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13 de febrero


Samarn Poonan

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

Seguramente recordarás un suceso que fue noticia en los meses de junio y julio de 2018. Fue en Tailandia, en la cueva de Tham Luang: una serie de cavidades de diez kilómetros bajo la montaña de Doi Nang Non, consideradas una de las mayores atracciones turísticas de la zona.

Doce niños y un adulto quedaron atrapados allí por no hacer caso a los carteles que decían que estaba prohibido ingresar a la cueva en época de lluvias. Cuando estaban en el fondo de la cueva, una lluvia torrencial hizo que el agua comenzara a subir, y los dejó encerrados adentro. Pasaron diez días y sus familias no sabían nada de su paradero, hasta que las bicicletas dejadas a la entrada de la cueva dieron la pista para ubicarlos.

Entonces, se dio inicio a la operación de rescate. Uno de los preparativos preliminares, antes de intentar rescatar a los niños, era distribuir tanques de reserva de oxígeno a través de los 3 kilómetros que comprendían los pasadizos llenos de agua, para luego usarlos en el operativo de rescate. Uno de los buzos encargados de esa tarea era Samarn Poonan. Él sabía que era una tarea riesgosa, pero aun así lo hizo. Tristemente, le costó la vida. Falleció a 1,5 kilómetros de la salida de la cueva cuando regresaba de su misión. Él, que había ido a distribuir oxígeno, murió por falta de oxígeno. Entregó su vida voluntariamente para salvar la vida de trece personas. ¡Qué ejemplo de bondad!

La historia de este héroe contemporáneo no es la única. Tú y yo conocemos una más grandiosa. Hace miles de años, el ser humano quedó atrapado en una cueva sin salida: un mundo usurpado por el enemigo de Dios, y convertido en un lugar triste, oscuro y sin esperanza. El nombre de nuestro rescatista: Jesús. Sabiendo que era una operación riesgosa, vino a este mundo, y al igual que Samarn, prefirió nuestra vida que la suya. Él se entregó a la muerte para que tú y yo podamos vivir eternamente. ¡Y su operación de rescate fue todo un éxito! El suyo fue el acto de bondad más grande que jamás haya existido, porque abarca a todo ser humano que quiera aceptar su regalo de salvación. Repasa el versículo para hoy. ¿Qué te parece agradecer en oración a Dios por la bondad de enviar a Jesús para rescatarnos? Gabriela

Un rayito de luz para cada día

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