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5 de febrero


Manos

“Y después de poner las manos sobre ellos, se fue de allí” (Mateo 19:15).

Las manos dicen mucho sobre una persona. Siempre me llenaban de ternura las manos de mi papá. Era un hombre muy trabajador y eso lo reflejaban sus manos. Era constructor. Cuando llegaba a casa después de la jornada, que comenzaba antes de que el sol saliera, y antes de higienizarse, humectaba sus manos con aceite y azúcar. No sé si tenía mucha base científica esa mezcla, pero recuerdo que corría a ayudarlo, proveyéndole lo necesario o vertiendo ambas cosas alternativamente. Me enternecían esas manos toscas, y admiraba que papá fuese tan trabajador.

Hubo una vez Alguien que no temió usar sus manos. Esas fueron manos que recordaremos por la eternidad. Vamos a recordar algunas virtudes de las manos de Jesús:

 Manos de bendición. ¿Recuerdas cuando una gran multitud había estado escuchando a Jesús y al terminar el día ya no podían comprar alimentos? Jesús multiplicó la merienda que un niño compartió.

 Manos de perdón. En Juan 8:11 se narra cómo un grupo acusaba a una mujer. El grupo esperaba ansioso la condena. Jesús escribió en la tierra los pecados de ellos y lentamente cada uno se retiró. Y ahí, Jesús expresó: “Ni yo te condeno, vete y no peques más” (Juan 8:11).

 Manos poderosas. En Mateo 14 se cuenta un incidente conmovedor. Pedro comienza a hundirse en el mar, exactamente cuando deja de mirar a Cristo. Su Maestro le había dicho que fuese a él, y al principio todo iba bien. ¡Caminaba sobre las olas! Pero dudó, temió y finalmente clamó: “¡Señor sálvame!” Al instante Jesús le extendió la mano.

 Manos de gloria. Después de resucitar al tercer día y de pasar cuarenta días con sus discípulos, era hora de ascender al Padre. Jesús podía ver la tristeza en el rostro de sus discípulos y, después de prometerles que volvería, “alzando sus manos, los bendijo” (Luc. 24:50).

Cuando en el cielo veamos esas manos con cicatrices, jamás olvidaremos cuánto hicieron en nuestro favor. ¿Quieres tocar esas manos?

Y tú, ¿cómo usas tus manos? ¿Están siempre dispuestas a hacer el bien a otros? Como dice el hermoso cántico: “Estas manos Dios me dio para que puedan servir...” ¡Estoy feliz porque un día, “mis manos se unirán a las de mi Salvador” (Himnario adventista, Nº 497) para andar con él por la eternidad! Mirta

Un rayito de luz para cada día

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