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Clase contra clase


El fútbol obrero en Francia, ampliación del campo de batalla

«Y cuando llegue la Gran Noche, bombardearemos al enemigo a balonazos.»

Le Socialisme, 9 de noviembre de 1912

«Son quince o veinte, quizá más. Unos visten el mono azul del obrero, otros, el guardapolvo de codos brillantes del empleado de comercio. […] ¿Cómo matar el tiempo antes de volver donde el patrón a encerrarse hasta las siete de la tarde? Vayamos al campo de fútbol. Cuatro piedras chatas, colocadas en el lugar adecuado, dan forma a los cuatro postes de la portería. Las líneas de banda están representadas por dos aceras y el balón por una pelota pequeña de caucho. Jugamos al football-association…», describe en 1904 un periodista deportivo que analiza la práctica del esférico en París a la hora del almuerzo.167 El jardín de las Tullerías es el primer campo de juego de los parisinos y en la periferia de la capital el bosque de Vincennes se convierte en el lugar preferido para los partidos de fútbol. Los jugadores traen porterías de madera que transportan sobre los hombros, y cada domingo «todo el césped se eriza de postes que delimitan los campos de juego, se levantan porterías y el transeúnte no iniciado se queda atónito frente a las estacas que brotan por doquier, y cuya utilidad desconoce».168

Aunque en esta época el fútbol todavía no es un deporte de masas en Francia —en 1906 el país cuenta con cuatro mil futbolistas y doscientos setenta clubes, o sea, dos veces menos que en Alemania—,169 la ley de 1901 sobre la libertad de asociación dinamiza la red de asociaciones deportivas. En un país en plena industrialización, el club deportivo ofrece a los trabajadores recién llegados a la ciudad una estructura social de ambiente fraternal y fácil acceso. Para el historiador francés del fútbol Alfred Wahl, la aparición de este deporte

anuncia una verdadera revolución en las formas de sociabilidad, y al mismo tiempo revela un cambio de sensibilidad: una nueva aspiración orientada al retorno hacia una forma de vida comunitaria, hacia un compromiso colectivo. La fraternidad que se crea en torno a la práctica del fútbol se inscribe en un conjunto de fenómenos de finales del siglo xix, caracterizados por una vuelta al sentimiento asociativo como reacción contra la desintegración de las comunidades tradicionales y las consecuencias de la urbanización.170

Al no tener un terreno permanente y adaptado a la práctica de su deporte, los futbolistas se ven forzados a un constante nomadismo y, al igual que los pubs en Gran Bretaña, los cafés desempeñan un importante papel en el nacimiento de los clubes. A comienzos del siglo xx, en el departamento del Sena, 59 de las 140 sedes sociales de clubes de fútbol son cafés, cervecerías, tabernas o vinaterías.171 La cervecería Mollard, en la calle Saint-Lazare, se convierte así en un lugar emblemático de la sociabilidad futbolística parisina, al albergar al Racing Club de France, a los White Rovers o al Stade Français.172 Los bares sirven tanto de vestuarios como de almacenes para el material, y en ellos los jugadores organizan sus reuniones, las asambleas generales de la asociación y las comidas del domingo después del partido. Llegado el caso, también permiten ahogar en alcohol la derrota, como describe en 1921 el periódico Football Association: «¿Ha fallado un gol que le habían puesto en bandeja? ¿Ha centrado detrás de la portería? ¿Ha hecho una mano que le ha costado un penalti a su equipo? Un vermut de grifo en el bar y podrá justificarse a voluntad, y aniquilar por adelantado los juicios hirientes que los periodistas no dejarán de hacerle al día siguiente…».173

Fobia social, valores marciales

Integrados en una red de asociaciones cada vez más densa, los clubes de fútbol son acaparados rápidamente por instituciones deportivas burguesas de carácter laico y por patronatos católicos,174 que buscan controlar las prácticas deportivas de la juventud. La Union des Sociétés Françaises de Sports Athlétiques (usfsa), una federación polideportiva de alcance nacional que trata de controlar el movimiento deportivo francés, ve con muy malos ojos la llegada del fútbol. Dirigida por los aristocráticos Georges de Saint-Clair y Pierre de Coubertin, la federación defiende con uñas y dientes el amateurismo burgués, temiendo que la popularización del fútbol conduzca a la importación del profesionalismo británico.175 En 1904, en un intento de cortar de raíz la generalización del modelo inglés, la usfsa impulsa la creación de la Fédération Internationale de Football Association (fifa), que en sus comienzos será boicoteada por la Football Association inglesa, debido a la hostilidad de los franceses hacia el profesionalismo.

El amateurismo restrictivo de la usfsa también está impregnado de cierta fobia social hacia las clases obreras. El artículo primero de los estatutos de la federación, establecidos en julio de 1890, estipula: «Ningún jugador que no sea amateur podrá ser admitido como miembro de una asociación que forme parte de la usfsa. Será considerada amateur toda persona que nunca haya tomado parte en una carrera pública abierta a cualquiera [sic] ni competido por un premio en efectivo […] y que no se dedique a ninguna profesión obrera». Por su parte, la Revue Athlétique, fundada por Pierre de Coubertin en 1890, reprueba la práctica del fútbol por las clases populares, poniendo de manifiesto la concepción aristocrática del fair play que reina en el seno de la federación deportiva: «Jugado por mineros y obreros de grandes fábricas, gente que no destaca precisamente por su espíritu caballeroso, el fútbol se vuelve necesariamente brutal y arriesgado, mientras que jugado por jóvenes bien educados se mantiene como lo que es, un excelente ejercicio de destreza, agilidad, fuerza y sangre fría al cual es posible entregarse sin renunciar a las normas de cortesía».176

Por su parte, la Iglesia, con su Fédération Gymnastique et Sportive des Patronages de France (fgspf), rival de la usfsa, se convierte en la principal impulsora del esférico. El 14 de abril de 1901 la federación católica organiza en el hipódromo de Vincennes su primer torneo de fútbol, y en 1904 funda el campeonato de los patronatos de Francia. En 1912 la fgspf tiene ya unos mil equipos de fútbol bajo su tutela, la mayoría en el norte del país.177

Tanto para la usfsa como para los patronatos católicos, el fútbol debe consagrarse a fortalecer los cuerpos y forjar los espíritus en el respeto a la autoridad, el valor y la resistencia. A los ojos de los dirigentes deportivos, todavía traumatizados por la derrota del país en la guerra franco-prusiana de 1870, el fútbol debe preparar a toda una generación de soldados para la obediencia militar: «La República está muy bien para la política, pero en el campo de fútbol solo existe una forma de gobierno que pueda conducir a un equipo a la victoria: el cesarismo, o dicho de otro modo, el poder absoluto en manos de un jefe», afirma sin ambages el periódico Tous les Sports en julio de 1901. Como la gimnasia había sido hegemónica en Francia hasta finales del siglo xix, el espíritu marcial que impregnaba esta disciplina se transmite al fútbol. En el primer libro francés dedicado al football-association, editado en 1897, Eugène Fraysse, de la usfsa, y el jugador inglés Neville Tunmer describen el equipo como un escuadrón militar a las órdenes de un oficial: «Las numerosas cualidades que debe tener un jugador para ocupar debidamente las funciones de capitán son las mismas que se le piden a un general; su equipo es un pequeño ejército que debe saber mandar, formar y dirigir, y este debe tener en él una confianza sin límites. […] Un equipo que se permite discutir las órdenes de su jefe y su manera de dirigir el juego nunca hará nada de provecho». Ser capitán «es un don de la naturaleza; el buen general nace, no se hace, y la ciencia del mando no está al alcance de todo el mundo».178 En Les Jeunes, boletín de la federación deportiva de patronatos católicos, los artículos futbolísticos también están cuajados de metáforas bélicas: «Cuando un ejército se dispone a actuar, generalmente pone a la cabeza de su formación a los destacamentos más activos y móviles. […] En un equipo bien organizado los delanteros son como la unidad de reconocimiento del ejército […], son ellos los que deben entrar en contacto con el enemigo —perdón, con el equipo rival— e inclinar a su favor el resultado del partido mediante la fogosidad de su ataque».179

En un momento en el que el imperio colonial francés se encuentra en plena expansión en el sudeste de Asia y en África, la anglomanía burguesa contra el fútbol y la consideración del mismo como un instrumento moralizador y disciplinario al servicio de los intereses de la nación se manifiestan también en el discurso de las autoridades deportivas. En 1894 Pierre de Coubertin resume así las virtudes conquistadoras atribuidas al fútbol:

Si se diera el caso de que os convirtierais más tarde en grandes comerciantes, en distinguidos periodistas, en atrevidos exploradores o en sensatos industriales, el emporio que creareis en ultramar, la agencia de noticias que fundareis, el producto perfeccionado que lanzareis, serán otras tantas victorias para Francia. Para llevar a cabo estas acciones hay que ser un hombre de iniciativa, un buen jugador de fútbol que no teme a los golpes, siempre ágil, decidido y rápido, que conserva la sangre fría; es necesario (para traducir esta hermosa expresión yanqui) ser self-governed, es decir, ejercer el gobierno de uno mismo. […] Me gustaría que tuvierais la ambición de descubrir una América, de colonizar un Tonkín, de tomar un Tombuctú. El fútbol es el prefacio de todas estas cosas.180

Jugar más para trabajar más

Aunque la Francia campesina ya había empezado a descubrir los placeres del balón durante la primera guerra mundial gracias a algún que otro partido improvisado en la retaguardia del frente, tras la guerra el nacimiento del movimiento deportivo gremialista contribuye en gran medida a popularizar el fútbol a lo largo y ancho del país. Poniendo en práctica el dicho de Henry Ford, «Poned a los obreros a hacer deporte. Durante ese tiempo no pensarán en la organización sindical»,181 los grandes bancos crean sus propios equipos de fútbol —como los Cercles Athletiques de la Société Générale— y lo mismo hacen las grandes industrias. Dentro de la industria del automóvil, la Association Sportive Michelin ve la luz en Clermont-Ferrand en 1911, y el Club Olympique des Usines Renault (cour) en 1917. Las minas de Drocourt crean su equipo en 1921, y la fábrica de alambre y planchas de metal de Le Havre lanza la Union Sportive des Tréfileries en 1922. Desbordada por la aparición repentina de los clubes de empresa, la recién creada Fédération Française de Football-Association (fffa), fundada en 1919, los autoriza a tomar parte en las competiciones nacionales a condición de que eliminen de su nombre la razón social de la empresa.182 Por este motivo el grupo Casino, con sede en Saint-Étienne, que había creado en 1919 su club deportivo de empresa, el asc (por sus iniciales en francés: Amicale des Employés de la Société des Magasins Casino) —cuyo color, el verde, era el de la cadena de ultramarinos—, se ve forzado a cambiar precipitadamente su nombre por el de Amical Sporting Club, para poder conservar las iniciales asc de su club, antes de convertirse, en los años 1960, en el legendario y popular AS Saint-Étienne.

Mediante las actividades deportivas en la empresa, señala el Bulletin des Usines Renault en enero de 1919, los obreros «se aficionan al combate franco, se convierten en hombres enérgicos con la honesta ambición de mejorar su situación y la de su familia, es decir, de producir más. Aquel que practica habitualmente un deporte tiene una vida completamente distinta a la del que pasa sus horas libres en el café».183 Con una perspectiva a la vez higienista y paternalista, el patronato espera que la práctica del fútbol mejore la forma física de sus obreros con el fin de aumentar su productividad en el trabajo al tiempo que se identifican con la empresa.184 «El deporte corporativo es positivo para el desarrollo físico del individuo, pero también para el acercamiento entre empleadores y empleados», declara el presidente de la Union Sportive des Tréfileries durante una entrega de copa.185 Con frecuencia, la composición de las instancias dirigentes del club reproduce la jerarquía existente en el seno de la empresa: el propio director preside personalmente el club e invierte en infraestructuras deportivas de calidad. «Nunca hasta ahora el deporte se había desarrollado con tanta rapidez en nuestra región —destaca el boletín de información corporativa de Peugeot en 1935—. Y esto ha sido posible gracias a la comprensión del deber social y a la generosidad de los señores Peugeot, que han visto en el deporte un orientador físico y moral para la juventud».186 Los patrones de las fábricas también descubren en el fútbol el instrumento pedagógico de la nueva organización industrial. En el terreno de juego, la intensa entrega física de los jugadores y la competición deportiva son un reflejo de la taylorización de la producción y de la competitividad económica.187 En 1920, el boletín corporativo de la empresa de automóviles Berliet, que lleva el evocador título de L’Effort,188 llega incluso a precisar que «una fábrica bien organizada ha de ser como un equipo de fútbol […] en el que cada uno se sitúa por iniciativa propia en el puesto que mejor le corresponde, donde cumple su cometido con orgullo, con alegría, con todo su corazón».189

Aun así, los partidos dominicales organizados por las fábricas marcan un hito en la dura semana de trabajo de los empleados y se convierten en un nuevo espacio de sociabilidad obrera: «El lunes por la mañana las conversaciones en la chapistería no giraban más que en torno al partido de la víspera: comentarios, críticas y esperanzas para el domingo siguiente se sucedían buen ritmo —testimonia un obrero de la industria del automóvil en 1932—. Aquello debía de afectar a la producción de los lunes, ¡pero por aquel entonces la productividad aún no se había convertido, como ahora, en una obsesión!».190 Trasladando al césped la analogía física y disciplinaria entre deporte y trabajo industrial, las capacidades futbolísticas de los jugadores se convierten en un factor de contratación de jóvenes obreros. Los dirigentes de las fábricas Renault utilizan así su Club Olympique de Billancourt (cob) para contratar, tal como narra en marzo de 1931 un ebanista en paro:

Acudo al estadio del Club Oympique de Billancourt, en la Île Saint-Germain, para mostrarle mis talentos de futbolista al entrenador, un tal Stutler, apodado el Cereza debido a su tez enrojecida. Es un antiguo integrante del Red Star [club de fútbol instalado en Saint-Ouen, municipio limítrofe con París], en el que llevo jugando desde hace tres temporadas en júnior, en segunda y ahora en la reserva. Me fastidia tener que dejar un gran club como el Red Star, pero de algo hay que vivir, y me han dicho que si acepto jugar en el Club Olympique de Billancourt me contratarán en Renault. […] Cuando acaba el entrenamiento, el Cereza me da a entender que la prueba ha sido concluyente. […] ¡Así que aquí me tienes, de carpintero en Renault!191

El compromiso individual con el club de la casa y las capacidades deportivas de cada trabajador contribuyen a crear un orden social paralelo dentro de la empresa, e incluso a favorecer la promoción interna de los mejores deportistas.

Estoy en el baluarte del fútbol, en el taller de chapistería de la fábrica principal —precisa el futbolista obrero de Renault un año y medio después de su contratación—. El jefe de este sector es el presidente de la sección futbolística del cob; todos sus jugadores y directivos trabajan aquí. Así que estoy en la chapistería en calidad de obrero especializado. […] Este trabajo embrutecedor tengo que hacerlo durante un año. […] De vez en cuando voy a ver a mis superiores del fútbol para pedirles que me cambien de empleo. Los amenazo con abandonar el equipo y por fin, un buen día, me ofrecen un puesto de grafista en las oficinas centrales. No tengo ni la menor idea de este trabajo.192

Inspirado por su homólogo italiano de Fiat, director de la Juventus de Turín, por la compañía holandesa Philips, que ha lanzado el PSV Eindhoven, y por el industrial químico alemán Bayer, que ha fundado el Bayer Leverkusen, Jean-Pierre Peugeot funda en 1928 el Football Club de Sochaux. En un momento en el que la empresa está acometiendo un plan de renovación y ampliación de su planta de producción, la creación de un equipo de fútbol permite a Peugeot reforzar la imagen de la firma al tiempo que moviliza al personal para su nueva estrategia industrial y comercial.

Será el deber de este equipo conseguir adeptos para nuestra causa y ganarse definitivamente a las multitudes a los encantos de un deporte que se está haciendo cada vez más popular —declaran a la prensa local los directivos de la compañía—. Tendrá que llevar bien alto por toda Francia el estandarte de los automóviles Peugeot, durante los partidos que deberá disputar contra los mejores equipos nacionales, contribuyendo a que este pequeño rincón de la región de Montbéliard sea conocido y apreciado.193

El nuevo equipo debe así convertirse en espejo de la empresa y de sus automóviles. De hecho, la prensa deportiva describe al FC Sochaux como un equipo «con una técnica perfectamente regulada», de «juego clásico» y «elegante». Jean-Pierre Peugeot pide a los futbolistas obreros, no que ganen, sino que «jueguen siempre dentro de la corrección, ofreciendo espectáculos deportivos de la más alta calidad».194 En esta óptica lanza en 1930 la Coupe Sochaux, reservada a los mejores clubes de Francia, competición que obligará a los dirigentes deportivos franceses a crear un campeonato de Francia de fútbol profesional en 1932.

¿Un nuevo campo de batalla?

Debido a la intensificación de la lucha obrera, que se traduce en la creación de grandes centrales sindicales (la cgt se crea en 1895), y a las huelgas masivas en algunos sectores de la industria, la reglamentación del trabajo en Francia experimenta una evolución durante los primeros años del siglo xx. Consideradas como las mayores conquistas sociales de la época, la ley Millerand de 1900, que limita la jornada de trabajo a 11 horas, y la ley de 1906 que instaura la semana de seis días favorecen el desarrollo de las prácticas deportivas entre los trabajadores de la industria. Sin embargo, el ideal del sportsman promovido por las clases dominantes suscita la desconfianza del movimiento obrero. Alimentadas por el obrerismo como cultura de clase y por la huelga general como práctica de lucha revolucionaria, las diferentes secciones de la izquierda obrera rechazan sistemáticamente todo lo que parezca burgués por naturaleza. El deporte, acusado de distraer los trabajadores del combate por su emancipación y de ser un instrumento del capitalismo y del militarismo, es criticado por la prensa contestataria, que arremete sobre todo contra el fútbol inglés, cuyos clubes son descritos como «empresas de espectáculo» y centros de «trata de blancas».195 Por su parte, los sindicatos, más pragmáticos, subrayan que los trabajadores no están dispuestos a consagrarse al ejercicio físico al acabar su jornada laboral en la fábrica. Al menos eso es lo que afirma Léon Jouhaux, secretario de la cgt, en 1919: «Es difícil pedirle al obrero extenuado por su labor cotidiana, que vuelve cansado del trabajo a un alojamiento poco acogedor, que perfeccione su educación. […] En cuanto a pedirle que haga deporte, eso sería una amarga burla, ¿no es cierto?».196

Sin embargo, cada vez más militantes toman conciencia de que las fuerzas de la izquierda pueden utilizar en su provecho las virtudes físicas del deporte. En 1903, en el diario socialista La Petite République, el periodista y profesor de educación física Albert Surier argumenta que «el deporte, accesible al pueblo, es indispensable para su perfeccionamiento intelectual y moral. […] El proletariado de hoy es considerablemente inferior en fuerza física a la media burguesa, que desde hace unos años se ha entregado con pasión a los deportes».197 L’Humanité enaltece regularmente al esférico, ya que, «sobre todo con el fútbol, el joven aprende la necesidad del esfuerzo individual al servicio de una colectividad».198 Lo que no impide al periódico de Jaurès denunciar que, a través del deporte, una parte de la juventud haya caído bajo el control de los patronatos, que la mantienen prudentemente alejada de los círculos de captación de militantes:

Los patronatos, tanto laicos como religiosos, son hábiles, perseverantes. Desde la escuela atraen a su seno a los niños todos los jueves y domingos. El niño crece, se convierte en aprendiz y entonces lo retienen ofreciéndole, según sus gustos, clases de deporte, gimnasia o música. El aprendiz se convierte en joven y ellos le facilitan la obtención del certificado de aptitud militar. Lo convierten en su soldado. Lo siguen incluso al regimiento, sobre todo los religiosos. Han hecho de él su cosa. Adulto, tienen todas las de ganar para que se quede en su bando. Para nosotros se ha perdido, casi siempre porque no hemos sabido preparar a ese niño para convertirlo en uno de los nuestros.199

Cuando en 1905 el movimiento obrero se unifica bajo el estandarte de la sección francesa de la Internacional Obrera (sfio), algunos miembros del partido se muestran receptivos a la idea de ver en el deporte un nuevo frente en la lucha de clases y afirman que como «deportistas socialistas» su deber es «combatir el capitalismo en el deporte del mismo modo que lo combatimos en la vida política y económica».200 En 1907 algunos militantes de la sfio, entre ellos Abraham Henri Kleynhoff, periodista deportivo de L’Humanité, proponen crear la Union Sportive du Parti Socialiste, primer hito del deporte obrero autónomo francés. En noviembre, estos militantes lanzan en las páginas de L’Humanité un llamamiento a reunirse en el X distrito de París con el fin de redactar los estatutos de dicha asociación, que se atribuye la misión de «desarrollar la fuerza muscular y purificar los pulmones de la juventud proletaria», ofrecer «una alternativa al alcoholismo y a las malas compañías» y «atraer al Partido a jóvenes camaradas».

Al año siguiente se funda la Fédération Sportive Athlétique Socialiste (fsas), una organización deportiva obrera que en sus comienzos tan solo reúne a una decena de clubes. «Queremos crear centros recreativos al alcance de la clase obrera que funcionarán al margen del Partido, pero que aun así serán para el Partido centros de propaganda y de captación», declaran sus fundadores.201 Sus comienzos son modestos: en 1914 la Federación reivindica cuatro mil socios, mientras que los patronatos católicos tienen ciento cincuenta mil, y la usfsa, doscientos mil. Sin embargo, el fútbol termina imponiéndose entre el movimiento obrero como un «verdadero deporte de carácter socialista en el que los miembros del equipo coordinan sus esfuerzos y su voluntad con miras a una acción colectiva y a un resultado conjunto».202 En 1909-1910, once equipos procedentes de seis clubes toman parte en el primer campeonato laborista de fútbol. Cuatro años más tarde, participan en él unos cuarenta equipos procedentes de veinte clubes obreros.203

En el día a día, los clubes de fútbol rojos van tirando con escasos medios, apelando a la colaboración de militantes voluntarios, a la sociabilidad obrera y a la solidaridad familiar para organizarse como buenamente pueden. El responsable del equipo suele ser a la vez entrenador, árbitro y utillero, y su compañera, tesorera y administradora del club. Por ejemplo, cuando a comienzos de la década de 1930 se creó el Club Populaire Sportif del X distrito de París, este no recibe de la Federación ni de la municipalidad ningún apoyo en términos económicos ni de infraestructura. Los futbolistas, que costean la compra de sus propias camisetas, se entrenan en los extrarradios o en la Porte de Charenton, en un terreno en el que «era más difícil jugar de un lado que del otro por culpa de la pendiente».204 «Teníamos botas y chándales que no estaban adaptados —recuerda un antiguo jugador del club—. Pero no nos dábamos ni cuenta. Éramos muy felices y había muy buen ambiente».205 Pese a las precarias condiciones materiales, el ambiente familiar, el placer de jugar juntos y las reuniones dominicales convierten al equipo en una «pandilla de amigos». «No había vez, ganáramos o perdiéramos, que no acabáramos comiéndonos un chucrut donde Jenny. Las noches de partido nos juntábamos allí una treintena, lo que daba una mesa muy larga que poníamos en la planta baja —cuenta otro joven futbolista de la época—. Era una reunión entre amigos y estaba muy bien».206

Los intensos debates políticos que atraviesan el movimiento obrero, sobre todo después de la revolución bolchevique de 1917, repercuten en el seno de la esfera deportiva laborista. Para atajar el dominio de la burguesía sobre el deporte, la corriente leninista exhorta a la federación deportiva a avivar la conciencia de clase y pone sobre aviso a «los jóvenes obreros que practican el fútbol con las clases burguesas» porque, como dice el periódico Le Sport Alsacien: «Es sabido que el deporte es un medio extremadamente poderoso para reducir las contradicciones sociales. […] Hay personas que, vestidas en atuendo deportivo que no permite distinguir al rico del pobre y luchando por los mismos colores, se han convertido en amigos para toda la vida».207 También los comunistas, influidos por el movimiento cultural soviético Proletkult y por el modelo deportivo de la fizkultura, que sostienen que en el marco de una revolución socialista total la competición deportiva debería ser abolida,208 condenan la «competición reservada a los campeones y no a las masas», aunque para ello sea necesario «suprimir los campeonatos de fútbol que tanta animosidad provocan entre los equipos».209 A los ojos de los revolucionarios, el fútbol debe volverse completamente proletario.

La escisión de la izquierda francesa entre comunistas y socialistas en el Congreso de Tours de 1920 se manifiesta también en el plano deportivo. El fútbol obrero se divide en dos organizaciones: la comunista Fédération Sportive du Travail (fst), que en 1923 se une a la Internacional Deportiva Roja de Moscú, y la Union des Sociétés Sportives et Gymniques du Travail (ussgt), fundada por los socialistas en 1925 y afiliada a la Internacional Deportiva Obrera Socialista.210 Para la fst, que era la organización mayoritaria, «el club de deportes local es la antecámara de las organizaciones revolucionarias»211 y debe seguir la línea estratégica del «clase contra clase» dictada por el Komintern.212 Ejemplo de ello es la Étoile Sportive de Gentilly, que proclama durante su fundación, en 1930:

La burguesía utiliza el deporte para reclutar militarmente a jóvenes obreros e inculcarles valores chovinistas. El deporte neutro no existe. ¡Vosotros, jóvenes trabajadores, no pintáis nada en esas formaciones que defienden el capitalismo! Lo único que debe importaros es vuestro desarrollo físico y moral como clase. Estéis donde estéis, nunca debéis olvidar que sois obreros. Por esa razón, por vuestro interés particular y por el interés del conjunto de los trabajadores de Gentilly, acudiréis en gran número a nuestro club.213

Por su parte, la ussgt, menos favorable a la politización radical del deporte, aboga por unas actividades deportivas accesibles para todos y se esfuerza por difundir a través de sus clubes los «principios deportivos obreros» preconizados por la Internacional Deportiva Obrera Socialista, como la «educación en materia de solidaridad, disciplina y espíritu de sacrificio» o la mejora del «estado de salud de la clase obrera sometida a los daños físicos que provocan los métodos de trabajo capitalistas y las condiciones de vida modernas».214 Pero, mientras el movimiento obrero se fisura, el fútbol se extiende prodigiosamente entre las clases trabajadoras. «En Francia el fútbol es un deporte popular, casi exclusivamente popular —afirma en 1926 Le Miroir des Sports—. Ha penetrado profundamente en las masas. No es una exageración afirmar que los simpatizantes burgueses lo han abandonado y que ha encontrado pocos adeptos entre ellos».215 En 1927 la fst reivindica ciento sesenta equipos de fútbol, a los que se suman una cuarentena de equipos de la ussgt216 y numerosos clubes parisinos de inmigrantes y refugiados, como los askenazis del Yiddischer Arbeiter Sporting Club o los españoles del Armonía Deportivo.

Pies en el balón, puños en alto

En la región de París, los primeros pasos del fútbol obrero sobre el campo de juego vienen de la mano de las universidades populares y las cooperativas obreras de consumo. Estas estructuras autogestionadas, muy numerosas —en 1907 existen en París y sus suburbios 41 sociedades cooperativas de consumo y una treintena de universidades populares—,217 crean sus propios clubes deportivos, por entonces afiliados a la Fédération Sportive Athlétique Socialiste (fsas, antes de la escisión entre la fst comunista y la ussgt socialista). El equipo de fútbol del Club Athlétique Socialiste (cas) de la Bellevilloise, cooperativa obrera del distrito XX de París, nace en 1909 y organiza un partido amistoso contra el equipo del club deportivo de la cooperativa la Union de Amiens para celebrar el Año Nuevo de 1910.218 El Avenir de Plaisance en el distrito XIV de la capital, la Utilité Sociale en el distrito XIII, la Égalitaire en el distrito X, o el Progrès en Aubervilliers también tienen sus clubes de fútbol destinados a los «camaradas socialistas de estos barrios tan populares».219

Las cooperativas también sirven de soporte a la vida asociativa de los equipos de fútbol obrero. El primer club rojo, la Union Sportive del Partido Socialista, celebra su nacimiento el 1 de marzo de 1908 en el salón de fiestas de La Égalitaire. La Utilité Sociale alberga en sus comienzos al club deportivo de las Juventudes Socialistas del distrito XIII, así como a la sede de la fsas durante la primera guerra mundial. El Club Athlétique Socialiste de la Bellevilloise ofrece unos horarios de atención al público todas las mañanas en el bar de la cooperativa y el tesorero del club atiende a sus visitas allí mismo.220 La federación deportiva obrera recurre incluso a la banda de música de la cooperativa para animar sus manifestaciones deportivas, y organiza en la propia cooperativa encuentros sobre su política asociativa.

No obstante, las cooperativas obreras se preocupan por preservar la diversidad política de sus organizaciones económicas, en las que se codean socialistas con libertarios, comunistas y obreros no politizados. Algunos clubes nacidos en las cooperativas llegan a denunciar regularmente los intentos de la fsas de obligar a sus miembros a que se saquen la tarjeta del partido. Durante un congreso federal deportivo de 1913, la Étoile Sportive Socialiste de la cooperativa Utilité Sociale propone sin éxito que las cooperativas y los sindicatos puedan formar parte de la dirección de las sociedades deportivas. En cuanto al club de la cooperativa La Égalitaire, sugiere en vano a la fsas que cambie su nombre por otro que haga referencia al socialismo de manera menos explícita, a fin de no ahuyentar a los «jóvenes afectos a las ideas anarquistas o libertarias».221

Tras las victorias comunistas y socialistas en las elecciones municipales de 1925 y 1929 en los suburbios de París y también en Lille, Roubaix o Toulouse, numerosos representantes voluntaristas contribuyen al auge local del fútbol obrero. En 1926 el comunista Georges Marrane, recientemente nombrado alcalde de Ivry, se dirige a su partido en estos términos: «Habría que intervenir ante los ayuntamientos comunistas para lograr obtener terrenos deportivos en los suburbios de París. Si los jóvenes obreros prefieren ir a los clubes burgueses es porque estos disponen de buenos terrenos».222 Así, en 1926 este alcalde inaugura en su municipio el estadio Lenin, y la Unión Deportiva del Trabajo de Ivry, afiliada a la fst, recibe el apoyo del pleno municipal, pasando así de 39 socios en 1925 a 450 en 1933.223 El periódico Le Populaire del 7 de marzo de 1930 describe las ejemplares instalaciones deportivas recién estrenadas por el ayuntamiento socialista de Pantin, que incluyen dos campos de fútbol con «agua y vestuarios en el estadio». En cuanto al Club Atlético Obrero de Villejuif, asociado a la fst, su sede se traslada de un despacho de bebidas directamente al ayuntamiento, que había pasado a ser comunista en 1925. Los directivos del club, todos ellos miembros del pleno municipal, ponen en marcha la política social del ayuntamiento, facilitándoles la adhesión a los parados a partir de 1933 y organizando encuentros deportivos para recaudar fondos a beneficio de la causa obrera.224

El poderoso ascenso del fútbol obrero brinda a los militantes un nuevo espacio de identificación y de afirmación dentro de la escena deportiva y municipal. Los clubes rojos desarrollan una serie de prácticas solidarias destinadas tanto a sus miembros como al conjunto de la comunidad obrera. Por ejemplo, los equipos ofrecen a los jóvenes futbolistas desplazados por el servicio militar la «paga del soldado». Originariamente instituida por la cgt en 1900, esta contribución financiera, a la vez solidaria y antimilitarista, consiste en enviar unos francos a los obreros sindicados incorporados al Ejército con el fin de que mantengan el contacto con las esferas militantes.

También se organizan numerosos partidos en favor de los combates obreros, como cuando la Unión Deportiva Obrera de Halluin se enfrenta a la Juventud Deportiva Obrera de Puteaux en el velódromo de Vincennes con el fin de brindar apoyo a las grandes huelgas de las fábricas textiles de Halluin en 1928-1929.225 Otros encuentros brindan una ocasión para transmitir directamente consignas políticas: el 29 de diciembre de 1929, un partido «movidito» entre el AS Roma y el Stade de París fue interrumpido por unos doscientos militantes comunistas y refugiados políticos italianos que proferían «exclamaciones antifascistas» en las gradas, siendo algunos de ellos detenidos por emitir «gritos hostiles al Gobierno».226

Los clubes obreros exhiben en sus nombres su filiación política, utilizando de forma recurrente términos como «estrella», «proletario», «obrero», «trabajo», «popular» o «socialista», y también a través de sus uniformes, que suelen ser rojos, a veces con toques de negro y a menudo marcados con una estrella. Durante los encuentros deportivos obreros los estadios están sistemáticamente decorados con banderas rojas, los futbolistas cantan La Internacional al principio del partido y los aficionados gritan en las gradas «¡Frente Rojo!», «¡Deporte Rojo!» o «¡Vivan los sóviets!».227 El himno de la federación comunista asegura que «la fst, gran familia / te acogerá, hermano obrero, / porque su hoz y su martillo / han de brillar por todos los desheredados». En 1928, durante las competiciones organizadas por la fst en el estadio Pershing, en el municipio de París, las insignias tricolores, «ominosos símbolos de brutales equipos chovinistas», son arrancadas y reemplazadas por los «estandartes escarlatas de las organizaciones obreras».228 Antes del comienzo del partido y durante el descanso son asimismo momentos propicios para la movilización y la propaganda políticas. En 1934, en el estadio Aimé Saunier de Bobigny, militantes comunistas toman la palabra durante el descanso para llamar a la lucha contra el fascismo y la guerra inminente. El mismo año, en el estadio de la Unité de Saint-Denis, un partido entre el club deportivo obrero local y un equipo londinense proporciona a un dirigente de la fst la ocasión de pronunciar un discurso ante seiscientas personas exhortando a los obreros a unirse a la federación deportiva.229 Por último, como destaca el periodista deportivo y especialista del fútbol obrero Nicolas Kssis-Martov, la memoria de las luchas y de la historia obrera son una fuente inagotable de nombres para los torneos.230 En 1920 se crea una Copa Nacional de Fútbol Jean Jaurès y el ganador de la Copa de los Clubes Metalúrgicos recibe el premio Benoît Frachon, así llamado en homenaje al dirigente sindicalista comunista. La Unión de Sindicatos cgtu organiza en 1927 el Trofeo Dzerzhinski, nombre del jefe de la Checa, la policía política soviética, fallecido el año anterior, y un torneo entre cocheras recibe el nombre de Yves Maurice en memoria de un taxista muerto durante la huelga de taxis de febrero de 1934.231

Hacia un fútbol antifascista

La afiliación de las dos federaciones deportivas obreras francesas a la Internacional Roja Deportiva (irs), organización comunista fundada en 1921 bajo el control del Komintern, o a la Internacional Deportiva Obrera Socialista (isos), estructura de ideología socialista creada en 1913, permite a algunos futbolistas participar en competiciones con el sello del internacionalismo obrero. En el verano de 1928, una delegación de deportistas de la fst es enviada a Moscú para participar en los primeros juegos internacionales creados por iniciativa de la Unión Soviética, las Espartaquiadas (en referencia a Espartaco, el gladiador insumiso que encabezó el levantamiento de los esclavos contra la élite romana). Este evento deportivo, que reunió a una docena de países, es considerado por la irs a la vez como un ejemplo de la educación física soviética al servicio del movimiento revolucionario y como una contramanifestación en contra del deporte burgués (ya que por entonces estaban teniendo lugar en Ámsterdam los Juegos Olímpicos de verano de 1928).232 Las Espartaquiadas de Moscú, que rinden homenaje a los deportistas obreros y permiten a las autoridades soviéticas hacer visitar a los atletas extranjeros las fábricas y los hospitales de la «patria del proletariado» entre dos competiciones, son celebradas por los comunistas franceses como la prueba fehaciente de la «aparición de una nueva raza creada por la acción bienhechora de todo un sistema político».233

Las Espartaquiadas también sirven para divulgar la estrategia del «clase contra clase» formulada por el Komintern. Aunque la isos lleva organizando olimpiadas obreras desde 1925, las Espartaquiadas ofrecen a los soviéticos y a quienes los respaldan una ocasión para distinguirse de los «social-traidores». Aunque habían sido invitadas, las asociaciones deportivas socialistas, calificadas de «lacayas de los grupos esquiroles burgueses»,234 se niegan a acudir a Moscú en 1928. Las segundas Espartaquiadas, que se celebran en Berlín en 1931, se planean en contra de las olimpiadas obreras que habían tenido lugar una semana antes en Viena. La irs condena a los «social-fascistas» de la isos y declara que las Espartaquiadas son el único verdadero estandarte «de la lucha contra la pauperización inducida por el sistema capitalista, contra el fascismo y la amenaza de guerra imperialista, y por la defensa de la Unión Soviética».235

Sin embargo, en vista del contexto político europeo, en 1934 el Komintern opera un cambio radical de estrategia. Mussolini lleva más de doce años en el poder, Hitler asume el mando de Alemania en enero de 1933 y España comienza a desgarrarse entre nacionales y republicanos. Entonces Moscú exhorta a los comunistas a formar, junto con las entidades socialistas, un frente unido contra la amenaza fascista. Por esa razón las Espartaquiadas del verano de 1934, que se celebran en París, reciben el nombre de «Encuentro Internacional de Deportistas contra el Fascismo y la Guerra». Es momento de unidad, tanto deportiva como política, y la fst, afiliada a la irs y organizadora de estos juegos, invita a los socialistas de la isos, a través de su sección francesa, la ussgt, a participar en este encuentro. Unos tres mil atletas comunistas y socialistas procedentes de dieciocho países inauguran a principios de agosto el encuentro deportivo antifascista en el estadio Pershing delante de veinte mil espectadores.236 Deportistas de la fst y de la ussgt desfilan bajo una misma pancarta, «Deporte Rojo, Frente Rojo», para poner de relieve la dinámica unitaria que se está desarrollando en el seno del movimiento deportivo obrero.

Aunque la isos ya había intentado en 1932 organizar un campeonato de Europa de fútbol obrero, rápidamente frustrado debido a la desaparición de las secciones obreras alemana y austriaca tras la llegada al poder de los nazis,237 en este Encuentro Internacional de Deportistas contra el Fascismo y la Guerra se organiza una Copa del Mundo de Fútbol Obrero. Como respuesta a la Copa del Mundo oficial, que había tenido lugar dos meses antes en la Italia fascista y que resultó una impresionante herramienta de propaganda al servicio del Duce [ver capítulo 6], la Copa del Mundo de Fútbol Obrero pretende superar los chovinismos deliberadamente «alimentados por la burguesía» y convertirse en un escaparate de la solidaridad internacional entre los pueblos.238 Doce equipos de fútbol, entre ellos uno de Estados Unidos, participan en esta competición mundial del 11 al 14 de agosto de 1934. Alemania, a causa de la represión nazi contra el movimiento obrero, se encuentra ausente de la competición. No obstante, un equipo de Alsacia y otro de Sarre son invitados como muestra de las preocupaciones pacifistas de los organizadores. También es invitada una formación soviética, para disgusto de las autoridades francesas, a las que todo este tumulto deportivo-revolucionario no les hace ninguna gracia —el 10 de agosto había habido graves enfrentamientos entre deportistas comunistas y fuerzas del orden en la estación del Norte.

La Copa del Mundo de Fútbol Obrero pretende además proponer un verdadero modelo alternativo a las competiciones, a la vez mercantilistas y nacionalistas, promovidas por la fifa. Por ello, este Mundial obrero está ligado al Encuentro Internacional de Deportistas contra el Fascismo y la Guerra, poniendo de relieve su rechazo a la separación, a la especialización y a la politización de las diferentes disciplinas deportivas.239 Además, el fútbol obrero no distingue entre niveles de práctica, y los campeonatos regionales entre clubes rojos locales se desarrollan al mismo tiempo que la Copa. Los propios jugadores franceses colaboran en el buen desarrollo del encuentro yendo a pedir alojamiento para sus camaradas a los cafés que suelen frecuentar, pegando carteles en la calle o distribuyendo 400 000 octavillas para promocionar el evento en los autobuses urbanos.240 La Copa obrera tampoco ha previsto fases eliminatorias: cada equipo invita al otro en el marco de vínculos creados entre federaciones deportivas. Por último, los encuentros están claramente cargados de una dimensión política. Por ejemplo, dos equipos holandeses, afiliados respectivamente a la irs y a la isos, juegan un partido en favor de Ernst Thälmann, secretario general del Partido Comunista alemán, encarcelado por el régimen nazi en 1933. La Copa es también un pretexto para mostrar el arraigo territorial del fútbol rojo: las ligas se juegan en los estadios municipales de Clichy, de Saint-Denis o de Ivry. En cuanto a la final, tiene lugar en el velódromo Buffalo de Montrouge, donde, superioridad proletaria obliga, la Unión Soviética derrota al equipo noruego de la isos.

Estos primeros pasos en la reunificación del movimiento obrero mundial durante el Encuentro Internacional de Deportistas contra el Fascismo y la Guerra avivan la dinámica de acercamiento entre la fst y la ussgt. Al margen de las consignas de creación de un frente unido procedentes del Komintern, la situación internacional, marcada por el acceso al poder de Hitler a través de las urnas, y la atmósfera política francesa hacen temer que las divisiones entre socialistas y comunistas lleven a una victoria electoral del fascismo en Francia. Las protestas antiparlamentarias de las coaliciones de extrema derecha ante la Asamblea Nacional el 6 de febrero de 1934 —consideradas por las fuerzas de izquierda como un intento de golpe de Estado— y la contramanifestación del 2 de febrero, en la que comitivas socialistas y comunistas confluyen gritando «¡Unidad!», refuerzan entre los deportistas obreros la idea de que empieza a ser urgente aliarse.241

Tras el éxito de este verano deportivo unitario y antifascista, los militantes ven ahora en la fusión entre la fst y la ussgt una prueba a escala real de la lógica de unión del Frente Popular que prevalecerá durante las elecciones legislativas de mayo de 1936. El 1 de noviembre de 1934 Raymond Guyot, dirigente de las Juventudes Comunistas, declara percibir en este acercamiento deportivo una señal precursora del Frente Popular, que permite «presentarse ante los trabajadores de Francia con el ejemplo real de un congreso de fusión de la unidad orgánica de una gran organización».242 Con este gran peso político sobre sus hombros, el 24 de diciembre de 1934, el congreso de la unidad deportiva roja reúne bajo el estandarte «Adelante por la unidad internacional» a los delegados de la fst (que representan a doce mil federados) y de la ussgt (seis mil afiliados) en la Casa de los Sindicatos del distrito X de París. Durante los debates públicos Georges Marrane, alcalde comunista de Ivry, explica al estrado: «Como la unidad completa de la clase obrera aún es imposible, la deseamos allí donde es posible. No queremos que los militantes comunistas y socialistas conozcan la unidad en los campos de concentración como en Alemania».243 Las manos se alzan unánimemente a favor de la creación de la Fédération Sportive et Gymnique du Travail (fsgt). Los estatutos fundadores de la nueva federación comienzan con un verdadero credo antimilitarista y antifascista: «Ante la amenaza fascista y el riesgo de guerra, las organizaciones deportivas de trabajadores no pueden prolongar por más tiempo su división; no podemos ignorar las enseñanzas extraídas de los duros combates que la clase obrera de otros países (Alemania, Austria, Italia, Letonia) ha debido emprender contra adversarios cuya victoria tan solo ha sido posible a causa de la división obrera».

Tan solo unos meses después de su creación, la fsgt lleva a cabo una campaña de boicot contra la celebración de los Juegos Olímpicos de 1936 bajo el eslogan «¡Ni un céntimo, ni un hombre para los Juegos Olímpicos de Berlín!». La Federación también se prepara para participar en la Olimpiada Popular de Barcelona, una manifestación alternativa a los «juegos de la vergüenza», a la que se espera acudan no menos de seis mil deportistas obreros, entre los cuales, numerosos exiliados políticos.244 «Luchamos por obtener estadios, campos de juego, subvenciones —precisa Sport, el periódico oficial de la Federación el 10 de abril de 1935—. […] Queremos una juventud sana y robusta, pero no queremos ponerla en manos de los militaristas, de los patrioteros, de los fascistas. ¡No queremos un deporte al servicio de los vendedores de cañones!».

Y sin embargo, son los cañones los que pondrán fin a la celebración de esas Olimpiadas antifascistas de Barcelona. La noche del 18 de julio de 1936, la víspera de la ceremonia de inauguración en el Estadio Olímpico de Montjuic, el general Franco pone en marcha un levantamiento militar para destituir al Frente Popular, electo en los comicios de febrero. Algunos deportistas antifascistas bajan a las calles de Barcelona y participan en las primeras refriegas de la guerra civil española, como Emanuel Mink, jugador de Anvers de origen judío polaco, que se enrola en las Brigadas Internacionales y que permanecerá en España hasta 1939. Otros se unirán a la columna Durruti o al batallón Thälmann y más tarde declararán: «Habíamos venido para combatir al fascismo en el estadio, pero se nos presentó la ocasión de combatirlo sin más».245

167. L’Auto, 3 de abril de 1904, citado en Julien Sorez, Le football dans Paris et ses banlieues. Un sport devenu spectacle, Presses universitaires de Rennes, Rennes, 2013, p. 131.

168. Le Sport Universel Illustré, 24 de diciembre de 1898.

169. Alfred Wahl, o. cit.

170. Ib., p. 79.

171. Julien Sorez, o. cit., p. 139.

172. Ib., p. 141.

173. Le Football Association, 21 de mayo de 1921, citado en Julien Sorez, o. cit., p. 142.

174. Los patronatos fueron el resultado de un movimiento de educación popular que se desarrolló en Francia durante la primera mitad del siglo xx. El término patronato define un conjunto de iniciativas asociativas cuyo objetivo era aportar ayuda material o moral a los niños y jóvenes de las clases desfavorecidas y ofrecerles actividades deportivas o recreativas. Los patronatos religiosos conocieron una gran popularidad, aunque también existían patronatos laicos, privados o municipales. (N. de la T.)

175. Alfred Wahl, o. cit.

176. La Revue Athlétique, 25 de marzo de 1890.

177. Alfred Wahl, o. cit.

178. Neville Tunmer y Eugène Fraysse, Football association, Armand Colin, París, 1897, p. 76.

179. Les Jeunes, 5 de febrero de 1903.

180. Les Sports Athlétiques, 24 de febrero de 1894.

181. Citado en Jean Legoy, Cultures havraises. 1895-1961, edip, Saint-Étienne-du-Rouvray, 1986.

182. Alfred Wahl, o. cit.

183. Patrick Fridenson, «Les ouvriers de l’automobile et le sport», Actes de la Recherche en Sciences Sociales, vol. 79, n.º 1, 1989.

184. Jean Ferette, La Société Métallurgique de Normandie. Grandeur et déclin d’une communauté ouvrière, L’Harmattan, París, 2012.

185. Jean Legoy, o. cit.

186. Citado en Patrick Fridenson, o. cit.

187. Jean-Marie Brohm, Sociologie politique du sport, Presses universitaires de Nancy, Nancy, 1992 [1976].

188. «El Esfuerzo», en francés. (N. de la T.)

189. Citado en Patrick Fridenson, o. cit.

190. André Mouroux, «Du ballon rond à la tôle. Club Olympique de Billancourt», De Renault frères constructeurs automobiles à Renault Régie Nationale, t. 4, n.º 23, diciembre de 1981.

191. Ib.

192. Ib.

193. Le Pays de Montbéliard, 21 de agosto de 1929.

194. Patrick Fridenson, o. cit.

195. Nicolas Kssis-Martov y otros, La fsgt. Du sport rouge au sport populaire, La Ville Brûle/Sport et plein air, Montreuil, 2014, p. 11.

196. Léon Jouhaux, «Huit heures de loisirs, qu’en ferons-nous?», Floréal, n.º programa, agosto de 1919.

197. La Petite République, 6 de diciembre de 1903.

198. L’Humanité, 29 de marzo de 1910, citado en «Exista-t-il un foot “rouge” en France?», Never trust a marxist in football! (So Foot Blog), 11 de septiembre del 2010.

199. L’Humanité, 2 de junio de 1914.

200. Ib., 26 de enero de 1914.

201. Le Socialiste, 9-16 de mayo de 1909, citado en Nicolas Kssis-Martov y otros, o. cit., p. 12.

202. L’Humanité, 17 de abril de 1911, citado en Nicolas Kssis-Martov y otros, o. cit., p. 22.

203. Nicolas Kssis-Martov, «Le mouvement ouvrier balle au pied, culture populaire et propagande politique: l’exemple du football travailliste en région parisienne (1908-1940)», Cahiers d’Histoire. Revue d’Histoire Critique, n.º 88, 2002, pp. 93-104.

204. Patrick Dubechot y Henri Ségal, cps x, Un club populaire et sportif au coeur de l’histoire du X arrondissement de Paris, Éditions du cps x, París, 2002.

205. Ib.

206. Ib.

207. Le Sport Alsacien, 3 de marzo de 1922, citado en Alfred Wahl, o. cit., p. 194.

208. André Gounot, «Le sport travailliste européen et la fizkul’tura soviétique: critiques et appropriations du modèle “bourgeois” de la compétition (1893-1939)», Cahiers d’Histoire. Revue d’Histoire Critique, n.º 120, 2013, pp. 33-48.

209. Le Sport Ouvrier, 5 de octubre de 1923, citado en Patrick Fridenson, «Les ouvriers de l’automobile et le sport», l. cit.

210. Fabien Sabatier, «Essai sur les mémoires militantes du sport communiste français. Première approche du cas colonial (1923-2011)», Migrations Société, vol. 137, n.º 5, 2011, pp. 129-144.

211. Le Sport Ouvrier, 20 de noviembre de 1924, citado en «Quand patrons et ouvriers se disputaient le foot entre les deux guerres», Never trust a marxist in football! (So Foot Blog), 12 de diciembre del 2012.

212. Marc Giovaninetti, «1928-1929, “classe contre classe”: Les sportifs ouvriers peuvent-ils se mesurer aux sportifs bourgeois?», Cahiers d’Histoire. Revue d’Histoire Critique, n.º 120, 2013, pp. 49-60.

213. Madeleine Leveau-Fernandez, Histoire du Val de Bièvre des origines aux années 1970, Éditions de l’Écomusée du Val-de-Bièvre, Fresnes, 2015.

214. Franz Vandersmissen, Le sport ouvrier, Publications de la Centrale d’Éducation Ouvrière, n.º 3, L’Églantine, Bruselas, 1929.

215. Citado en Alfred Wahl, o. cit.

216. Nicolas Kssis-Martov, «Le mouvement ouvrier balle au pied», l. cit.

217. Véase «Les sociétés coopératives de consommation», Revue des Deux Mondes, t. 47, 1908; y Lucien Mercier, Les universités populaires: 1899-1914. Éducation populaire et mouvement ouvrier au début du siècle, Les Éditions Ouvrières, París, 1986.

218. Nicolas Kssis-Martov, «La Bellevilloise et le sport ouvrier», en Jean-Jacques Meusy (dir.), La Bellevilloise. Une page de l’histoire de la coopération et du mouvement ouvrier français (1877-1939), Creaphis, Grane, 2001.

219. Citado en Patrick Dubechot y Henri Ségal, o. cit.

220. Nicolas Kssis-Martov, «La Bellevilloise et le sport ouvrier», l. cit.

221. Ib.

222. Nicolas Kssis-Martov y otros, La fsgt, o. cit.

223. «Union sportive d’Ivry: histoire d’un club travailliste en banlieue rouge», Never trust a marxist in football! (So Foot Blog), 11 de octubre del 2013.

224. Julien Sorez, o. cit., p. 110.

225. Nicolas Kssis-Martov y otros, La fsgt, o. cit.

226. Journal des Débats Politiques et Littéraires, 31 de diciembre de 1929; y Journal de Roubaix, 30 de diciembre de 1929.

227. Julien Sorez, o. cit., p. 197.

228. L’Humanité, 9 de abril de 1928.

229. Julien Sorez, o. cit., p. 195.

230. Nicolas Kssis-Martov y otros, La fsgt, o. cit.

231. Ib.

232. André Gounot, «Les Spartakiades internationales, manifestations sportives et politiques du communisme», Cahiers d’Histoire. Revue d’Histoire Critique, n.º 88, 2002, pp. 59-75.

233. Ib.

234. Franz Vandersmissen, «Le sport ouvrier», o. cit.

235. André Gounot, o. cit.

236. Ib.

237. André Gounot, «Le sport travailliste européen et la fizkul’tura soviétique…», l. cit.

238. Nicolas Kssis-Martov y otros, La fsgt, o. cit.

239. Ib.

240. Julien Sorez, o. cit., p. 114.

241. Alain Ehrenberg, «Note sur le sport rouge (1910-1936)», Recherches, n.º 42, abril de 1980.

242. Citado en Nicolas Kssis-Martov, «Le réseau Sport libre et la persécution des sportifs juifs sous l’Occupation. La Résistance face à l’antisémitisme d’État dans le sport», en Georges Bensoussan y otros (dirs.), Sport, corps et sociétés de masse. Le projet d’un homme nouveau, Armand Colin, París, 2012.

243. Ib.

244. André Gounot, Denis Jallat y Benoît Caritey, Les politiques au stade. Étude comparée des manifestations sportives du xix au xxi siècle, Presses universitaires de Rennes, Rennes, 2007.

245. Citado en Pascal Boniface, JO politiques. Sport et relations internationales, Eyrolles, París, 2016. p. 59.

Una historia popular del fútbol

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