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Características, campo de acción y ejercicio profesional del psicomotricista

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En función de estas descripciones de reeducación psicomotriz, terapia psicomotriz y educación psicomotriz, para tratar de cerrar estos conceptos y a modo de síntesis, decimos (Bottini, Sassano et al., 1999):

¿Qué es un psicomotricista?

El psicomotricista es un profesional dedicado:

1. Al estudio y la investigación del desarrollo normal de los movimientos vinculados con el uso del cuerpo y de sus desviaciones.

2. Al desarrollo, aplicación e investigación de técnicas y procedimientos que facilitan el diagnóstico de problemas o desviaciones psicomotrices.

3. Al desarrollo, aplicación e investigación de técnicas y procedimientos destinados a promover el desarrollo psicomotor normal con un objetivo educativo-preventivo o a mejorar sus desviaciones con un fin terapéutico.

¿Cómo se accede al tratamiento con un psicomotricista?

Con frecuencia se accede a través de otro profesional que deriva al psicomotricista. Estos profesionales generalmente son maestros, profesores de educación física, médicos (neurólogos, neuropediatras), psicólogos, psicopedagogos, fonoaudiólogos, etc. que, en función de signos que observan en la persona, consideran necesaria la consulta.

¿Cuándo es necesaria la consulta con el psicomotricista?

1. Cuando los movimientos de una persona, en el uso y en la relación que establece con su cuerpo, no son los esperados para su edad y contexto habitual de desarrollo.

2. Cuando se padece un trastorno psicomotor que coarta las posibilidades normales de desarrollo.

3. Cuando una persona no se siente hábil con su cuerpo ni logra movimientos que lo satisfagan frente a los desafíos del crecimiento y del aprendizaje.

4. Cuando se padecen trastornos graves de personalidad, afecciones psicosomáticas, conductas adictivas o psicopáticas que comprometen el uso de cuerpo. En estos casos, la terapia psicomotriz puede ser un buen complemento y facilitar el efecto del tratamiento específico.

5. Cuando existen secuelas de enfermedades neurológicas o degenerativas.

6. Cuando existen limitaciones de la movilidad debidas a causas postraumáticas o al envejecimiento.

¿Quiénes son los beneficiarios más frecuentes del trabajo de un psicomotricista?

Generalmente, los psicomotricistas atienden a niños y jóvenes que manifiestan alguno de los problemas señalados anteriormente. Sin embargo, recientemente se ha incrementado la atención de adultos y ancianos. Su labor en este campo es cada vez más intensa debido al fenómeno de la prolongación de la vida y a la necesidad de mantenerla con calidad.

¿Por qué es importante consultar al psicomotricista?

Porque quienes padecen un trastorno psicomotor –desde la infancia o como consecuencia de alguna enfermedad posterior– ven coartadas sus posibilidades normales de desarrollo o sus posibilidades de desplegar movimientos ya adquiridos. Estas limitaciones, que hacen sentir inútil e inhábil con el cuerpo, pueden provocar una imagen empobrecida de sí mismo que, si no es contrarrestada a tiempo, disminuirá el potencial de la persona por el resto de su vida, pudiendo dar lugar a la aparición de trastornos de la personalidad, de la conducta y/o del aprendizaje y a dificultades en la vida social, deportiva y/o de relación.

¿Dónde puede trabajar un psicomotricista?

Los psicomotricistas trabajan tanto en consultorios privados como en instituciones educativas o asistenciales. En todos los ámbitos, su labor se orienta a la atención de trastornos específicos o al apoyo y complemento de otras tareas terapéuticas. Por ejemplo:

En el ámbito educativo:

• En escuelas de Educación Especial y de Recuperación:

- Forman parte del equipo docente y colaboran en la estimulación y la enseñanza de niños y jóvenes con discapacidades motoras, sensoriales, mentales y emocionales.

- Forman parte de los equipos interdisciplinarios que realizan tareas de apoyo a la integración escolar y social de niños y jóvenes con discapacidad.

- Participan en el diseño e implementación de actividades lúdico-corporales para el apoyo del aprendizaje de contenidos curriculares.

- En actividades de recreación y tiempo libre (colonias de vacaciones, campamentos, etc.).

• En escuelas de Educación Común (jardines maternales, jardines de infantes, educación primaria):

- Coordinan talleres dedicados al estímulo del desarrollo psicomotor normal.

- Colaboran en actividades orientadas a la búsqueda de soluciones para los conflictos grupales o institucionales (violencia intrainstitucional, catástrofes).

- Participan en los distintos niveles de la educación preescolar y de la educación general básica en el diseño e implementación de actividades lúdico-corporales para el apoyo del aprendizaje de contenidos curriculares.

En el ámbito de la salud trabajan:

•En instituciones:

- Hospitalarias, en los servicios de salud mental, pediatría, estimulación temprana, en equipos interdisciplinarios dedicados a la asistencia, docencia e investigación de los problemas de aprendizaje y el desarrollo y en áreas dedicadas a tareas comunitarias y preventivas.

- En instituciones dedicadas a la atención de personas que padecen severos trastornos de la personalidad (centros educativos terapéuticos), debilidad mental, conductas adictivas o de actuación (bulimias, anorexias, etc.).

- En geriátricos, gerontopsiquiátricos, hogares, hostales o centros de día.

•En consultorio privado:

- Consulta privada.

- Obras sociales.

- Medicina prepaga.

En ámbitos de recreación, tiempo libre y comunitarios:

• Colabora en el diseño y ejecución de planes de iniciación a la actividad deportiva.

• Participa en el diseño y ejecución de programas dedicados a la promoción y cuidado de la salud corporal.

¿Cuáles son las características de las tareas psicomotrices?

El psicomotricista basa su tarea en la observación de gestos, posturas y movimientos con el fin de evaluar y comprender el nivel de desarrollo psicomotor y las necesidades de la persona y utiliza el juego corporal para implementar actividades pedagógicas o terapéuticas que respondan adecuadamente a las mismas. Se entiende por actividades pedagógicas aquellas que capitalizan las capacidades naturalmente desarrolladas y por actividades terapéuticas las que fomentan el aprendizaje de habilidades no desarrolladas espontáneamente.

La observación del trabajo psicomotor muestra a dos personas desarrollando una actividad lúdica: una juega en función de su necesidad (paciente/alumno) y la otra (psicomotricista) utiliza ese juego en apoyo de la necesidad del otro.

¿Cómo es la formación de un psicomotricista?

El psicomotricista recibe una formación específica, de grado universitario, que lo habilita para el ejercicio profesional, tanto en el campo educativo como en el de la salud. Dicha formación contempla el aprendizaje de sólidos contenidos sobre:

- Diferentes teorías psicológicas.

- Biología y medicina.

- Teorías acerca del trabajo con familias.

- Teorías sobre el trabajo en instituciones y grupos.

- Investigación y desarrollo de planes, programas y proyectos.

- Diferentes teorías de la práctica psicomotriz.

Participa, además, a lo largo de toda su formación, en un intenso entrenamiento y experimentación en trabajo corporal, con acento en el desarrollo de su expresividad, creatividad y disponibilidad corporal.

Desde el inicio de su formación realiza experiencias directas y, promediando la carrera, observa y practica en los diferentes campos del ejercicio profesional.

Y ahora agregamos una nueva pregunta:

¿Cuáles son los contenidos de la práctica en Psicomotricidad?

La práctica psicomotriz se podría definir bajo tres parámetros: el juego, el cuerpo y la relación corporal.

El contenido de la práctica psicomotriz se basa en el juego libre, permisivo, en una actividad espontánea que se desarrolla y organiza progresivamente a partir de los objetos puestos a disposición de los niños. Es un juego sin argumento impuesto, de forma que permite el libre curso a la imaginación. Se trata de dejar desarrollar en el grupo el juego libre, espontáneo, sin consignas precisas y, sobre todo, sin enjuiciamientos. A partir de aquí nacen y se desarrollan actividades espontáneas, solos o en grupo, dejando hacer a cada uno según sus deseos y su imaginación.

Esto no quiere decir que la práctica psicomotriz se convierta en un juego caótico. Dentro del dejar hacer el psicomotricista ha de fijar los límites de la libertad: no hacer daño al compañero, lo cual no excluye las relaciones agresivas; no destruir el material, etc. Estas prohibiciones marcan el límite entre realidad y juego. El psicomotricista garantiza esta ley, al igual que es garantía de la realidad. En esta situación de juego espontáneo, él ha de contener y retomar las situaciones difíciles, manejar los conflictos sin culpabilizarlos.

En toda esta relación, dicen Llorca y Vega (1998), está presente el concepto de disponibilidad corporal, como actitud de escucha. Es una nueva manera de situarse respecto al niño, es tener una actitud de empatía, ser capaz de descentrarse hacia el otro, intentar comprender la historia que nos cuenta la otra persona, sin juzgarla, para desde allí, poder ayudarle a resolver sus dificultades. “La disponibilidad corporal supone además un nuevo modo de actuar a través del cuerpo, utilizando como mediadores la mirada, el gesto, el espacio, los objetos… etc.”. (Boscaini, 1998).

A partir de este estado de escucha hacia el otro, el psicomotricista ha de actuar como observador y como partícipe del juego al mismo tiempo. Ha de estar corporalmente disponible a toda forma de relación que tratará de hacer evolucionar según las necesidades del niño. En esta relación, el adulto ha de conocer y elaborar sus propios impulsos, siendo consciente de que no proyecta su propia problemática en la interpretación de la actuación del niño.

“Tomar conciencia de la importancia del juego en la construcción y el desarrollo de la personalidad del niño. Observar ese juego y comprender qué es lo que se está jugando (sentido), participar sin ser directivo ni invasor y contenido dentro de los límites de lo simbólico. Esto es importante para el niño, pero también para el psicomotricista y sobre todo para su relación. Este juego corporal, este juego psicomotor, es una oportunidad para establecer con el niño y con el grupo otra relación; una relación de persona a persona…” (Lapierre, 1990).

Durante la sesión el psicomotricista no tiene nada para enseñar, sólo ha de estar disponible para el niño, seguirlo en la dinámica de sus pensamientos y de sus actos. En esta relación, al no estar mediatizada por lo pedagógico y lo intelectual toma un cariz afectivo que se articula alrededor de dos temas esenciales de nuestra vida afectiva: el amor y el odio (Lapierre y Aucouturier, 1977; Lapierre, 1990).

En esta relación, el cuerpo del adulto adquiere un valor simbólico. En él, el niño proyecta las funciones maternales y paternales. El cuerpo del psicomotricista es vivido por los niños como un lugar de placer y seguridad, un continente de calor afectivo que los protege (Lapierre, 1991). Pero esta protección y seguridad afectiva encierra en sí misma, para que cada niño pueda madurar, un deseo de independencia. En la relación con nuestros padres, cada uno de nosotros vive la necesidad de separación para la identificación personal, que se inicia ya desde la tierna infancia, tal y como sugiere Wallon cuando habla del estadio del “personalismo”. En este estadio (Rigo, 1991, citado por Llorca y Vega, 1998), la oposición y más tarde la imitación, posibilitan que el niño se construya su propia imagen de persona diferente a sus progenitores. En este proceso, la seguridad que le ofrecían sus padres se puede vivir como prohibición; la protección como devoración, y el amor se transforma en odio. Surge entonces la agresividad infantil, por liberarse de una dependencia que por otro lado desea. Pero no todos los niños, ni todos los adultos, hemos tenido padres que nos ayuden en esta evolución, quizás demasiado rígidos para enfrentarnos a ellos, o tal vez demasiado culpabilizadores o permisivos; el niño encuentra en la sala a un adulto con el que puede vivir una relación privilegiada, lo desculpabiliza, lo comprende y le permite vivir esa relación ambivalente de amor y odio que progresivamente le irá llevando a una mayor identificación y autonomía como individuo. El cuerpo del psicomotricista toma un valor preferencial para el niño, pues en él puede vivir la afectividad, la emocionalidad y sus deseos de manera simbólica, con un adulto que le ayuda a elaborar y madurar su vida afectiva.

A medida que esta evolución tiene lugar, el niño se abre a otras formas de relación y comunicación con los otros y con los objetos, aprendiendo de estas relaciones y madurando así en el ámbito cognitivo, poniendo de manifiesto cómo psiquismo y afectividad aparecen indisociablemente unidos (Wallon, 1965; Lapierre y Aucouturier, 1977; Lapierre, 1990).

En esta relación fundamentalmente corporal, el psicomotricista ha de reencontrar en sí mismo el placer del juego, del movimiento, ya que para que se dé una buena relación ha de darse un placer compartido. No se trata tampoco de dejar hacer sino que, mediante sus intervenciones, el psicomotricista debe canalizar, orientar y hacer evolucionar el juego, saber cuándo decir sí y decir no, jugar a la aceptación, a la negación y a la provocación, teniendo un rol activo según las necesidades y el momento evolutivo de cada niño (Lapierre, 1991).

1 El título de su primera obra es significativo al respecto: Educación psicomotriz y retraso mental.

La construcción del Yo corporal

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