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Plantaciones en el Gran Caribe

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Aunque las reflexiones de Frank Moya Pons son recientes (2008), completas y exhaustivas, quise seguir indagando, incluso a reflexiones anteriores a las suyas. Era mi forma de aprender y entender cómo se analizaba el fenómeno de las plantaciones al calor de su propio desarrollo. Quise también conocer la perspectiva analítica de investigadores del Caribe continental, porque su perspectiva es distinta a la nuestra desde las islas. Así, buscando nuevas explicaciones y nuevos estudios localicé un interesantísimo ensayo del profesor Manuel Uc Sánchez, de la Universidad Autónoma de Yucatán, titulado “La plantación caribeña como modelo de análisis” que terminó de escribir en 1994.41 Lo interesante de este trabajo es que se presenta desde la perspectiva continental del Caribe, específicamente desde la península de Yucatán:

Este trabajo, propone un aparato teórico metodológico que intentará analizar, en el ámbito caribeño, la inserción de la península yucateca, que por su proximidad geográfica ha estado, desde épocas remotas, en constante interacción con el acontecer político, social y cultural de la región y en mayor proporción con la isla de Cuba, que por su cercanía geográfica propició constantes intercambios en diversos renglones de nuestras relaciones. Por ello, y con el concurso de los factores geográficos, económicos y políticos e históricos, la península de Yucatán, cuya predominancia étnica maya guarda aún vigencia, localizó a manera de ámbito propio de su explanación, a la región Caribe42.

El autor defiende la tesis de que el Caribe no debe analizarse como una unidad que solo abarca a las islas grandes, pequeñas y minúsculas que están situadas en el centro del mar Caribe, sino también a los territorios continentales que están bañados por sus aguas, pues esta peculiar situación geográfica ha marcado también las identidades de esos países, como México, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Honduras, Costa Rica, Guatemala y Panamá:

El concepto de región en sí, ha tenido una gran variedad de acepciones que aunque han enriquecido su significado, también la han saturado de ambigüedades […] para los fines de este trabajo sugerimos que el concepto de región se entienda como una categoría de análisis, pues aunque pudiera existir el riesgo de constreñir la compleja realidad que nos proponemos analizar a los límites de una definición […] porque entendemos que la aproximación objetiva a la realidad es un problema práctico en el sentido que adquiera como actividad humana y que lleva implícitamente la transformación del objeto, que puede ser físico, social, cultural [….]43.

Visto así, la región caribeña para este autor es el llamado Gran Caribe. Fundamenta sus argumentos en obras esenciales. Se auxilia del libro de Juan Bosch De Cristóbal Colón a Fidel Castro para plantear que el concepto Caribe tiene que analizarse como una noción en la que intervienen factores de tipo económico, político, por lo que esa gran región ha vivido en constantes disputas de las grandes potencias occidentales, principalmente europeas, hecho que, sin duda, repercute en los perfiles sociales, económicos y políticos del área. De este planteamiento, dice el profesor Uc Sánchez, se desprende que fue precisamente en el Caribe donde se inició la conquista y colonización en América, y que en estos procesos se fueron definiendo los rasgos y caracteres que darían su conformación histórica y social a toda la región. Concluye diciendo que estos elementos fueron claves en el surgimiento de una identidad cultural, producto de una historia común, pero reconoce que no es tan simple la realidad:

Aunque hablar de una identidad cultural caribeña resulta complejo por cuanto entraña una amplia gama de componentes étnicos y nacionales de procedencia disímil, es necesario reconocer que existen particularidades culturales determinadas por la relación de las colonias con la metrópoli, y cuya resultante histórica es común en cuanto a los sistemas socioeconómicos que se desarrollaron, pero que imprimieron elementos específicos que permitieron la existencia de un Caribe anglófono, francés, español y otros44.

A partir de ese punto, el profesor mexicano señala que la plantación fue el rasgo común del sistema económico caribeño insular y continental; ahí coincide con Moya, pero le agrega a los países circundantes. Parte el investigador de la premisa de que existe una gran similitud entre el modelo azucarero antillano y el yucateco.

El autor, basándose en los estudios realizados hasta ese momento, señala que como unidad de análisis el modelo de plantación caribeña y sobre todo en su condición de unidad económica y social, convergen tres factores fundamentales, que son los siguientes: 1. Fuerza de trabajo en condición de servidumbre; 2. Relaciones de mercado con financiamiento externo; 3. Relaciones con la vida social y una fuerte influencia en las decisiones de carácter político. Acto seguido, el autor define la plantación:

Entendemos la plantación como un sistema de producción en el que predominan las relaciones sociales capitalistas, pero con elementos de un sistema económico que históricamente corresponde a la formación económica-social dominante, pues en su interior persisten relaciones que pertenecen a sociedades anteriores y se presentan de manera atrofiada y hasta disfrazada. Es en parte por esta característica que algunos autores han considerado a la plantación como una economía deformada […] Este calificativo es empleado regularmente porque en él subsiste el trabajo en condiciones diversas -el esclavo, por ejemplo- que corresponde a momentos históricos diferentes. Así como en épocas remotas en el Caribe va a predominar el asalariado, en las plantaciones igualmente aparecen esas formas de trabajo, con desfasamiento histórico […]45.

Aunque estoy de acuerdo con el autor en que la región del Caribe va más allá de su ámbito insular, no comparto sus opiniones del desfasamiento histórico; quizá sus opiniones son el fruto de las ideas que pululaban en los años 90, aunque ya para esa época había una crisis en el modelo político socialista y en sus fundamentos teóricos. Al utilizar de forma rígida, casi como camisa de fuerza, las categorías del materialismo histórico, limita su enfoque y su visión. La historia ha demostrado que las etapas históricas señaladas por el marxismo corresponden a realidades muy específicas de Europa central, o son simplemente referencias, que no pueden ser extrapoladas al Caribe o a ninguno de los otros continentes.

Un elemento interesante que plantea el profesor yucateco es su análisis comparativo de la hacienda yucatana y el resto de México, en el que confirma su hipótesis de trabajo: en la península de Yucatán predominaron siempre las características caribeñas, no las que se desarrollaron en el resto de la nación mexicana.

El profesor Uc Sánchez establece algunas características propias de las plantaciones, a saber:

1.Tendencia al monocultivo, que se produce, afirma, principalmente en las Antillas menores.

2.La importación de mano de obra esclava, negros africanos, hindúes y chinos después.

3.La subordinación al mercado internacional capitalista.

Afirma que el término “plantación” implica esclavitud, pobreza, colonialismo y explotación; situaciones que son difíciles de borrar, por ello quedaron selladas para siempre en el imaginario de los trabajadores. Peor aún, dice el profesor mexicano, la plantación como modelo económico tuvo rasgos comunes en las islas y en el continente. Para Uc Sánchez, la empresa henequera o de sisal del siglo XIX era una modalidad productiva que se había desarrollado con antelación en las Antillas a través de la plantación. Tomando la posición de Francisco Scarano,46 sostiene que:

El modelo económico de la plantación que caracteriza un largo período de la historia caribeña, con la que nos proponemos comparar el caso de la empresa henequenera, corresponde históricamente a la que entendemos como la fase de explotación plantacional de la fibra, de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Su estudio y análisis a través del concepto plantación […] pero también permitirá corroborar nuestro postulado principal: que el fenómeno plantacional es el resultado de múltiples procesos que abarcan áreas geográficas muy disímiles que nos pueden llevar a considerar como posibilidad la articulación histórica del Yucatán caribeño47.

Un elemento interesante es que, aunque el autor defiende la tesis de que el modelo de plantación era común al Gran Caribe, afirma que también existían diferencias:

Debemos agregar que aunque temporal y geográficamente corresponden a condiciones diferentes y por lo tanto con formas particulares de existencia, en definitiva se pueden conceptuar como procesos en los que se encuentran similitudes y diferencias con posibilidades de comparación, teniendo en cuenta que en ambos casos se da un tránsito de una estructura económica a otra cuando aumenta la capacidad productiva de la última por los avances tecnológicos, lo que implica también que opera un cambio en las relaciones sociales, el orden económico y las leyes que lo rigen, porque con el desarrollo de las fuerzas productivas se transforma la estructura económica-social y se van creando las contradicciones propias del sistema capitalista […]48.

Diferencia Miguel Uc Sánchez el proceso de las plantaciones en el Caribe anglófono, el francés, con el Caribe hispano insular. Afirma que en los dos primeros casos hubo un desarrollo mucho más temprano, pues estas islas ofrecían el azúcar que demandaba el mercado azucarero europeo. Señala, sin embargo, que no es factible pensar en una línea histórica del fenómeno de la plantación ya que su mayor esplendor lo alcanzó en los siglos XVII y XVIII, pues ya en el siglo XIX comenzaron las voces a reclamar el fin de la trata de negros. Mientras se definía una nueva estrategia, que culminó con los culíes hindúes y chinos, el sistema de plantaciones en esas islas se tambaleó. Por su parte, la industria henequera de Yucatán tuvo su mayor esplendor y desarrollo en el período 1870 - 1915. El modelo de plantación en la provincia yucateca tenía sus particularidades:

Como un modelo plantacional, considerando que si bien se trata de una empresa eminentemente capitalista, porque se producción se destina al mercado internacional, no sucede lo mismo hacia su interior en las relaciones sociales de producción, que no corresponden del todo a ese régimen y presentan condiciones de servidumbre, que en algunos casos llega a contener elementos esclavistas […] en el caso de Yucatán se conservó como rasgo, el castigo corporal que se aplicaba a los que cometían alguna falta grave, de acuerdo al juicio del responsable de la empresa […]49.

Finaliza su ensayo diciendo que su pretensión no era, en modo alguno, establecer una continuidad histórica entre el fenómeno de plantación en las Antillas y en la península de Yucatán. Tenía el único propósito de presentar dos modelos paralelos con muchas similitudes, pero con temporalidades diferentes, pues mientras en el Caribe insular inglés y francés su mayor desarrollo se produjo, como ya se dijo, entre el siglo XVI y el XIX, en Yucatán llegó hasta bien entrado el siglo XX, aunque fue mucho más breve, pues apenas duró unas décadas. El henequén se transformó. Se industrializó y se hizo más eficiente.

Confieso que el trabajo no me convenció. No quiero cuestionar que hubo plantaciones en Yucatán, como afirma el autor, pero yo pregunto: ¿presenta las mismas características del Caribe insular? ¿Acaso tuvo población negra que vivió las penurias de los esclavos que fueron obligados a trabajar en las plantaciones azucareras? ¿Se puede afirmar lo mismo cuando las condiciones de los trabajadores eran diametralmente opuestas? ¿Acaso los trabajadores de las plantaciones en Yucatán vivían el desarraigo y los vejámenes de ser tratados como mercancías? ¿Se puede afirmar lo mismo cuando la plantación en el Caribe insular no hispano se produjo mayormente en los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, mientras que en Yucatán fue a finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando existían realidades económicas distintas? No es lo mismo hablar del capitalismo en sus inicios, que el capitalismo ya establecido. La hipótesis está todavía pendiente de demostrarse.

No quise quedarme con las dudas y preferí seguir buscando. Lo cierto es que los esclavos de las plantaciones azucareras antes de la abolición de la esclavitud, trabajaban en condiciones más que infrahumanas y tenían la característica de que habían sido desarraigados de su tierra. El comercio triangular, un negocio aberrante, en el que hombres y mujeres eran humillados y vendidos como simples mercancías para trabajar en las plantaciones de América y el Caribe, marcó nuestra identidad. Como dice Zakari Dramani Issifou en un libro desgarrador publicado por el Archivo General de la Nación, titulado África y el Caribe: Destinos cruzados. Siglos XV-XIX.

Somos todos productos de la historia y más todavía somos los productores, los actores y los consumidores de nuestra historia, cualesquiera que sean los territorios que habitemos o los medios por los cuales estos espacios se volvieron nuestros. Como quiera que sea, el continente africano, a través de procesos de migración, de diásporas forzadas o voluntarias, está al principio de la hominización y de la humanización de nuestra especie. Es pues, poco decir, que este continente es muy sensible a los efectos inducidos por este drama paradójico que fueron transferencias masivas y brutales de mujeres, niños, niñas y de hombres hacia destinos que entonces eran para ellos el fin del mundo o hasta el fin de su propia vida50.

Esta maravillosa obra, completa, bien escrita y novedosa, llega al alma de los que tienen sensibilidad humana. En sus páginas, el intelectual africano explica el impacto en el imaginario colectivo de la sociedad africana que tuvo la trata humana. La obra está dividida en cuatro partes. En la primera se refiere a las teorías existentes sobre el tema de la esclavitud y la trata de esclavos, aborda la violencia como fuente de racismo y fabricación de identidad. Sostiene que, con el inicio de la trata de negros, el mundo asiste a una renovación del conocimiento sobre el mundo fuera de Europa. En sus palabras,

[…] y singularmente sobre África, durante el siglo de las luces, ese siglo que lanzó desgraciadamente muchas más sombras que luces sobre los pueblos negros. Tomando en cuenta las teorías greco-romanas transmitidas […] Los discursos y las imágenes de la Edad Media, los intelectuales de los siglos XVIII y XIX […] Sus trabajos comprenden la clasificación, caracterización y jerarquización de pueblos, entre los cuales los africanos ocupan el último rango, el rango inferior. Con este estatuto África va a conocer uno de los siglos más dolorosos de su historia, el tiempo de los hijos […] convertida en una verdadera presa, será el teatro de las violencias inauditas por parte de los hijos de esta Europa civilizadora, donadora de lecciones51.

Este libro es una joya. Mucho se ha hablado sobre la trata de esclavos, muchas estadísticas han ofrecido los occidentales estudiosos del tema de la esclavitud, pero pocas veces se ha hecho una reflexión profunda que ponga de manifiesto otras realidades, más allá de las convencionales explicaciones del desarrollo del capitalismo emergente y la necesidad de mano de obra esclava para la acumulación originaria. Este libro aborda el impacto en el imaginario colectivo de esos siglos de sometimiento, exclusión y trato inhumano. Los gritos desesperados de los defensores de la negritud fueron solo clarinadas atormentadas de un problema más profundo que la humanidad tiene y debe enfrentar. África no es responsable de su desgracia. Pero sí lo fueron sus opresores y conquistadores, los mercaderes inhumanos que se enriquecieron con la trata de negros. A ellos hay que analizarlos como los verdugos destructores de razas y pueblos completos. Los imperios emergentes europeos y el imperio norteamericano tienen que asumir, con todas sus consecuencias, la responsabilidad histórica que les corresponde. Solo así África dejará de llorar y sangrar. Solo así África se sentirá parte de esta humanidad circunscrita a solo cuatro continentes. Ahora bien, no debemos recrearnos en nuestras miserias, África y todas las naciones del mundo que fueron conquistadas y colonizadas deben sacudirse, mirar el pasado solo como un referente que no debe repetirse jamás, y seguir adelante, sacar fuerzas de sus entrañas para superar sus propios males, sus propias injusticias, sus propias desigualdades.

Volvamos al tema de Yucatán. Las plantaciones azucareras del Caribe insular tenían la singular y dolorosa característica de que sus trabajadores eran desarraigados. En el caso de las plantaciones yucatecas de henequén, eran mexicanos también explotados, traídos de otros pueblos, es cierto, pero no sufrían el desarraigo ni la ruptura con sus raíces y su historia. Una reciente investigación auspiciada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) de México, auspició una interesante investigación que se tituló “Sin abrigo, ni pan: los braceros mexicanos en las plantaciones de henequén de Yucatán (1916-1922)”, con autoría de José Ángel Koyoc Ku y Rosa María Torras.52 Según informa el consejo, la investigación estudia los braceros mexicanos de henequén en las plantaciones de Yucatán en los años de mayor esplendor. La mayoría de estos trabajadores eran oriundos del interior, pero había muchos de la localidad. Todos eran llevados a las plantaciones en condiciones de trabajo deplorables. Cuentan los investigadores que estos hombres y mujeres fueron muy activos en la vida política de la península:

El discurso de la aparente apatía de los peones residentes de las haciendas para la movilización política, la idea de que las condiciones de trabajo mejoraron por el simple hecho de ser decretada la “liberación” de los peones acasillados a la llegada de las tropas constitucionalistas y la percepción de que los peones mayas fueron los únicos actores en el campo yucateco durante estos años. Centrándome en la experiencia de lo que sucedió con los braceros mexicanos y sus familias, propongo que en los años inmediatos a la “liberación” los peones residentes llevaron a cabo una movilización política sin precedentes cuyos principales actores fueron tanto peones mexicanos como peones locales (mayas y mestizos), una movilización caracterizada por su naturaleza fragmentaria. De la misma manera, propongo que la “liberación” de los peones acasillados y la instauración de un mercado libre de trabajo significó para los inmigrantes mexicanos una vida precaria en el noroeste yucateco que los obligó a aceptar las duras condiciones de trabajo. Pese a ello, en medio de estas circunstancias, los braceros mexicanos fueron capaces de expresar sus demandas y organizarse para moldear el mundo de acuerdo a sus necesidades. A lo largo del trabajo echo mano del concepto “trabajadores subalternos”, propuesto por Marcel van der Linden, para caracterizar a los braceros mexicanos con el propósito de distinguir sus condiciones de trabajo particulares en las plantaciones de las de otros peones (como lo fueron los peones residentes locales, los peones foráneos de las villas o los trabajadores temporales asiáticos) y que influyeron de manera decisiva a la hora de negociar o enfrentarse a las autoridades estatales y federales y a la hora de entablar alianzas con los otros peones henequeneros.53

¿Qué significa esta conclusión? Que las plantaciones no son comparables pues se desarrollaron en épocas históricas muy distintas, especialmente a la experiencia del Caribe insular inglés y francés. En el Caribe insular hispánico la historia es diferente. En el caso dominicano, por ejemplo, la plantación del siglo XVI fue corta, y revivió de nuevo en el último cuarto del siglo XIX y se mantuvo prácticamente durante todo el siglo XX.

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