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No se quisieron oír las voces de alerta a tiempo. Conviene escucharlas ahora y rectificar, primero para abordar una recuperación económica que sea rápida y sostenida, y después para preparase a librar otros envites sanitarios que, sin duda, volverán a llegar. Durante mi etapa política, conocí en el gobierno o en la oposición la gestión del Síndrome de la Encefalopatía Espongiforme o mal de la vacas locas (2000), el Síndrome Agudo Respiratorio Severo (SARS) (2003), la Gripe Aviar (2004), la pandemia de la Gripe A (2009), el síndrome de la bacteria E.Coli o mal llamado síndrome del pepino español (2011), la fiebre hemorrágica del Ébola (2014) o las primeras infecciones en España de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo (2016). Las estimaciones muestran que hay más de 1,6 millones de virus de mamíferos y aves acuáticas, que abarcan 25 familias virales que se sabe que causan infecciones humanas. En comparación con los poco más de 260 virus conocidos en los seres humanos, los virus desconocidos representan el 99,9% de las posibles zoonosis.

Por tanto, conviene aprender de lo vivido y rectificar. Y hacerlo rápido.

Primero. Una crisis global necesita soluciones globales. Urge reconstruir y desarrollar una Gobernanza global multipolar con fuertes instituciones multilaterales. Uno de los primeros retos será compartir y distribuir la futura vacuna a nivel mundial, sin importar quien la desarrolló primero.

Segundo. Es difícil que cambie la visión recíproca que China y Estados Unidos tienen de su competencia comercial y de los riegos que para su seguridad comporta la carrera tecnológica. Ni siquiera parece que esa percepción se altere cualquiera que sea el resultado de las elecciones americanas este otoño. Pero sí puede haber cambios en la manera de hacerles frente.

Los Estados Unidos han reducido la dependencia china en su cadena de suministros. Europa también se ha vuelto más consciente de su falta de autonomía y de la necesidad de reforzar sus capacidades internas. Parece claro que el escalón regional, en nuestro caso europeo, ha de verse reforzado a la hora de garantizar la seguridad de suministros básicos para nuestra población y nuestras industrias. El Gobierno de los Estados Unidos debería replantearse algunas de sus posiciones, como la guerra arancelaria, respecto a los Estados miembros de la Unión Europea con la que lo inteligente políticamente hablando sería buscar alianzas y no contenciosos. Y todas las democracias europeas, americanas y asiáticas tendrían que trabajar por reivindicar y fortalecer reglas de apertura y libre comercio.

Tercero. Europa no puede mantenerse pasiva ante la polarización mundial y menos resignarse a ser un campo de acción para las dos potencias enfrentadas. Los europeos estamos llamados a ejercer nuestro peso y nuestra influencia. Eso conlleva que Europa tenga una voz propia, más allá de la suma de voces, no siempre armónica, de sus miembros. Los españoles han de servir de puente con Latinoamérica. España debe recuperar nuestro papel de liderazgo en la región, contribuyendo a tender puentes entre la Unión Europea y Latinoamérica desde una perspectiva multipolar.

Cuarto. El Brexit fue una pésima noticia. Ahora, tras la pandemia, el post Brexit va a tener que ser gestionado en el peor momento. Se dice que Europa está en una encrucijada (de nuevo). No faltan voces que hablan de su colapso (otra vez). Pero la reciente historia de Europa demuestra que mientras que nuestras democracias pueden fallar en la respuesta inicial, poseen una resistencia que asombra a propios y extraños. Ahora la Unión Europea ha de seguir creciendo para no caer. Toca ganar en capacidad de acción política –ya se ha visto a qué conduce su falta de competencias en materia sanitaria– y en integración.

Quinto. Conviene también contrarrestar el resurgimiento de las dos visiones Norte-Sur, que se ha convertido en el tópico más recurrente para el análisis de las posiciones en el Consejo Europeo cuando se aborda la política económica en momentos críticos. La Unión Europea es una comunidad de intereses, en que los flujos económicos han de verse en toda su dimensión circular y recíproca: los que dan y los que reciben, los que venden y los que compran, los que fabrican y los que consumen. Para ello, los Estados deben aunar solidaridad, pero también compromiso en las reglas comunes que rigen la pertenencia al club. Y las Instituciones Europeas deben aportar sensibilidad y pedagogía ante el sufrimiento humano que la crisis está infringiendo, para evitar nuevos envites al proyecto y al sentimiento europeístas.

Sexto. Debemos ser conscientes de que el intervencionismo estatal, especialmente el de las grandes potencias, va a horadar el ya de por sí desigual Level Playing Field, en el que nuestras industrias subsisten y compiten. Las instituciones europeas deben actuar en favor de la competitividad de nuestro tejido industrial en un momento en que las medidas de estímulo pueden ser muy dispares en términos cualitativos y cuantitativos, como hemos visto con las últimas decisiones de la Administración americana.

Séptimo. La Unión Europea debe velar por su seguridad. Por supuesto. Pero las medidas defensivas sólo consiguen, en el mejor de los casos, mantener la posición. Para preservarla, los europeos debemos asumir un papel activo, con decisiones políticas sobre nuestra defensa y seguridad y medidas económicas de impulso y desarrollo de las industrias más estratégicas. La Unión Europea debe colaborar con otras democracias en el desarrollo tecnológico y científico más puntero o, al menos, defender reglas comunes frente a las posiciones chinas más agresivas. Y si lo que preocupa es la política de infraestructuras china (tras la China´s Belt and Road Iniciative), ser proactivo y fortalecer un modelo propio de desarrollo.

Y un último apunte nacional. Las medidas intervencionistas, como el control de las inversiones extranjeras, exigen trazado fino. Debemos proteger, sin duda, nuestra seguridad y la garantía de los suministros más esenciales, pero con el equilibrio y la inteligencia suficientes para no agravar la crisis económica que ya estamos padeciendo. Definir muy bien qué, a quién o por qué se quiere controlar y no demorar sin más operaciones de inversión que pueden salvar empresas y puestos de trabajo en un momento en que el desempleo será la segunda tragedia global, tras la pérdida de vidas que la pandemia ya se ha cobrado.

Antes de la próxima pandemia

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