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El sistema internacional

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La disputa por la hegemonía entre el imperio americano y la República Popular China no se verifica en abstracto, sino en el contexto del sistema internacional.

En el sistema internacional coexisten un “mundo real” y un “mundo ideal”. Con mayor o menor intensidad y alcance, los Estados, las sociedades, las economías, las organizaciones multilaterales, las megaempresas, las ONG, las Iglesias, todos participan en estos dos “mundos” que se interpenetran, influyen e interactúan.

El “mundo ideal”, que gira en torno a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), es generado por intelectuales de las clases hegemónicas, especialmente del imperio. Sus actividades son publicitadas por los medios de comunicación, estudiadas por académicos y objeto de la atención de militantes pacifistas que, en este “mundo ideal”, depositan sus esperanzas de paz, desarrollo y justicia en el futuro de una humanidad armoniosa y feliz. Esta es la expectativa idealista para un mundo poscoronavirus, cuando se iniciaría la construcción del capitalismo humano y solidario.

En el “mundo ideal”, los Estados son soberanos e iguales, aunque sus dimensiones, fuerza militar, capacidad económica, influencia cultural e ideológica son extremadamente dispares. Tales Estados dispares se habrían creado a través de negociaciones libres, como si fueran parte de una verdadera comunidad internacional, la ONU, en la Conferencia de San Francisco en 1945. Por lo tanto, afirman estar regidos en sus relaciones políticas, económicas y militares por la Carta de la ONU, en particular por los principios de respeto a las fronteras, autodeterminación, no intervención, no uso de la fuerza, solución pacífica de controversias y respeto al derecho.

La Gran Depresión, el nazismo y la Segunda Guerra Mundial habrían llevado a los Estados a entregar voluntariamente a las grandes potencias la tarea de garantizar la paz y la seguridad internacionales, a través del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para que la humanidad no sufriera nuevamente flagelos similares que pusieran en riesgo la supervivencia de la civilización (occidental).

El Consejo de Seguridad de la ONU, un organismo oligárquico, tiene la responsabilidad de mantener la paz y la seguridad y cuenta con el monopolio del uso de la fuerza. Ningún Estado puede utilizar la fuerza, la presión o la coerción en sus relaciones con otros Estados, que solo pueden utilizarse por decisión del Consejo. Los cinco miembros permanentes del Consejo –Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia– tienen poder de veto y, de hecho, están por encima de la Carta de la ONU, ya que no están sujetos a ninguna sanción del derecho internacional en la medida en que pueden evitar cualquier acción contra sus intereses y, en la práctica, obedecen o no las decisiones del propio Consejo.

La Asamblea General es el órgano de las Naciones Unidas donde los Estados debaten, de manera democrática, las cuestiones actuales. Propone soluciones y, mediante la formación de una “opinión pública mundial”, influye en las políticas, iniciativas y decisiones de las grandes potencias. Sin embargo, la Asamblea General no puede discutir temas que están siendo examinados por el Consejo de Seguridad, que son los más urgentes e importantes, y sus resoluciones no son vinculantes incluso para los Estados que las aprueban.

La Corte Internacional de Justicia arbitra las cuestiones que los Estados les remiten. Su composición contribuye a resolver estas cuestiones mediante decisiones jurídicas, que serán imparciales y equitativas. Pero Estados Unidos no acepta la jurisdicción de la Corte.

Los organismos especializados de la ONU examinan y comparan datos nacionales, publican información y estudios técnicos y proponen soluciones sobre temas específicos. Las agencias organizan la negociación de acuerdos para regular las relaciones entre los Estados en asuntos de su competencia. Dichos acuerdos son teóricamente imparciales y equilibrados, y ninguna de las partes se beneficiaría más que las demás.

El “mundo ideal” es el objeto de la construcción y deconstrucción de las grandes potencias, bajo el liderazgo del Estado imperial, que está creando nuevos instrumentos, nuevas teorías, para que ese “mundo ideal” lo auxilie en sus políticas y acciones en el “mundo real”. El concepto y la práctica del derecho a intervenir es una de estas construcciones recientes.

El mundo descripto anteriormente es el “mundo ideal” de la diplomacia en el que los diplomáticos, especialmente los de los Estados periféricos, creen y trabajan, y en el que luchan por la paz, negocian acuerdos y evitan conflictos armados. Los diplomáticos del imperio y las potencias actúan en este “mundo ideal” de acuerdo con sus objetivos en el “mundo real” y no se dejan engañar por la retórica pacifista.

Entretejido con el “mundo ideal”, donde no se cree que no haya espionaje ni subversión ni conspiración, donde los grandes Estados son buenos y generosos y los pequeños colaboran y dan las gracias, existe el “mundo real” del imperio.

Los ideólogos políticos internacionales buscan, voluntaria o involuntariamente, ocultar la existencia del “mundo real”, donde operan las agencias de inteligencia y subversión, incluido el uso de todas las técnicas de guerra híbrida, con su perfidia, su violencia, su falta de respeto por ley, como instrumentos de sus Estados en la disputa por la hegemonía, la riqueza y el poder.

Los eventos del “mundo real” a menudo se descartan como el fruto de las “teorías de la conspiración”. Sin embargo, el presupuesto aparente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) es de 15.000 millones de dólares, y el de la Agencia de Seguridad Nacional, la más sofisticada y secreta de las agencias estadounidenses, es de 10.000 millones. Hay al menos otras diecisiete agencias de inteligencia estadounidenses y cada estado importante tiene el suyo. Después de los ataques del 11 de septiembre, el presidente George Bush Jr. revocó las leyes que prohibían a los agentes estadounidenses contratar criminales y matar a líderes políticos, lo que revela el tipo de actividad en la que participan estas agencias.

En el “mundo real” está el imperio, con su centro en Washington, con sus provincias (que son Estados nacionales) y sus adversarios, Rusia y China. En el “mundo real”, los Estados llevan a cabo una lucha diaria, que es la política internacional, donde tienen lugar presiones, represalias, sanciones, agresiones, crímenes, espionaje, desinformación, manipulación de opiniones, articulaciones, traiciones, persuasiones, subversión, cooptación, para lo cual el ciberespacio es un área amplia y poderosa de actividad y acción, y cuyo objetivo es contribuir a la apropiación de una porción más grande del producto mundial en beneficio de su sociedad, y del poder para su Estado, que garantiza esta apropiación (y no alcanzar el poder en abstracto).

Tanto el “mundo ideal” como el “mundo real” de nuestros días fueron creados por Estados Unidos de América y no por la “comunidad internacional”.

* * *

En el ejercicio de su hegemonía global, al final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos reanudó el proyecto del presidente Woodrow Wilson de crear una organización de Estados nacionales, la Liga de las Naciones, pero con disposiciones que garantizarían la perpetuación de su hegemonía. Los objetivos de Estados Unidos de la posguerra fueron los siguientes:

 Obtener la adhesión de la Unión Soviética, la segunda potencia ganadora, a la ONU.

 Obtener la adhesión de los principales aliados, Reino Unido y Francia, al sistema de poder consagrado en la Carta de la ONU.

 Obtener la adhesión de todos los Estados a las Naciones Unidas.

 Promover la desintegración de los imperios coloniales, especialmente británicos y franceses, a través de la ONU y su IV Comisión, para la descolonización.

 Otorgar a Estados Unidos el poder de evitar cualquier acción político-militar de la ONU y mantener su independencia para actuar unilateralmente.

 Mantener sus tropas estacionadas en Europa y Asia.

 Desarmar permanentemente a sus mayores competidores, Alemania y Japón, a través de sus Constituciones nacionales.

 Evitar la difusión del conocimiento de la tecnología de fabricación de armas nucleares.

 Crear un sistema financiero internacional con el dólar como moneda de reserva y para uso general en transacciones internacionales.

 Crear un sistema de comercio global basado en la cláusula de nación más favorecida, trato nacional, aranceles y consolidación.

 Crear un sistema para enmarcar, monitorear e inspeccionar las economías nacionales a través de un organismo multilateral “exento”.

 Reconstruir las economías europeas para hacer frente a la Unión Soviética y la influencia política soviética en Europa occidental.

 Garantizar el acceso a los medios de comunicación de todos los países para participar en la construcción de imágenes sociales, políticas y económicas en sus sociedades y Estados.

Sería difícil clasificar a Estados Unidos como la sede de un imperio en decadencia cuando se enumeran las victorias políticas, económicas, militares e ideológicas que ha logrado desde la Segunda Guerra Mundial, a saber:

 La disolución de los imperios británico y francés, a partir de 1957.

 La victoria sobre el desafío cubano desde 1960, a través de la Alianza para el Progreso y la implantación de las dictaduras militares modernizadoras.

 La aceptación de todos los países para desarmar la energía nuclear y conferir, con su adhesión al Tratado de No Proliferación Nuclear, a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad el oligopolio nuclear en 1968.

 La apertura gradual que China hizo a las megacorporaciones multinacionales, que comenzó en 1979.

 La retirada de las tropas soviéticas de Europa del Este en 1985.

 La desintegración territorial de la Unión Soviética en 1991.

 El desarme permanentemente de sus mayores competidores, Alemania y Japón, a través de sus Constituciones nacionales.

 Crear un sistema de comercio global basado en la cláusula de nación más favorecida, trato nacional, aranceles y consolidación.

 Crear un sistema para enmarcar, monitorear e inspeccionar las economías nacionales a través de un organismo multilateral “exento”.

 Reconstruir las economías europeas para hacer frente a la Unión Soviética y su influencia política en Europa occidental.

 Garantizar el acceso a los medios de comunicación de todos los países para participar en la construcción de imágenes sociales, políticas y económicas en sus sociedades y Estados.

 La retirada de las tropas soviéticas de Europa del Este en 1985.

 La desintegración territorial de la Unión Soviética en 1991.

 La adhesión de Rusia al capitalismo a través del Programa de Choque del Fondo Monetario Internacional (FMI) en 1995.

 El ingreso de China y Rusia en el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC).

 La adhesión al capitalismo y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de los países excomunistas de Europa del Este.

 La inclusión de los países de Europa del Este en la OTAN y la expansión de su capacidad para actuar más allá de la zona definida en el Tratado.

 La participación de Vietnam en las negociaciones de la TPP (2015) y la apertura de su economía a las megaempresas estadounidenses.

Difícilmente el imperio americano –cuya dinámica se encuentra en su complejo militar-industrial, en su red mundial de megaempresas, en su posición de comando en organizaciones internacionales, en sus alianzas con las clases hegemónicas de sus “provincias”, en su voluntad de usar la fuerza, de la cual el asesinato del general iraní Qasem Soleimani fue un episodio– observará con resignación y calma su propia decadencia y reemplazo por un mundo multipolar que surgiría de una nueva solidaridad humana creada por la pandemia o por un proceso histórico. Como dijimos, el final de la pandemia vendrá con el descubrimiento de la vacuna y entonces se disolverá la tenue solidaridad obtenida. No debe compararse lo que sucedió con los imperios en el pasado, en tiempos tecnológicos tan diferentes, con la situación especial de Estados Unidos actualmente.

Es en este contexto donde la política exterior de la Argentina y Brasil, unida como Juan Domingo Perón y Getúlio Vargas, Néstor Kirchner e Luiz Inácio Lula da Silva deseaban, debe actuar con prudencia y firmeza para lograr, en función de su desarrollo y la reducción de sus vulnerabilidades, la capacidad de ejercer su soberanía.

* * *

El tratamiento que el imperio americano otorga a los Estados a los que llama aliados (“provincias”) depende de los diferentes grados de importancia de estos.

En un primer grupo de “provincias” se encuentran Reino Unido y Francia, que son potencias nucleares, miembros permanentes del Consejo de Seguridad y que participan en mecanismos de coordinación política y económica como el G7. Este grupo también incluye a Alemania y Japón, las principales potencias industriales y tecnológicas. Este primer grupo se considera digno de especial atención por parte de la metrópoli y se “resiente” cuando el imperio toma iniciativas sin consultarlas, pero se conforman y alinean rápidamente. En cuanto a Canadá, con grandes recursos naturales, tiene su economía profundamente integrada en la economía estadounidense y es parte del sistema de defensa americano.

Hay una “provincia” que debe colocarse en una clase especial, ya que tiene una gran influencia en la política interna y externa del imperio: el Estado de Israel. Es el Estado del pueblo judío, que se considera el único pueblo elegido por Dios, Jehová. El pueblo y los líderes estadounidenses se identificaron históricamente, mucho antes de la creación del Estado de Israel, con el pueblo judío, ya que a los peregrinos se les habría encomendado la tarea de crear una Nueva Jerusalén, la Ciudad en la Colina. Las sectas neopentecostales estadounidenses tienen estrechos vínculos con Israel.

El Estado de Israel se considera merecedor de un trato especial porque su pueblo fue perseguido durante siglos, víctima de pogromos y de la “solución final” nazi que mató a unos seis millones de judíos durante el Holocausto. Considera que sus fronteras –justas y otorgadas por Jehová– son las definidas en el Antiguo Testamento y no las establecidas por las Naciones Unidas, por lo que no se retira de los territorios ocupados ilegalmente, en desobediencia a la decisión del Consejo de Seguridad. Israel tiene alrededor de ochenta ojivas nucleares, sin ninguna protesta de parte del imperio; Israel recibe una subvención anual de 3.000 millones de dólares otorgada por Estados Unidos; además, cuenta con el firme apoyo de la ONU y la colaboración de su inteligencia militar.

El segundo grupo está compuesto por los países nórdicos: Dinamarca, los Países Bajos, Suecia, Noruega, Finlandia; quizá Bélgica debería incluirse allí. Estos Estados son de origen étnico protestante, no latino, tienen altos niveles de ingresos y de desarrollo humano, y en sus políticas exteriores buscan alentar a los países subdesarrollados a comportarse “respetablemente” en cuestiones ambientales y de derechos humanos.

El tercer grupo, compuesto por España, Portugal, Italia y Grecia, es mayormente latino y católico. Con la excepción de Grecia, llevan el estigma de haber sido “papistas”. Durante la crisis de 2008, fueron nombrados con el acrónimo PIGS (Portugal, Italy, Greece, Spain), cuyo significado (“cerdos”) revela el poco oculto desprecio de los países anglosajones a los países europeos latinos. Sin embargo, este grupo recibe atención especial del imperio debido a las comunidades existentes de inmigrantes y descendientes de estos países en Estados Unidos.

El cuarto grupo está formado por países de Europa del Este, excomunistas y, en general, proamericanos, antirrusos, xenófobos, antisemitas y con regímenes políticos de derecha. En todos los Estados miembros de la OTAN (“provincias”) hay bases con soldados estadounidenses, armas nucleares y misiles, que forman un cinturón militar alrededor de Rusia.

El quinto grupo está compuesto por Estados árabes y musulmanes, y se divide en “provincias” en la región del Mahgreb y en el Cercano Oriente. Estos Estados poseen las principales reservas de petróleo en el mundo y son los principales exportadores a Europa y Estados Unidos, así como los principales compradores de armas estadounidenses de última generación. Entre ellos hay enemigos acérrimos de Israel y, al mismo tiempo, monarquías absolutas, enemigos de Estados seculares y financistas de actividades terroristas. Existe una profunda división entre la mayoría musulmana chiita y la mayoría de los Estados sunitas. Turquía ocupa una posición especial en este grupo, un candidato permanente para ser miembro de la Unión Europea y un miembro importante de la OTAN.

Hay un sexto grupo formado por Estados latinoamericanos, antiguas colonias, subdesarrolladas, desarmadas, que constantemente se quejan de que Estados Unidos no les presta atención, no comprende sus preocupaciones y no responde a las solicitudes de recursos para financiar su desarrollo. Los centroamericanos y el Caribe se distinguen de los sudamericanos por su tamaño y su gran población de inmigrantes en Estados Unidos. México, como miembro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), pensó que había alcanzado un estatus especial, algo que no sucedió, como lo revela el persistente intento de levantar un muro en su frontera con Estados Unidos.

El séptimo grupo de “provincias”, generalmente objeto de aún menos atención y respeto por parte de la metrópoli, está compuesto por Estados africanos.

Los Estados asiáticos forman un octavo grupo (especial) de “provincias” que han tenido relativamente éxito en su desarrollo e inserción en la economía mundial. Muchos de ellos tienen vínculos particulares con el imperio estadounidense, como Corea del Sur, Filipinas e Indonesia, y tienen acuerdos militares. La creciente influencia económica y política china en la región los convierte en un objeto de atención y preocupación para Estados Unidos, pero no los elimina del estado de provincia. Catorce de los países asiáticos son vecinos de China y entre ellos hay tres poseedores de armas nucleares. India es miembro de este grupo.

La importancia de una “provincia” para el imperio varía según su proximidad e importancia en relación con los conflictos, las tensiones y las situaciones políticas regionales. Esta importancia puede crecer mucho y luego, si la situación política cambia, declinar y desaparecer.

Geopolítica, soberanía y

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