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La estrategia del imperio

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La idea de que los Estados luchan por adquirir una noción abstracta llamada poder no es esclarecedora y hace que la acción de los gobiernos (de los Estados) se caracterice por la irracionalidad. En política internacional, un Estado tiene los objetivos (aunque no explícitos e incluso ocultos) de aumentar su participación en el PBI mundial y así lograr un mayor nivel de bienestar para su población (o para sus clases hegemónicas), lograr una mayor capacidad para influir en las discusiones internacionales y proteger sus intereses, sea en los organismos internacionales y regionales o en las relaciones bilaterales, asegurar la capacidad de defenderse de los oponentes y garantizar el acceso a recursos y mercados. Cuanto menor sea el poder político, económico y militar de un Estado y mayores sean sus vulnerabilidades, más difícil será el cumplimiento de estos objetivos.

En su aplicación, los objetivos de una estrategia pueden resultar irreales o imposibles de alcanzar, pero siempre implican una racionalidad previa de metas, es decir, lograr ventajas económicas o políticas que faciliten o sean necesarias para lograr ventajas en el sentido más amplio de la palabra. Incluso en una guerra dinástica, el conflicto implica objetivos económicos que las partes en disputa y los que rodean a los pretendientes desean disfrutar en caso de victoria. La lucha no es por el trono, sino por lo que significa el trono en términos de su poder legal para asignar ventajas económicas.

La definición de la estrategia a seguir debe comenzar con la formulación de una visión del mundo, una vista del enemigo u oponente y una visión de sus propios recursos y situación; solo una visión, debido a que la información no siempre existe, no siempre es completa, ni es siempre cierta. Veamos en qué consiste.

Primero, la visión del Estado mismo y de la sociedad misma. Esta visión es más precisa, ya que la información es más amplia, más disponible y menos distorsionada, sobre recursos naturales, capital, población, hombres y equipo militar, vulnerabilidades, posibles alianzas.

Segundo, la visión es la evaluación de los recursos naturales, los recursos de capital, la calidad de los estrategas, los líderes y las personalidades, los recursos militares, en hombres y equipos, de los objetivos previstos de la estrategia del enemigo (o adversario).

Con un conocimiento razonable de esta información y la formación de esta visión general, se pueden formular las diversas etapas de una estrategia de ataque o defensa frente al enemigo (u oponente).

Un plan estratégico aborda permanentemente la incertidumbre. La concepción estratégica vive entre la inseguridad y la sorpresa.

La existencia de una estrategia hegemónica y global del imperio americano no significa que tenga o tendrá éxito en lograr su objetivo. El imperio americano desarrolla una estrategia global cuyo objetivo es mantener su hegemonía, su capacidad de apropiarse de una porción más grande del producto mundial, en beneficio de sus clases hegemónicas, a través de la preservación de un sistema económico, político y militar organizado y liderado por él. Esta estrategia tiene aspectos económicos, tecnológicos, políticos, militares e ideológicos.

La estrategia del imperio en relación con sus “provincias” es distinta de su estrategia en relación con los Estados adversarios, China y Rusia. En relación con las primeras, utiliza los siguientes instrumentos: entrenamiento de las elites civiles y los posibles futuros líderes, difusión y defensa mediática de las normas que deben seguir los gobiernos “provinciales”, organización de seminarios y programas para periodistas, defensa de la libertad de acción para las ONG, defensa de la libertad de acceso a internet, financiación de organizaciones políticas, práctica de la ley y la cooperación con jueces “provinciales”, énfasis en combatir la corrupción, énfasis en las relaciones políticas bilaterales y no multilaterales, acciones para evitar la formación de alianzas regionales entre “provincias”, generación de fricción entre cada “provincia” con China y Rusia y propagación de propaganda anti-China y anti-Rusia.

Asimismo, la estrategia de preservar la hegemonía económica del imperio americano sobre las provincias utiliza los siguientes instrumentos:

 Promover la aceptación por parte de las clases hegemónicas locales de la visión tradicional de la división internacional del trabajo entre productores primarios y productores industriales, especialmente en el caso de las provincias subdesarrolladas.

 Promover la incorporación de provincias subdesarrolladas en la economía estadounidense a través de acuerdos de libre comercio.

 Promover la reducción unilateral por parte de las provincias de los aranceles industriales.

 Promover el cumplimiento de las reglas del Consenso de Washington, especialmente por parte de “provincias” subdesarrolladas.

 Organizar programas de educación y capacitación para economistas.

 Debilitamiento de las grandes empresas de capital “provincial”.

La estrategia de preservar la hegemonía tecnológica del imperio americano utiliza las siguientes políticas:

 Evitar la difusión del conocimiento tecnológico mediante una mayor protección de la propiedad intelectual en el orden internacional y en la legislación de las “provincias”.

 Promover el reclutamiento de científicos de las “provincias” para trabajar en Estados Unidos.

 Promover el reclutamiento de estudiantes excepcionales para su “absorción” en la sociedad y la economía americanas.

 Expandir el sistema de difusión educativa y cultural americano en las “provincias”.

La estrategia de preservar la hegemonía militar del imperio americano se lleva a cabo a través de las siguientes políticas:

 Promover el desarme nuclear y la limitación de la industria nuclear en todas las “provincias”.

 Promover la negociación de acuerdos de desarme de armas convencionales.

 Alentar la transformación de las fuerzas armadas, especialmente en países periféricos, en fuerzas policiales.

 Entrenar a oficiales militares de alto rango en la doctrina y el uso del equipo militar norteamericano.

 Desalentar el desarrollo local de la industria de armas.

 Vender armas de segunda generación a precios reducidos.

La estrategia del imperio para mantener su hegemonía cultural se logra a través de las siguientes políticas:

 Evitar que las “provincias” adopten legislación para proteger su cultura nacional y su industria cultural.

 Mantener el libre acceso de sus productos culturales (películas, libros, música, etc.) a los medios de comunicación en las “provincias”.

 Expandir el sistema para difundir la cultura americana a través de institutos de idiomas y programas de intercambio.

Fuera del imperio están sus oponentes: la República Popular China y la República Federativa de Rusia. Como dijimos, estos Estados adversarios se describen en los documentos oficiales del imperio como enemigos cuya intención es destruir a Estados Unidos y el mundo libre y sus valores sociales, políticos y económicos.

La Estrategia de Defensa Nacional Estadounidense de 2018 establece que China y Rusia son “potencias revisionistas” que buscan “construir un mundo consistente con su modelo autoritario, obteniendo poder de veto sobre las decisiones económicas, diplomáticas y de seguridad de otras naciones”.

La designación de “enemigos” es necesaria para justificar, a los ojos de la población americana, los contribuyentes, los gastos en armamentos que benefician a las empresas y estructuras militares del complejo industrial-militar, y el subsidio, a veces perdido, a las empresas para llevar a cabo programas de investigación y desarrollo científicos y tecnológicos, justificados y legalizados por razones de seguridad nacional.

Sin embargo, China y Rusia, siempre hostigadas por el imperio, directa o indirectamente, ostensible o subrepticiamente, conscientes de su fuerza económica, política, militar e ideológica, actúan con precaución y no muestran intención de “anular” el sistema de normas internacionales, pero buscan participar en él en mejores posiciones en los sistemas de toma de decisiones.

La estrategia del imperio americano en su disputa con Rusia y China se realiza a través de las siguientes políticas:

 Estimular su desintegración territorial a través del financiamiento de organizaciones separatistas.

 Establecer una red de acuerdos militares con los Estados vecinos de Rusia y China y establecer bases allí.

 Promover manifestaciones de demandas políticas de democracia y libertad de expresión.

 Obstaculizar los acuerdos entre Rusia y China con “provincias” desarrolladas o subdesarrolladas.

 Financiar ONG locales de derechos humanos.

La estrategia de Rusia y China para enfrentar al imperio americano tiene los siguientes aspectos principales:

 Reducir sus propias vulnerabilidades.

 Defender un nuevo orden internacional.

 Procurar ocupar puestos importantes en organizaciones internacionales.

 Fortalecer sus lazos de cooperación recíproca, en particular con los Estados vecinos y la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda.

 Crear entidades paralelas, como el New Development Bank, de los BRICS, y el Asian Infrastructure Bank para ofrecer mejores condiciones financieras a las naciones subdesarrolladas.

 Contrastar una política de defensa de autodeterminación y no intervención con la política de control de soberanía ejercida por el imperio.

 Ofrecer cooperación técnica y financiera para programas de industrialización.

 Fortalecer los lazos de cooperación con los países de Europa occidental.

 Defender el multilateralismo en las relaciones internacionales.

Cuanto más pequeñas son las dimensiones del territorio –y, como resultado, menor es la gama de recursos del suelo y la población y, por lo tanto, el mercado potencial de una nación–, mayores son sus vulnerabilidades y, por consiguiente, su dificultad para lograr la soberanía plena.

Los grandes Estados de la periferia, que son provincias subdesarrolladas, tienen una mayor posibilidad de expandir su soberanía y para hacerlo deben desarrollar, con prudencia y firmeza, una estrategia basada en el desarrollo y la industrialización de sus recursos naturales, y en la reducción de sus vulnerabilidades, a saber:

 En lo económico, deben buscar la diversificación de sus exportaciones, en términos de productos y destinos, e importaciones, en términos de origen, y reducción del endeudamiento externo.

 En lo tecnológico, deben procurar el desarrollo de su fuerza de trabajo científica y tecnológica orientada a la investigación sobre su industrialización.

 En lo político, deben coordinar su política exterior con otros Estados grandes de la periferia, principalmente con los vecinos.

 En lo militar, deben tender a la construcción gradual de la industria de guerra.

 En lo ideológico, deben diversificar la capacitación de civiles y militares en el extranjero y crear centros de capacitación en el país.

Si no hay una ejecución sistemática y persistente de una estrategia con estos objetivos, cualquier ejercicio de soberanía está destinado a fracasar.

* * *

Para terminar este prólogo, vuelvo a ratificar lo dicho al principio: este libro analiza de una manera muy original y actual en el campo de las relaciones internacionales el “mundo real”, sin quedar prisionero del “mundo ideal”, por eso su lectura se vuelve imprescindible para conocer cuáles son las estrategias y nuestras posibilidades concretas de soberanía en el sistema internacional.

Los autores describen como nadie el “mundo real” de la política internacional con sus estrategias públicas y secretas, sin desconectarla del “mundo ideal”, por lo que su lectura y estudio se vuelve imprescindible para desentrañar las telarañas de un “orden mundial” en mutación, donde nuestras soberanías entran en juego. Un libro vital para una época histórica como la nuestra.

Geopolítica, soberanía y

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