Читать книгу Alex Dogboy - Mónica Zak - Страница 12
ОглавлениеParaíso |
El hombre los llevó a su auto. El tránsito era todavía intenso cuando condujo a las afueras de la ciudad, pero la oscuridad vino rápidamente. Mientras el auto subía por los caminos serpenteantes de la montaña, afuera de Tegucigalpa, vieron encenderse las luces del centro. La ciudad brillaba y parpadeaba, era como mirar un cielo estrellado. Alex pensó que era muy bonito y le dio un codazo al Rata, diciendo:
– Muy bonito, ¿verdad?
Los cinco niños estaban callados, nunca les había pasado algo como esto. Un extranjero bueno, un gringo, que vivía en una gran casa afuera de la ciudad y que tenía una cocinera y los iba a invitar a comer. ¿Podía la vida ofrecer algo mejor o más emocionante?
La casa estaba rodeada por un muro alto, era grande y blanca y tenía un jardín tupido y verde. El hombre que dijo llamarse George tomó una cámara fotográfica de la guantera del automóvil y los fotografió uno por uno, luego abrió la pesada puerta e hizo entrar a los niños en la casa, al mismo tiempo que gritaba:
– Lupe, Lupe. Tenemos invitados. Haga algo bueno de comer porque estos chicos tienen mucha hambre.
Luego los llevó adentro de la casa, pasaron por dos cuartos grandes con sofás y sillones y por último a un corredor. Iba abriendo puerta tras puerta diciendo:
– Un cuarto para cada uno.
Alex entró en el suyo. No tenía las paredes de cemento pintadas de color celeste como en la casa de su tía, este cuarto estaba empapelado con flores y había una cama con una colcha a lunares y almohadas haciendo juego, un escritorio con una silla, una mesita redonda y un sillón. En la cama había tres animalitos de peluche.
– ¿Te gustan?, preguntó George. Son tuyos. Puedes dormir con ellos esta noche. Pero primero te vas a dar un baño.
Lo llevó a un gran cuarto de baño, Alex miraba todo con la boca abierta, mosaicos rosados, pileta brillante y, empotrada en la pared, una bañera. Era la primera vez que Alex veía una bañera. En la casa de la tía había una única ducha en el patio en donde todos se bañaban detrás de una cortina. Ahora decía el extranjero que ese cajón era una bañera y que allí se tenía que bañar. El hombre abrió los chorros y llenó la bañera de agua. De un frasco vertió unas gotas verdes que hicieron que el agua se llenase de espuma blanca. Todo el cuarto de baño olía bien.
– Sácate la ropa, dijo George. Me voy ahora. Ahí tienes tu jabón y tu champú. Y esa toalla verde es para ti.
Alex se desvistió y probó la temperatura del agua. Estaba caliente, deliciosamente caliente. Se metió en la bañera, qué sensación maravillosa, levantó el pie y vio los dedos, saliendo de la blanca espuma. Era la primera vez en su vida que se bañaba con agua caliente. No pudo evitar sonreír. Vio la sonrisa en el espejo arriba de la bañera. Alex disfrutaba. Así quería vivir siempre. Ojalá que esto no se termine nunca, pensó. Y en ese momento fue como si todo lo anterior dejase de existir, mamá que se fue con sus cuatro hermanos y lo dejó, papá que se fue a Houston sin siquiera despedirse. Ya no existían. Habían desaparecido. Ahora vivía en una gran casa con jardín, se bañaba en una bañera llena de agua caliente y se secó luego con una toalla tan suave que era como secarse con una nube.
Cuando todos los niños se habían bañado con agua caliente fueron al comedor. Allí había una mesa servida con seis platos y la cocinera, que se llamaba Lupe, entró con pollo asado, ensaladas, arroz y botellas de a litro de Coca–Cola.
Los niños se miraron entre ellos.
– El paraíso, dijo el Rata y se rió. Yo que creía que estaba en el cielo, ahora sé que estaba equivocado, está aquí en la tierra.
Les sirvieron helados de chocolate y rodajas de mango fresco de postre.
George se levantó de la mesa y dijo:
– Quédense sentados. Voy a hacer unas llamadas.
Tan pronto como George dejó el cuarto entró la cocinera Lupe. Era una mujer gorda, todo en ella era abundante y expansivo y amistoso de alguna manera. Pero el rostro estaba serio. Se inclinó y empezó a decirle algo en el oído a el Rata, pero justo en ese momento George regresó y la cocinera se enderezó y empezó a levantar la mesa.
El extraño llevó a Alex a su cuarto, abrió la cama y sacó la colcha. Le alborotó el pelo y le dio un rápido abrazo antes de irse del cuarto. Alex durmió rodeado de los animales de peluche, sonreía todavía cuando se durmió.