Читать книгу Alex Dogboy - Mónica Zak - Страница 7
Оглавление¿Dónde está papá? |
La ciudad de Tela quedaba en la costa del ruidoso Atlántico. De la pequeña casa de tablas en donde Alex vivía con su papá no podía ver el mar, pero lo podía oír a veces. Le tenía un poco de miedo al mar, se bañaba en el río San Juan.
Ahora eran nada más él y su papá. Y el perro Blondie. Comía muchos bananos. Había una plantación de bananos en la cercanía y era lo más barato que había. Se cansó de los bananos.
A veces, cuando su padre no trabajaba, pedían prestado un bote e iban al mar a pescar. Una vez llenaron un balde con pescados en pocos minutos. Alex puso un nuevo anzuelo y tiró el hilo. Se acordaría toda la vida de este momento como el más feliz de su infancia, además de cuando su mamá regresó. Tiró el hilo y sintió el tirón enseguida. Le corría la excitación por todo el cuerpo, sentía que era un pescado grande el que había mordido el anzuelo, sintió cómo luchaba debajo de la oscura superficie, nadando para un lado y para el otro.
– Ahora puedes recoger el hilo, dijo su padre, pero con cuidado para que el pescado no se escape. El pez invisible se resistía cuando él empezó a recoger el hilo. Miró a su padre, que le sonreía para darle ánimos y le decía:
– Anda despacio, lo vas a sacar.
Recogió el hilo de a poco, le cortaba las manos, pero no dejaba de tirar. El pez luchaba como un salvaje en el agua. Todavía no lo veía pero se sentía pesado y grande. Se apoyó en los pies firmemente y con el hilo alrededor de la mano seguía recogiendo, de a poco, centímetro a centímetro, sintiendo todo el tiempo el tamaño del pez, debía de ser enorme. De pronto el agua explotó en una nube que lo salpicó todo y allí estaba un inmenso pez brillante de color plateado. Se cayó para atrás en el bote.
El gran pescado plateado cayó encima de él.
– ¡Fantástico! Es un dorado, dijo su padre. ¡Qué buen pescador que eres! Has pescado un dorado inmenso.
El pescado era tan grande que les dio de comer toda una semana. Dorado frito era lo más rico que Alex había comido.
Peleaba mucho en la escuela. A Alex le gustaba pelear. De repente un día su padre lo dejó en la casa de un tío en el norte del país. No iba a ir más a la escuela, iba a trabajar. El tío manejaba autobuses. Alex los lavaba y cargaba el equipaje y gritaba en la estación de autobuses: ¡A la frontera con Guatemala! ¡A la frontera con Guatemala!
Un día el tío se accidentó con el autobús y murió. Era triste, pero lo bueno fue que su padre vino a buscarlo y volvió a su casa. El perro Blondie estaba contento de verlo de nuevo.
– Vamos a mudarnos, dijo el papá un día cuando volvió del puerto con un racimo de bananos cargado al hombro. Nos vamos a mudar a la casa de tu tía, en Tegucigalpa.
– ¿Dónde es?
– Es la capital de Honduras, te gustará.
Blondie no los acompañó. Cuando Alex le preguntó a su padre por el perro le dijo que se lo había dado a un vecino.
Se mudaron a la casa de la tía Ana Lucía. Tenía muchos niños. Alex empezó la escuela. Cuando estaba en tercer año, se despertó un día y vio que la cama de su padre estaba vacía.
– ¿Dónde está papá?, le preguntó a la tía.
– Se ha ido.
– ¿Adónde?
– A los Estados Unidos. Va a tratar de entrar sin papeles y a encontrar un trabajo. Cuando lo consiga va a mandar dinero.
– ¿Se ha ido con mi mamá?
– No, ella tiene otro marido ahora.
Ni su madre ni su padre mandaron noticias.
Alex estaba cada vez más callado, por las noches lloraba.