Читать книгу El caballero escocés - Miranda Bouzo - Страница 13
Capítulo 9
ОглавлениеAlistair sintió cómo su cuerpo se rendía tras él y la cabeza se apoyaba en su espalda, se había dormido al fin. Preocupado porque cayera del caballo se giró del lado izquierdo maldiciendo que aún ese brazo no fuera suficientemente fuerte para compensar la escasa movilidad de su mano. Hizo un esfuerzo enorme y deslizó el menudo cuerpo hasta colocarlo delante suyo en la cruz del animal. Bajó la cabeza despacio y observó el rostro dormido de su nuevo compañero de viaje. Debía haberlo pasado mal en los últimos días, tenía el rostro arañado y algún que otro cardenal en la mejilla. Sonrió al ver el ceño fruncido que permanecía en su frente y sus ojos negros cerrados. Había perdido el gorro calado y llevaba el pelo metido entre las prendas, la posición le impedía ver bien su cuerpo, pero parecía haber perdido mucho peso.
Podía ocultarse bajo harapos, ocultar su cabello negro del color de la turba e incluso forzar su voz para parecer la de un muchacho imberbe. Katherine Gray, la hija de Hay, podía reconocer esa barbilla altiva y esos ojos en cualquier lugar, habían ocupado su mente desde que entró en aquel salón y la vio sentada, erguida en la cabecera de la mesa mirando con recelo a su alrededor a aquellos que buscaban su ya escasa fortuna y su nombre. Nadie tenía sus labios llenos y rojos por el vino, siempre entreabiertos, enmarcados por unos pómulos que daban a su rostro forma de corazón. Aún saboreaba su aliento cuando ella le dio las gracias al salvarle de aquel estúpido de Hugh. Tampoco había ayudado que fuera él, precisamente él, al que despreciaba por cómo trataba a sus soldados y las mujeres, con el que tuvo más de un desencuentro al servicio de la reina.
¿Cómo había sabido que era ella quien los seguía? Quizá fuera por el anillo o por la torpeza de aquel muchacho que no sabía ni encender un fuego para calentarse por la noche. Estuvo seguro al encontrar el anillo y ver aquel cuerpo menudo echar a correr en la aldea, los hombres de Hugh la perseguían sin tregua. Había sido su corta estatura, el color negro de su cabello, pero ante todo sus ojos, imposibles de olvidar. La acomodó con ternura en el hueco entre su pecho y el brazo, donde estaría más cómoda. Hacía tiempo la hubiera descubierto besando sus labios sugerentes y perdido en su mirada azabache, pero ahora no, simplemente no tenía nada que ofrecer, y menos a una inglesa, hija de un lord y caballero inglés. Aquello era meterse en algo serio, una dama. Alistair miró con desagrado su mano derecha, que reposaba sobre las piernas de Katherine, y apretó las mandíbulas mientras su mirada se perdía lejos del rostro de la chica. La ayudaría a ser libre si ella quería, le recordaba demasiado a su hermana, y después la dejaría a salvo en algún lugar. No, Katherine Gray no era una mujer más.