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El irresistible ascenso del “excepcionalismo estadounidense”
ОглавлениеEstados Unidos se ve como un país que se destaca por ser la “excepción” más que la “norma” en la sociedad de Estados, debido a que en él prevalece una noción negativa de la libertad, más que la voluntad de lograr un mayor grado de justicia socioeconómica. A diferencia de otras partes de Occidente, en Estados Unidos el valor de la libertad (entendida como valor económico) prevalece por sobre el de la justicia. El fin de la Guerra Fría puso de manifiesto los elementos más pronunciados de la idea de “excepcionalismo estadounidense”. Esta perspectiva excepcionalista fue la que sentó las bases del alineamiento internacional que emergió luego del fin de la Guerra Fría. El triunfo de Estados Unidos y sus aliados en la puja ideológica que caracterizó a esta última condujo al presidente George H.W. Bush (1989-1993) a declarar el establecimiento de “un Nuevo Orden Mundial” basado en “el estado de derecho [rule of law], en lugar de la ley de la jungla, como principio de conducta entre las naciones”. En ese discurso, Bush mencionó la posibilidad de extender el principio de intervención militar en las áreas del mundo donde existía un alto nivel de violencia, cosa de que pudieran ser integradas a un sistema global de intercambio comercial.5
El objetivo ulterior del ordenamiento internacional que surgió al fin de la Guerra Fría fue avanzar con un proceso de convergencia mundial en temas de índole política y económica. Este objetivo fue legitimado luego del fin de la segunda guerra del golfo (1990-1991). Esa contienda había sido librada con el propósito de restaurar la soberanía de Kuwait, país que había sido invadido por el Irak de Sadam Husein en agosto de 1990. El nuevo orden internacional basado en reglas de conducta armonizadas también incluía la propagación de un ordenamiento económico convergente, caracterizado por la implementación de políticas neoliberales, expandidas a través de organizaciones supranacionales como el FMI y el Banco Mundial. La extensión de prácticas librecambistas en las regiones periféricas y la imposición de la doctrina de los derechos humanos y la democracia liberal eran consecuencias directas del ordenamiento impuesto por la potencia ganadora de la Guerra Fría, Estados Unidos. Estos lineamientos políticos y económicos eran ordenamientos establecidos de acuerdo con una perspectiva ideológica basada en la idea del “excepcionalismo estadounidense”, en cuanto este era portador de ideas que supuestamente venían a reducir el nivel de opresión que afectaba a diversas áreas del globo.
El gobierno de George H.W. Bush también se ocupó de que la Unión Soviética implosionara de manera de no ocasionar una disrupción de gran magnitud en el naciente orden internacional. Bush buscó no humillar a la Unión Soviética, lo que significó no reconocer la independencia de sus repúblicas antes de que lo haga Moscú. En un discurso pronunciado en Kiev en 1992, advirtió a las naciones que componían la esfera soviética que la “libertad no es lo mismo que la independencia” y que Estados Unidos no apoyaría a aquellos que buscaban un “nacionalismo suicida” que promoviera el odio étnico. El apoyo de Estados Unidos a las exnaciones soviéticas se aplicaría solamente a aquellas que apoyaran el sistema democrático.6
Esto es vital para entender la forma en la cual Estados Unidos encaró el proceso de reconstrucción del orden internacional luego del fin de la Guerra Fría. Una de las premisas fundamentales de ese proceso fue asegurarse de que Rusia, como Estado sucesor de la Unión Soviética, no experimentara un proceso de desintegración que pusiera en peligro la paz mundial. Aquí vemos una faceta interesante del “excepcionalismo estadounidense”. El sentido moral que reguló a la política exterior de Estados Unidos luego del fin de la Guerra Fría fue de suma importancia para guiar las acciones de los Estados que se estaban liberando del yugo comunista y aquellos que se sumaban al grupo de naciones democráticas.
Este no es un dato menor, ya que desde los sectores militares soviéticos emanaba una respuesta negativa hacia la apertura económica y política traída por la Glasnost y la Perestroika. El colapso del bloque comunista fue motivado principalmente por las ansias de la población del centro y el este de Europa de experimentar un mayor grado de libertad, luego de cuatro décadas de gobierno totalitario. De todas formas, la motivación principal de Estados Unidos fue asegurarse de que los países socialistas pudieran integrarse a la economía mundial adoptando los valores del librecambismo. Esta opción implicaba rechazar todo intento de reformar los sistemas que imperaban en el bloque comunista. Desde esta perspectiva, se puede decir que el “excepcionalismo estadounidense” estuvo marcado por la voluntad de prevenir el auge de alternativas ideológicas que pudieran amenazar la primacía de Estados Unidos en el contexto internacional establecido luego de la Guerra Fría.
Para lograr este objetivo, el gobierno de George H.W. Bush extendió una importante ayuda económica a la Unión Soviética, cosa de evitar humillarla y lograr que esta fuera cooptada al incipiente sistema político internacional. Durante 1990-1991, la misión económica encabezada por el secretario de Estado James Baker visitó la Unión Soviética para discutir un esquema de cooperación entre ambos países en diversas áreas económicas y políticas. Mientras tanto, la Unión Soviética intensificaba sus esfuerzos para abrir su economía al resto del mundo. En septiembre de 1990, el Soviet Supremo de la Federación Rusa adoptó un programa para privatizar la economía del país en un plazo de quinientos días. Mijaíl Gorbachov, el líder soviético, profundizó el proceso de reformas políticas y económicas en la segunda mitad de 1990, impulsado por una declaración del G7 que ofrecía ayuda económica y política, además de la asistencia técnica del FMI. El G7 sugirió que la ayuda económica se extendiera de manera más expedita en caso de que la Unión Soviética transfiriera sus recursos económicos del sector militar al civil y suspendiera el apoyo a las naciones que promovieran el conflicto regional. De esta manera, el “excepcionalismo estadounidense” buscaba que los países que se incorporaban a la economía global adoptasen ciertos valores que pudieran consolidar la primacía geopolítica de Washington en el nuevo contexto internacional.
En diciembre de 1989 Estados Unidos extendió un paquete de ayuda económica a la Unión Soviética, que incluía la provisión de fondos para paliar la falta de alimentos. Poco a poco, la Unión Soviética se fue incorporando al proceso de globalización establecido por el ordenamiento mundial que surgió luego del fin de la Guerra Fría, uniéndose a instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial y el FMI. Por otra parte, la Unión Soviética manifestó su voluntad de incorporarse al sistema globalizador al participar en la coalición militar destinada a restaurar la soberanía de Kuwait. La estrategia de Estados Unidos en materia de política exterior estaba ligada a la posibilidad de asegurarse que los países del centro y el este europeo pudieran unirse a su esfera de influencia lo antes posible. Para ello, se facilitó su absorción a la naciente Unión Europea y a la OTAN, a la cual el gobierno de George H.W. Bush veía como un baluarte contra la creación de un ejército europeo independiente, como era sugerido por Francia.
Es de destacar que la noción de “excepcionalismo estadounidense” explica por qué Washington no duda en entrar en conflicto con sus aliados si nota que su interés se ve amenazado. Luego del fin de la segunda guerra del Golfo (1990-1991), ya se avizoraban las primeras reyertas entre Estados Unidos y Europa en el área económica, sobre todo en lo que concierne al suministro de productos energéticos. Las sanciones impuestas por Estados Unidos a Irak luego del fin de la contienda fueron decisivas para evitar el flujo de petróleo iraquí, de propiedad estatal, a países como Alemania, que dependen del suministro de energía abundante y barata para alimentar su sistema industrial. El petróleo iraquí fue sacado del mercado debido a las sanciones impuestas a Irak, todavía gobernada por Sadam Husein. Estas consideraciones hacen pensar que el concepto de libertad económica propagado por Estados Unidos luego del fin de la Guerra Fría tenía incorporado un aspecto de conflicto muy importante. Ya desde los albores del ordenamiento mundial que surgió luego del fin de la Guerra Fría se ve al conflicto (aun si este involucra a países que son considerados aliados) como instrumento para salvaguardar el concepto de libertad entendido de acuerdo con una perspectiva económica. El hecho de mantener lazos culturales y políticos con otras áreas del mundo es en realidad una consideración de segundo orden cuando este supuesto aliado impide que Estados Unidos desarrolle su potencial geoeconómico y geopolítico.
De todas maneras, luego del fin de la Guerra Fría existió una voluntad de extender una perspectiva multilateralista centrada en la primacía del derecho internacional. En este sentido, los años 90 fueron marcados por una tendencia que mezclaba el realismo práctico con una normativa internacional que podía ser acatada de manera más eficiente por la mayor parte de los países que se unían al proceso globalizador.
La expansión de las prácticas multilateralistas fue facilitada por el notable crecimiento económico experimentado por Estados Unidos gracias a las políticas monetarias expansivas aplicadas por la Reserva Federal bajo la conducción de Alan Greenspan. El crecimiento económico continuo del país era testimonio de la superioridad moral y política del “excepcionalismo estadounidense”. La reducción del costo del dinero provocó una notable expansión de las tasas de inversión que redundó en la baja del desempleo y la impresionante tasa de crecimiento económico de Estados Unidos durante la década de 1990. Su prosperidad económica se sustentaba sobre la base de una estructura de producción centrada en la creación de bienes de alto nivel tecnológico, los cuales formaban parte de una cadena de producción interdependiente entre los países centrales y los del mundo emergente.
La integración del mundo emergente al sistema global se cementaba a través de los valores que reflejaban el modo de vida estadounidense. Notablemente, el proceso de globalizador debería redundar en una mayor prosperidad para los países en vías de desarrollo, lo cual los haría más propensos a unirse al sistema político y económico creado por el ordenamiento mundial originado a partir del fin del Guerra Fría. Dentro de esta perspectiva, lo que se buscaba era asegurarse que el sistema global se alineara dentro de una concepción económica librecambista que beneficiara la dominancia estadounidense.
Si bien la expansión del orden democrático también era importante, no dejaba de ser una consideración de segundo orden. El presidente Bill Clinton ya avizoraba la posibilidad de una incompatibilidad fundamental entre el sistema político de Estados Unidos y el de Rusia y China, y la posible influencia de estas divergencias sobre el terreno geopolítico. En una sesión del Congreso de Estados Unidos llevada a cabo en 2000, Bill Clinton mencionaba que había que lograr que China y Rusia se convirtieran en “naciones estables, prósperas y democráticas”. Clinton también aseveraba que ambas naciones estaban ontológicamente constreñidas por el legado del comunismo.
En el caso de Rusia, principal Estado sucesor de la Unión Soviética, el problema fundamental era su economía en ruinas y la guerra secesionista librada en Chechenia. Mientras tanto, Clinton decía que a China la retrasaba la “ilusión de comprar estabilidad a expensas de la libertad”.7 Aquí vemos otra vez la forma en que el concepto “excepcionalismo estadounidense” es utilizado para demarcar las diferencias entre el “bien” y el “mal”, al menos en lo que respecta a la composición de los vectores que operan en el sistema político internacional. La posibilidad de exportar los valores de la libertad económica y política es un elemento de gran significancia a la hora de entender la importancia del “excepcionalismo estadounidense” como ordenador del sistema internacional.
El sistema globalizador comandado por Estados Unidos fue también decisivo en la pacificación de varias zonas afectadas por conflicto bélico. Durante la década de 1990, el intervencionismo impuesto por Estados Unidos fue clave en la resolución de conflictos en Irlanda del Norte, la ex-Yugoslavia y el Gran Oriente Medio. La operación Restore Hope, llevada a cabo en Somalia, cambió la orientación de la participación de las fuerzas armadas estadounidenses. A partir de ese momento, su ejército se ocuparía de usar su poderío para asegurar la pacificación de los países que habían pasado por un período de guerra civil. La misma modalidad fue aplicada en los casos de Sierra Leona y Liberia. El tono intervencionista usado por Clinton en política exterior, el cual se exacerbó en su segundo mandato, fue propicio para el bombardeo de Belgrado en 1999, en el contexto de la guerra étnica librada por la Yugoslavia de Slobodan Miloševic´ contra la población de origen albanés en Kosovo.
Clinton aseguraba que, si bien Estados Unidos no podía evitar la irrupción de conflicto en todas las situaciones, cuando los intereses del país estaban en juego y se podía contribuir a la paz mundial era obligación de Washington intervenir en conflictos bélicos.8 El gobierno de Clinton dejaba el camino allanado para la instauración de doctrinas de derecho internacional que instan a los países a proteger a la población civil. Uno de los corolarios principales del sentido de “excepcionalismo estadounidense”, tal como se lo aplica en el plano geopolítico, es la expansión de la doctrina de los derechos humanos, sobre todo cuando esta puede ser usada para expandir el interés nacional. Luego del fin de la Guerra Fría, la política exterior de Estados Unidos empezó a operar bajo la premisa de que la intervención en los asuntos internos de los países soberanos tenía el propósito de prevenir el conflicto y de disciplinar a los miembros de la comunidad internacional en caso de que estos no quisieran integrarse al sistema económico global. La extensión de prácticas librecambistas fue decisiva en el establecimiento de la OMC en 1995 y en la absorción de países como China y Rusia al sistema de intercambio internacional.
La política exterior de Bill Clinton en materia comercial también contemplaba la posibilidad de constituir una zona de libre comercio en la cuenca del Pacífico. El período de unipolaridad que caracterizó a la década de 1990 fue utilizado por Estados Unidos para organizar al sistema global en función de sus necesidades geopolíticas. El concepto “excepcionalismo estadounidense” tuvo vital importancia para asegurarse de que el sistema globalizador respondiera a las necesidades del sistema de producción de Estados Unidos, el cual en ese momento se sustentaba a través de absorción de la mayor cantidad de países del mundo al esquema globalizador.