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La perspectiva
ОглавлениеDesde el punto de vista temático o de contenido, la perspectiva que articula el tratamiento que este libro hace de su objeto es la de la concepción relacional del tiempo. En efecto, a lo largo del siguiente estudio del problema del tiempo y de su aporía intrínseca, el concepto de relación se va paulatinamente volviendo para la investigación cada vez más decisivo. Ello significa que en la elección entre definición y relación la indagación del plexo de relaciones entre las cuales acontece efectivamente tiempo en sus dos formas fundamentales adquiere para nosotros primacía por sobre la búsqueda de una presunta definición unívoca de la esencia del tiempo. De esta manera, en el curso del análisis el cumplimiento real-efectivo de relaciones múltiples como condición del acaecimiento de tiempo es puesto a la luz con claridad creciente.
Ahora bien, desde el punto de vista formal el enfoque a través del cual las páginas que siguen desarrollarán el tratamiento del problema del tiempo se puede caracterizar como histórico-sistemático. Es histórico en cuanto parte del análisis de la forma que, con Kant, asume la relación aporética entre tiempo cósmico y tiempo vivido en la filosofía moderna; y luego estudia el desenvolvimiento del problema por medio de la reconstrucción y análisis crítico de las concepciones paradigmáticas del tiempo en la historia del pensamiento contemporáneo de matriz europeo-continental y de cuño fenomenológico. Precisamente en la medida en que la reconstrucción procura exponer la cuestión del tiempo en cada pensador abordado respetando la lógica interna de su respectiva filosofía, puede esperarse del libro que sea útil como una introducción a la historia de las concepciones del tiempo en la mencionada filosofía contemporánea. Pero esta utilidad meramente histórica es, en el mejor de los casos, secundaria, pues la secuencia histórica en el tratamiento de la cuestión del tiempo está al servicio del desarrollo de la hipótesis sistemática del libro, a saber, la convicción de que sólo una adecuada concepción relacional, tanto del tiempo cósmico cuanto del tiempo vivido, posibilita elucidar sin reducir una a la otra la referencia mutua entre ambas formas del tiempo y legitima la pregunta (no ya por la esencia, sino) por el sentido del acaecimiento del tiempo en su conjunto. Cómo se desarrolla el análisis crítico de cada una de las filosofías tenidas en cuenta y a qué concepción relacional del tiempo conduce dicho análisis constituye la materia misma del libro y no es algo que el autor pueda sintetizarle aquí y ahora al lector. Lamentablemente la introducción no puede ahorrarle a éste el fatigoso trabajo de leer el libro.
Sí puede adelantarse, en cambio, que su lectura implica el recorrido de tres grandes etapas. La primera, que abarca los cuatro primeros capítulos, comienza ineludiblemente con la cuestión del tiempo en Kant, en cuanto la filosofía crítica representa la culminación del pensamiento moderno sobre el tiempo, y en cuanto en su concepción estético-trascendental del fenómeno opera como último trasfondo un intento implícito de conciliar las dos perspectivas –la cósmica y la fenomenológica– entre las cuales se dibuja la aporía de la temporalidad. Los capítulos II, III y IV, que se ocupan respectivamente de Bergson, Husserl y Heidegger, intentan someter a crítica los distintos intentos que el pensamiento contemporáneo con distintos niveles de profundidad y radicalidad hizo por reducir el tiempo objetivo o cósmico al tiempo de la conciencia. La segunda parte se inicia con el capítulo V, referido a Rosenzweig, continúa con el VI dedicado a Levinas y concluye con el VII centrado en el pensamiento de Bernhard Welte. En los dos primeros capítulos de esta segunda parte, sobre la base del nuevo pensamiento y la nueva consideración del tiempo introducida por Franz Rosenzweig y continuada por E. Levinas, se procura poner de manifiesto en qué medida el análisis de una concepción puramente monológica de la temporalidad vivida resulta insuficiente para dar cuenta del acaecimiento del tiempo que efectivamente sucede, o, lo que es lo mismo, se procura poner de manifiesto en qué medida la relación efectiva con el otro y con lo otro es inherente al acontecer del tiempo mismo. Finalmente el capítulo dedicado a Welte muestra cómo una concepción relacional del tiempo, a diferencia de las figuras absolutas, que consideran que la temporalidad en que todo sucede está absuelta o es indiferente de aquello que en ellas sucede, no sólo se niega a derivar una forma del tiempo de la otra, sino que se abre a la pregunta por el sentido religioso del acontecer del tiempo en la multiplicidad de sus formas. La tercera y última parte está representada por la conclusión. En ella, a través de un diálogo crítico tanto con las concepciones filosóficas del tiempo analizadas en los capítulos precedentes cuanto con los principios cosmológicos de las principales teorías científicas acerca de la naturaleza del fenómeno hoy vigentes –el principio de entropía, la teoría de la relatividad y la teoría del caos– esbozamos una refiguración del significado y las implicancias que la aporía de la temporalidad tiene para una comprensión relacional y a la vez integral del tiempo. Ello concretamente significa mostrar que tanto el tiempo vivido como el cósmico presentan ciertos rasgos formales comunes que sustentan ambas formas del tiempo y colocan a una meditación hermenéutica de carácter filosófico de cara a la pregunta por el sentido último del tiempo en su conjunto, dotando, a la vez, a esta pregunta de una dimensión religiosa.