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31 de enero


¿Dónde está tu confianza?

“Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz” (Lucas 8:48).

Me pregunto si todavía estará en algún lugar de tu casa, viejita y arrugada. Tal vez está en algún cajón, porque te da pena tirarla a la basura. Quizá quedó para que la usen tus hermanitos menores. Tal vez quedó para el perrito, ¡quién sabe! Pero una cosa es cierta, muy posiblemente has tenido una mantita especial, esa con la que dormías mejor y te sentías seguro. O, tal vez no fue una mantita, sino un osito de peluche o algún otro animalito blando.

De cada diez bebés, siete tienen algo preferido para dormir y para sentirse seguros. ¿Crees que las mantitas y los peluches tienen poderes especiales? ¡Claro que no! Pero los bebés se sienten mejor con ellos, se sienten confiados. Hay algo en ese olorcito que los hace sentir cómodos, seguros.

La confianza de los bebés en sus mantitas me hace pensar en la historia de una mujer que también confió. Doce años llevaba enferma. Doce años de gastar dinero en medicinas; de perder a sus amigos, uno a uno. Doce años de sentirse abandonada, débil, sola...

Imagino qué habrá sentido cuando escuchó decir que Jesús curaba a la gente. Esperanza, emoción y fe. Pero también vergüenza. Había mantenido su enfermedad en secreto tanto tiempo, y ahora, ¿tenía que decir frente a todos los seguidores de Jesús por qué quería ser curada? No podía aceptarlo, pero tampoco podía seguir viviendo esa vida infeliz y sin esperanza.

Y entonces, en su desesperación, nació la fe. Fe en que Jesús podía curarla. Y tanta fue su fe que creyó en que con solo tocar el manto de Jesús, podía ocurrir el milagro. Se estiró, en medio de la gente, deseosa de que acabase ya su lucha, su miseria. Y la fe ganó. Fe no en un trozo de tela, sino en el poder del mismo Maestro, el Sanador poderoso.

Jesús, que conoce tu necesidad aun antes de que pidas con fe, dijo a esa mujer: “¿Quién me tocó? Sentí que salió poder de mí”. Los ojos de la mujer buscaron tímidamente los ojos del Señor. Ahora sus ojos brillaban de salud, emoción y gratitud.

¿En qué confías tú? ¿Dónde está tu confianza? Si confías en cosas, sea ropa, calificaciones, lugares, o incluso personas, quedarás decepcionado. Solo confiando en Jesús y en su poder podrás escuchar las palabras de Jesús, que te dice con amor: “Tu fe te ha salvado”. Cinthya

Un rayito de luz para cada día

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