, Les enjeux du sport, Casterman, col. «xx siècle», París, 1994.
122. Pierre Lanfranchi, «La réinvention du foot en Italie», Football et Sociétés, n.º 7, diciembre de 1998.
123. Fabien Archambault, «L’autre continent du football», Cahiers des Amériques Latines, n.º 74, 2014.
124. Peter Alegi, African soccerscapes. How a continent changed the world’s game, Ohio University Press, Athens, 2010.
125. Allen Guttmann, Sports. The first five millennia, University of Massachusetts Press, Amherst, 2007, p. 241.
126. James Walvin, o. cit., p. 105.
127. Ib., p. 98.
128. Ib.
129. Alfred Wahl, Les archives du football. Sport et société en France (1880-1980), Gallimard Julliard, col. «Archives», París, 1989.
130. Citado en Joseph Mercier, Le football, puf, col. «Que sais-je?», París, 1966, p. 13.