Читать книгу Detrás de escena - Naomi Striemer - Страница 8
El país de las maravillas
ОглавлениеLa entrada del nuevo hotel mostraba un profundo contraste con el que habíamos dejado, con espejos añejados en cada pared, que daban la ilusión de que era mucho más grande de lo que en realidad era. Este hotel parecía un festival de arte abstracto, con detalles del País de las Maravillas en cada rincón, y cada huésped tenía el rol de “Alicia”. Tenía una decoración levemente osada pero preciosa, con sillas y sillones de distintos tipos cubriendo la superficie de la gran entrada, iluminada muy suavemente con pequeñas velas encendidas por todos lados.
Algunas sillas eran enormes y hacían que una se viera pequeña, mientras que otras eran pequeñas y una se veía grande. Algunas eran delgadas, y otras, anchas. Había sillas esculpidas de troncos de árboles exóticos y sillas de metal con ramas retorcidas saliendo del respaldo; otras mostraban estampados y botones que no uno hubiera imaginado ver en forma individual y, mucho menos, combinados. Al lado de los ascensores, había un jarrón enorme con ramas florecidas, iluminadas por luces que cambiaban de color. Parecía demasiado hermoso como para ser real, pero lo era. Las flores parecían simbolizar la hermosura natural, mientras personas totalmente enfrascadas en sus propias vidas pasaban demasiado rápido para entender su significado. Este hotel no se parecía a nada que hubiésemos visto antes, y era donde pasaríamos la noche.
A la mañana siguiente, mi mamá y yo nos dirigimos al restaurante del hotel, para comer algo. Yo habría estado feliz de quedarme en la blanca habitación del hotel para estudiar el cuadro que formaba el respaldo de mi cama, y revivir cada momento de lo que estaba sucediendo. Pero, mamá insistió en que desayunáramos, ya que todo estaba pago (incluyendo las nueces de nueve dólares del mini bar, que la reté por comerlas la noche anterior).
Lo cierto es que la comida era lo último en mis pensamientos. Tenía que prepararme mentalmente. No podía relajarme ahora; no después de haber trabajado tanto por llegar aquí. Además, no quería que Sony pensara que me estaba aprovechando de ellos, haciéndolos pagar una cuenta significativa. No tenía idea de que la única persona que alguna vez vería esa cuenta sería una asistente a la cual le importarían muy poco dos desayunos y unas nueces.
Eran las 9:38 de la mañana. Lo sé, porque me acuerdo que miraba el reloj cada dos minutos. El olor a panqueques permeaba el aire, pero eran de mi mamá. Yo había optado por avena y frutas. No podía dejar de lado mi rutina en el día más importante de mi vida. Ni siquiera estaba segura de que la avena me sentaría bien en el estómago, con toda la expectativa y la ansiedad que sentía. Mi madre estaba tomando su jugo de naranja sin ningún apuro y tomando algunas vitaminas, mientras yo no dejaba de moverme en mi silla, tratando de enviar el mensaje de que no teníamos tiempo que perder, que realmente teníamos que volver a la habitación.
Todo lo que llenaba mi mente era la llamada telefónica que me habían dicho que esperara. ¿A qué hora sería la reunión? ¿Y si tenía poco tiempo para prepararme? ¿Y si estaban tratando de llamar mientras estábamos en el restaurante? El Sr. Dave Massey me había dicho que estarían en contacto a la mañana siguiente; el tiempo estaba pasando rápidamente, y yo tenía un millón de cosas parar hacer antes de poder estar lista mentalmente. Tenía que imaginar la reunión, y cada respuesta a cada posible pregunta que pudieran hacer; tenía que crear un mapa para mi voz, para presentar la canción de la mejor manera: la melodía de la cual sacaría más sentimiento, las secciones tiernas en que dejaría que mi voz se quebrara solo un poquito. Y, nuevamente, ¿hacia dónde miraría? Tenía que saberlo de antemano esta vez. Mi madre me había dicho que el contacto visual es lo más importante, pero yo no podía sobrellevar la intimidad de una presentación así. ¿Y si la presidente me pedía que cantara una canción distinta? ¿O si ni siquiera me pedía que cantara?