Читать книгу Logro mis objetivos…, pero ¿hago lo correcto? - Miquel Bastons Prat - Страница 10
¿Qué ponemos en el centro de la vida? Planteamientos vitales
ОглавлениеLa “cuestión de fondo” que todos nos planteamos se puede responder de diferentes maneras. Como señala Carlos Llano6, depende de qué ponemos en el centro de nuestra vida. Él distingue tres posibles centros: el “tener” (posesiones materiales), el “hacer” (el trabajo) y el “ser” (lo que soy).
– Él ámbito del “tener” está relacionado con la adquisición de bienes necesarios para satisfacer las necesidades vitales materiales: manutención, vestido, vivienda, vehículos, etc.
– El ámbito del “hacer” correspondería a aquellos bienes que uno espera obtener no “del” trabajo, sino “en” el trabajo, por ejemplo, autorrealización, reconocimiento, éxito profesional, etc.
– Por último, el ámbito del “ser” es el relacionado con lo que “somos”, con aquello que configura nuestro modo de ser y de vivir: nuestro carácter, nuestro conocimiento, nuestros valores, … Van unidos a lo que una persona “es”: leal, sabia, padre, amigo, …, y no tanto a lo que tiene o hace.
El orden que se establezca entre estos ámbitos da lugar a diferentes planteamientos vitales. Cada uno y cada una decide qué pone en el centro de su vida y, por tanto, qué considerará correcto. Esto implica contestar a la pregunta ¿qué es central en mi vida? y ¿qué se subordina a qué? Qué se ponga en el centro y qué en la periferia vital no es irrelevante, porque sitúa las personas en una posición diferente ante la vida y en una respuesta diferente a qué es lo correcto. Además, según dónde se ponga el centro vital (el tener, el hacer, o el ser), nos hacemos más o menos fuertes o vulnerables.
Caben diversas ordenaciones de los ámbitos vitales, pero podemos decir que hay tres bastante típicas:
a) El ser se supedita al hacer y el hacer se supedita al tener.
Según este planteamiento vital la cuestión central de la vida se sitúa en el orden del tener: tener lo más posible. Responde a la actitud del que siempre quiere tener más y se considera correcto lo que me permite “tener más”. Nos identificamos con lo ganado, con los bienes materiales, con las posesiones.
Hay personas que basan su vida en la siguiente argumentación: hay que ser disciplinado, ordenado, cumplidor, honesto, buen marido, buen padre, etc., porque esto cuenta en mi trabajo. Y, si me va bien en el trabajo, puedo “ganar” más. Subordinan el ser al tener.
Claro que también aceptan la propuesta inversa: si hace falta mentir, no ser tan buen padre, compañero, amigo, etc., para tener más éxito en el trabajo y ganar más, tampoco hay problema. Se sigue subordinando el ser al tener.
Hay que advertir que este planteamiento de lo correcto es una estrategia vital débil, porque lo que se tiene se puede perder. Si identificamos la vida con lo que tenemos, al perderlo, perdemos la vida. En esta situación los peligros producen un gran miedo y provocan que se defiendan los bienes materiales como la propia vida. Y los bienes materiales se defienden mal cuando se defienden como la propia vida. La priorización de la riqueza material produce una vida angustiada. Al ser mis bienes lo vital, cualquier amenaza contra mis bienes se convierte en un peligro vital para mí.
b) Un segundo planteamiento típico es el de aquellas personas para las que lo más importante es el trabajo y el desarrollo profesional. Éstas ponen el trabajo (y el éxito en el trabajo) en el centro de su vida.
Pero en el trabajo hay éxitos y fracasos. Puedo cambiar de trabajo o puedo perder el trabajo. Así que también se adopta una estrategia vital muy vulnerable.
Los bienes que obtengo “en” el trabajo no agotan lo que soy. Cuando el trabajo se identifica con la vida, para defender la posición, el puesto, el reconocimiento, … claudicamos en nuestro ser: cometemos bajezas frente al Estado, los compañeros o los clientes. A veces, aunque no hagamos inmoralidades explícitamente, aceptamos condiciones –un puesto, un procedimiento, etc.–, que van contra nuestro modo más íntimo de ser y pensar. Hay “ascensos” que mejoran mi trabajo, pero atrofian mi vida.
c) La tercera estrategia es aquella en la que el tener se supedita al hacer y el hacer se supedita al ser. Aquí el orden de priorización del tener, el hacer y el ser viene dado por el principio: “tener aquello que se necesita para hacer aquello que amplíe y mejore mi vida”. Hay usos de los bienes materiales que nos permiten hacer más y, así, ser más Hay trabajos gracias a los cuales soy mejor de lo que era; y hay trabajos gracias a las cuales soy peor. Aquí lo correcto es aquello que me permite ser mejor.
Para una persona para la que lo “central de su vida” está en el ámbito del ser, las amenazas en el terreno del tener o del hacer, no representan grandes peligros. Por eso, es una estrategia vital fuerte, menos vulnerable que las anteriores. Esta persona puede atreverse a lo que otros no se atreven. No tiene miedo a perder cosas o condiciones de trabajo. Lo importante para ella es su modo de ser. Y las auténticas amenazas son las que afectan a su modo de vivir y ser: como padre, como compañero, como jefe, etc.
2. Spaemann, R., Felicidad y Benevolencia, Madrid: Rialp, 1991. p. 50.
3. Ver esto en Marina, J.A., Ética para náufragos, p. 58.
4. Sandel, M. J., Justice. What’s The Right Thing To Do. Farrar, Straus and Giroux; New York, 2009.
5. Ver su libro Quien es el hombre, Rialp, Madrid. 1991.
6. Ver Carlos LLANO, (1990) El empresario. Ante la responsabilidad y la motivación, McGraw-Hill, México, 1990; y El empresario y su acción, McGraw-Hill, México (1990).