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La historia de Tucumán consigue hablar sobre la historia de todo el país. La provincia es la menos extensa de la República Argentina y está situada en la región noroeste, a más de 1300 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Desde el traslado desde su lugar original en Ibatín hasta la actualidad, la ciudad de San Miguel de Tucumán registra una de las densidades poblacionales más altas del país, y en el presente alberga más de un millón de habitantes. Allí, en julio de 1816 se llevó a cabo la declaración de la independencia. La provincia se convirtió desde finales del siglo XIX en un importante centro cultural y económico. Como testimonio del desarrollo cultural de Tucumán, puede destacarse que en 1914 se fundó la primera universidad de la región.

Ese pasado de la provincia se encuentra jalonado por procesos conflictivos que exponen las tensiones entre poder y grupos sociales. En este sentido, la epidemia de cólera desatada en diciembre de 1886 y que se extendió hasta febrero de 1887, causante de una gran mortandad en la población, desnudó los recursos y procedimientos del poder central para intervenir en la política provincial. Mientras el gobernador Juan Posse, que no estaba alineado con la administración del presidente Miguel Juárez Celman, se oponía al paso de un convoy del Ejército que llevaba soldados contagiados, el ministro del Interior Eduardo Wilde le ordenaba dejar pasar al convoy so pena de ser acusado de vulnerar territorio y potestades federales. La muerte reinó en todos esos meses y tiempo después un golpe de Lídoro Quinteros, apoyado por el juarismo, derrocará a Posse.5 Quinteros será elegido gobernador con posterioridad. La industria azucarera se mantenía en un equilibrio precario fundado en el sometimiento y la violencia aplicados sobre obreros y pequeños cañeros. Desde 1904 se producen masivas huelgas que desnudarán la vida precaria, las condiciones inhumanas de trabajo, la paga insuficiente. Así sucederá en los años 20 y 30, en las huelgas de 1949 contra el alineamiento peronista, y en 1959 y 1961 contra la represión dispuesta por el radical Celestino Gelsi. En este marco es que en octubre de 1959 surgen los Uturuncos como parte de la llamada resistencia peronista, el primer grupo guerrillero de la historia argentina que tendrá vigencia hasta 1961. También en 1968 surgirá otro grupo guerrillero que será desarticulado antes de comenzar a operar en la zona de Taco Ralo.

Tucumán fue una de las provincias más castigadas por los procesos represivos imperantes y las sucesivas dictaduras militares, en especial por la última, iniciada el 24 de marzo de 1976 y autodenominada Proceso de Reorganización Nacional. Años antes, en 1966 y durante la dictadura militar de la “Revolución argentina”, comandada por Juan Carlos Onganía, se decretó el cierre de once ingenios azucareros de los veintisiete que estaban en funcionamiento y se planeó la reestructuración económica de la provincia y la diversificación industrial del territorio.6 Estas intervenciones produjeron, entre otros fenómenos, el éxodo masivo de más de 250.000 tucumanos y un alto desempleo que llevó a muchas familias a quedar en la indigencia ante la falta de trabajo. A esto se le sumaba la creciente violencia de las autoridades militares, cada vez más intolerable para la población. Como expresión de esta situación insostenible, y como ecos del Mayo francés de 19687 y del levantamiento social en la provincia de Córdoba en 1969 (conocido como el Cordobazo) (Brennan y Gordillo, 2008), se produjeron en la provincia de Tucumán tres levantamientos sociales en 1969, 1970 y 1972, conocidos sucesivamente como Tucumanazos y Quintazo (en referencia a la Quinta Agronómica, predio de la Universidad que funcionó como núcleo de resistencia). Estos tres movimientos estuvieron protagonizados por estudiantes universitarios y secundarios, obreros de los ingenios cerrados, empleados estatales, docentes, sacerdotes tercermundistas. Frente a los obreros y estudiantes que tomaron predios de la Universidad y cercaron noventa manzanas de la ciudad capital con barricadas, la represión del Ejército fue impiadosa.8

Con el regreso del régimen democrático en 1973, en esos primeros años se instalan comandos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que buscaban establecer una zona liberada (a la manera de la Sierra Maestra en Cuba) en las montañas cercanas a San Miguel de Tucumán. De este modo, la violencia se convirtió en algo cotidiano en las calles tucumanas, con sucesivos atentados de los comandos guerrilleros; asesinatos y secuestros de civiles por parte de personal policial y grupos paramilitares de extrema derecha. Luego de la muerte de Juan Domingo Perón en 1974, quedó a cargo de la presidencia María Estela Martínez de Perón, quien en un decreto secreto de febrero de 1975 declara la sanción del Operativo Independencia9con el que se buscaba “neutralizar y/o aniquilar” la “amenaza subversiva” que operaba en los cerros tucumanos. Sin embargo, los únicos alcanzados por esta orden de exterminio, emanada por un gobierno constitucional y democrático, no fueron los comandos del ERP, sino también numerosos civiles, intelectuales, dirigentes sindicales, políticos, estudiantes…

Luego del 24 de marzo de 1976, y a pesar de que las tropas del ERP ya habían sido exterminadas,10 las persecuciones y desapariciones seguían siendo lo cotidiano y gran parte de la población se replegó en una intimidad atravesada por el terror omnipresente. Con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final se abren las puertas para la postulación, en las elecciones a gobernador, de Antonio Domingo Bussi, militar a cargo del Operativo Independencia desde diciembre de 1975, y luego confirmado como gobernador militar hasta diciembre de 1977. Finalmente, en 1995 es elegido gobernador de Tucumán11 y culmina su mandato con una suspensión a su cargo, y envuelto en un escándalo por enriquecimiento ilícito.

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