Читать книгу Detrás de escena - Naomi Striemer - Страница 17

Dejar la granja

Оглавление

Estaba al final del pasillo mirando por la ventana a mis padres, quienes estaban teniendo una conversación acalorada. Las manos de mi madre se elevaban, y se dirigió hacia el granero. Un tráiler se acercó, y comenzaron a cargar animales. Uno por uno, día tras día, se fueron: ovejas, cabras, vacas, gallinas, patos y, finalmente, los caballos.

Nunca olvidaré la mirada de mi mamá cuando el último tráiler se llenó con los animales que ella había rescatado, y algunos que había criado de nacimiento, y se fue.

Nos estábamos mudando del único hogar que había conocido, y la vida nunca volvería a ser la misma.

Nuestra nueva casa en Manitoba era pequeña, y estaba rodeada de campos. Fue aquí, en esta pequeña comunidad rural, que comencé a cantar en iglesias. Extrañaba desesperadamente las prácticas de coro de los lunes de noche, los conciertos de Navidad; y más que todo, las obras de teatro. Para llenar este vacío, comencé a rogar a mi papá por oportunidades de cantar en las ciudades más grandes en las cercanías.

Una cosa llevó a otra: descubrir la televisión llevó al cable; reproducir casetes, a elegir la radio en el automóvil; la música folclórica llevó a la música pop. Miré películas por primera vez, celebré mis décimo y undécimo cumpleaños; y me encontré camino a un estudio de grabación.

Mi corazón estaba lleno de emoción; y pensamientos de gozo y de un futuro como cantante embargaban mi mente. Y entonces todo se desvaneció, al llegar a una pequeña cabaña rodeada de un metro y medio de nieve a cada lado de la entrada. Pensé: “¿Dónde está el estudio de grabación?”

Escuché la voz de mi padre:

–¡Aquí estamos! Vamos.

–No voy a entrar ahí –declaré–. ¡”Eso” no es un estudio!

–Naomi, no seas así. Estas son personas muy buenas y nos están esperando; así que, vamos.

Abrió la puerta y salió del automóvil. Yo me quedé sentada firmemente en mi asiento.

Yo era una niña tímida en general pero, a los once y doce años, ya había desarrollado ideas propias y tenía expectativas más altas. Un pequeño hogar que improvisaba un estudio de grabación no era lo que yo consideraba un estudio de grabación “real”. “Qué vergonzoso es entrar en la casa de un extraño para cantar”, pensé. Parecía tan incómodo y humillante. No tenía idea de que, para avanzar en mi carrera, poco tiempo después, estaría grabando en armarios, baños, salas de estar y pasillos.

Luego de estar sentada sola en la camioneta por diez minutos, pensando en mi decisión, estuve lista para darle una oportunidad. Fue entonces que mi padre volvió a aparecer en la puerta. Cruzamos juntos la calle y entramos en la casita.

Cuatro horas después, salimos orgullosos con una copia de mi grabación en la mano. Ocho canciones, y dos piezas para piano que había creado en el momento. Apenas recordaba mis dudas para este entonces. Estaba demasiado emocionada mirando hacia mi futuro.

Detrás de escena

Подняться наверх